¿Cómo cuestionar una fundación como la creada por Bill y Melinda Gates que dona millones de dólares a proyectos vitales como educación y salud en zonas miserables de África? ¿Cómo poner en entredicho que Mark Zuckerberg cree un programa para regalar acceso a Internet en zonas del mundo que no pueden costearlo? Su bondad favorece, sin duda, a miles de colombianos, keniatas y rumanos, pero ¿su bondad se limita a un desinteresado apoyo a la difusión del Internet y a programas masivos de vacunación contra la malaria y el polio? No. Los beneficios de la Fundación Gates y de Facebook se ramifican en diversas áreas. En primer lugar, sus obras de caridad no son tan excepcionales como muchos creerían. La sociedad estadounidense considera la caridad un valor supremo que todos los ciudadanos deben incluir en sus vidas. Es difícil que un candidato sea admitido en Harvard si no cuenta en su currículo con un largo historial de voluntariado, donaciones a organizaciones sin ánimo de lucro y viajes a países del tercer mundo para ayudar en proyectos como construir escuelas o dar clases gratis de inglés. Este imperativo, heredado tal vez de una sociedad altamente religiosa, se vuelve obligatorio cuando se trata de magnates como Bill Gates y Mark Zuckerberg. ¿Tienes todo ese dinero y no vas a donar unos milloncitos para el sistema educativo? En 2010, el joven magnate de Facebook le regaló cien millones de dólares al sistema de escuelas públicas de Newark, en Nueva Jersey. Su fortuna de 33.3 mil millones de dólares tal vez ni siquiera sintió el pinchazo. Estamos hablando de casi 100.000.000.000.000 de pesos. Las cifras impronunciables de estos magnates (¿cien mil millones de miles de millones? ¿Cien billones?) los convierten en foco automático de crítica y posterior boicot si no destinan un porcentaje de su riqueza a causas nobles en el tercer mundo. Tan común es, que incluso el gobierno estimula la creación de fundaciones con generosas exenciones de impuestos. Encomiable, si tenemos en cuenta que estos multimillonarios están regalando parte de su fortuna. El problema surge cuando estos hombres de negocios ven en esa pérdida obligada de capital una maravillosa oportunidad de monopolio y de beneficio económico. Todo edulcorado con el rótulo incuestionable de “donación”, “causa noble”, “salud, educación, dignidad para todos”. La sociedad estadounidense tiene un punto débil: los rostros famélicos de niños somalíes. Y ver a sus tetra multimillonarios regalar fracciones de su fortuna a esas caritas adorables es un momento de éxtasis y ovación. ¿Cómo funciona este beneficio a través de sus fundaciones y obras de caridad? Primero, no usando sino abusando del programa de exención de impuestos, inyectando bárbaras cantidades de capital a sus fundaciones. Basta mencionar el generoso aporte de Warren Buffet a la Fundación Gates: la no desdeñable suma de 2.8 mil millones de dólares. Otra cifra que, convertida a pesos, alcanza los cientos de miles de millones: 8 billones 400 mil millones de pesos. Bueno, destinan un alto porcentaje de su fortuna en las fundaciones para ahorrarse unos millones de dólares que dejan de pagar en impuestos. ¿Qué hay de malo en eso? Primero, es deshonesto y afecta las arcas del Estado que luego destinaría, a su vez, ese dinero en carteras como salud y educación. Pero esos millones de dólares ahora se quedarán en las arcas de Microsoft. En el caso de Zuckerberg, para pasar a otras aristas de esta falsa caridad, es interesante su proyecto de internet.org según el cual llevará Internet gratis a zonas sin cobertura en el mundo. A través de una aplicación que se descarga en el celular, los beneficiados podrán acceder a páginas web relacionadas con la salud, con ofertas de empleo, con noticias de BBC y, ¡oh sorpresa!: con Facebook. Su multimillonaria empresa –400 millones de usuarios compartiendo y comentando en fotos de amigos, mandando mensajes, oprimiendo el botón de “Me Gusta”– produce tantos ingresos como clics al día. Si aumenta la cobertura de internet a través de una aplicación que restringe la navegación a unos cuantos sitios -incluido el suyo-, reducirá la autopista de información al mínimo, aumentando por miles la posibilidad de que ese usuario entre a Facebook. Imaginen que Carrefour o Walmart deciden proporcionar alimentos a bajo costo en zonas de miseria absoluta. Pero se benefician por cada venta y van a regiones donde el único supermercado sería Carrefour o Walmart. ¿Caridad o deseo de cubrir un mercado sub explotado? El segundo problema de Zuckerberg es la llamada “Neutralidad de la Red” o “Net Neutrality”. Según este principio, los proveedores de internet no deberían restringir en absoluto el acceso a ninguna página web. Mark estaría restringiendo el 99.9 por ciento de las páginas web bajo una fórmula “beneficiosa” para estas zonas aisladas. El resultado sería que -según su ambicioso proyecto- ese 50 por ciento de la población mundial sin internet, podría acceder a un 0.1 por ciento del mismo, con una franca y abierta censura de otras redes sociales que puedan competir con Facebook o simplemente que puedan distraer al usuario de esa página web. Zuckerberg edulcora la oferta, claro, haciéndola gratuita y habilitando dos o tres paginitas más. Su teoría es que el acceso a internet –a este internet estilo 1984– creará oportunidades laborales automáticas para los usuarios favorecidos. No es muy claro cómo un keniata que cría cabras se convertirá en magnate por tener acceso a BBC (probablemente sin entender las noticias) y a Facebook. El joven magnate también clama que el beneficio será para la otra mitad del planeta que ya tiene acceso a internet. Será un beneficio que incrementará la seguridad y el beneficio económico, como escribió en el New York Times el pasado 26 de septiembre: “[La ausencia de internet] no es bueno para nadie -no lo es para los que no poseen ningún poder y están desconectados, ni lo es para la otra mitad, aquellos cuyo comercio y seguridad depende de que haya sociedades estables”. La parte del comercio se explica sola con los beneficios automáticos para Facebook, ESPN, Wikipedia y BBC que proporciona esta aplicación-monopolio. Y la parte de la seguridad genera más preguntas e incomodidad que respuestas: en especial después de revelarse que Zuckerberg permitía que la NSA tuviera acceso a la información de sus usuarios. Por otra parte, los socios de Facebook en esta “noble causa” son Samsung, Nokia, Ericsson, Qualcum, Opera y Mediatek. Estas compañías, como revela greatpreneurs.com, se beneficiarán inmensamente con este proyecto pues los usuarios potenciales, a la voz de internet gratis, comprarán los celulares a más bajo costo del mercado, justamente los tipos de celulares que ofrecen esas marcas. Imaginen un mercado de 5 mil millones de individuos que sólo pueden acceder a cinco páginas web. Sería como violentar todas las leyes antimonopolio vigentes hoy en el mundo que protegen la sana competencia. Sería como tener una sola tienda de zapatos, un solo periódico, un solo almacén de electrodomésticos, un solo gobernante. Este es el ofrecimiento de Zuckerberg para el planeta, ser amo y señor de las comunicaciones de la mitad del planeta Tierra. Como si no fuera suficiente, el fundador de Microsoft acompaña al joven Mark en esa tendencia paternalista de “arreglar” el tercer mundo cuando en realidad están sacando una buena tajada económica por la obra de caridad. Una denuncia explosiva del L.A. Times en 2007 desató un escándalo que aún hoy no cesa: la Fundación Gates usaba cientos de millones de dólares de sus donaciones para invertirlos en empresas que, muchas veces, causaban los daños que ellos pretendían arreglar. Petroleras que causaban males pulmonares, productoras de semillas que estaban llevando a la quiebra a millones de campesinos. Sí, la fundación Gates se asoció, como lo denuncia también Hangthebankers.com, con empresas armamentistas, prisiones privadas, cadenas de comidas rápidas que van en contra de su filosofía de combatir aquellas empresas que atenten contra la salud de los habitantes de esas regiones especialmente vulnerables. Entre sus socios se encuentran, a 2013: Exxonmobile (662 millones de dólares invertidos), British Petroleum (17.8 millones de dólares), 2.2 millones de dólares invertidos en GEO, una empresa de prisiones privadas, más de mil millones de dólares en Walmart, una cadena de almacenes por departamentos conocida por denuncias de explotación a sus empleados. Y la más polémica alianza ha sido con Monsanto. A pesar de que la fundación ha apoyado la soberanía alimentaria en numerosas naciones de África -como Sudáfrica, Etiopía y Uganda-, su fundación invirtió en 500 mil acciones avaluadas en más de 23 millones de dólares. Las prácticas agrícolas que están implementando en esa región, además, ha recibido graves denuncias por daños al ecosistema y efectos nocivos en la salud de los habitantes. Está claro que estos magnates del internet han mantenido su actitud empresarial incluso en el área destinada para las obras benéficas que son, en principio, desinteresadas y sin ánimo de lucro. Su caso no es aislado pues cientos de figuras públicas, como la actriz Angelina Jolie y el cantante de U2, Bono, explotan al máximo sus obras caritativas de modo que esto repercuta en más contratos y en un beneficio en sus cuentas bancarias. Así lo reveló la denuncia sobre ONE, la fundación del cantante irlandés, la cual se embolsilla el 99 por ciento del dinero recaudado en donaciones. Bill y Mark, en calidad de magnates y figuras públicas no se han quedado atrás y como buenos businessmen, le han sacado provecho a cada dólar invertido en esta “desinteresada” pero lucrativa facción de sus negocios: la caridad. @caidadelatorre