La implementación de los Acuerdos de Paz ha puesto de presente el verdadero problema del posconflicto en Colombia: querer la paz sin asumir sus costos. Nos sucede algo parecido al mundo que propone Trump, querer un muro para nuestra casa, pero que lo paguen los vecinos.El modelo de paz que resultó de la negociación del Gobierno con las FARC va mucho más allá de garantizar la reinserción de las guerrillas e implica que como sociedad afrontemos las reformas que necesitamos. Por eso, los acuerdos consisten en rutas participativas para las reformas en lugar de Acuerdos sustantivos. Ese camino de cambios apenas se empieza a transitar.Los opositores de la paz, tal como lo he mencionado en otras ocasiones, no se oponen al cese de la guerra, ni a la reincorporación de los alzados en armas. Así lo ratificó el propio jefe de las fuerzas reaccionarias, el senador Uribe, en su mendaz declaración de esta semana. Lo que a Uribe, sus seguidores y muchos colombianos más les asusta no es amnistiar a unos cuantos guerrilleros, lo que les aterra realmente es que la paz cambie el estatus quo con el que hemos vivido durante todos estos años.A medida que se anuncian reformas y estas empiezan a amenazar distintos intereses de la sociedad, los apoyos para la implementación se van reduciendo y el número de preocupados crece. En todos los procesos de transformaciones sociales, los afectados ejercen una férrea oposición y los posibles beneficiarios una débil defensa. Como lo ha señalado repetidamente el comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, la negociación del Acuerdo fue muy difícil, pero su implementación lo será aún más.La puesta en marcha de los Acuerdos va a incrementar las tensiones latentes en la sociedad y abrirá la puerta para cambiar la relación de poderes que mantiene el actual status quo. Por eso, el interés de las fuerzas reaccionarias en evitar que se produzcan los avances y de allí su amenaza de echarlos para atrás, que era el verdadero propósito del comunicado del expresidente Uribe.Los países que han pasado por períodos traumáticos de su historia, como es el caso de las guerras, aprenden las lecciones de su pasado y construyen mejores sociedades. A este fenómeno se le llama hoy “resiliencia” y consiste en sobreponerse a las dificultades y salir más fuerte de ellas.Colombia se halla ante su más importante prueba de resiliencia, la historia que estamos escribiendo dirá si aprendimos algo de nuestros años de guerra y fuimos capaces de construir una mejor sociedad, o si toda nuestra violencia y todos nuestros muertos han sido en vano.*Ex vice ministro del Interior@JuanFdoLondono