¿Cómo llegó a escribir poesía y qué es lo que más disfruta del oficio? Llegué a la poesía a través del oído. Desde muy niña tuve inclinación por el ritmo poético. Mi papá, que era el organista de la Catedral de Ibagué, me acercaba a la música, me leía poemas sociales y a la naturaleza, me compraba cuentos de Las mil y una noches, publicados en unos cuadernitos de pequeñísimo formato; mi abuela materna me narraba cuentos de manera tan viva y tan rítmica que parecían sus experiencias de infancia. Oírla me eclipsaba. Más tarde supe que eran cuentos de Andersen, Grimm, mitos y leyendas. Mi mamá oía boleros y yo ponía atención a las letras de las canciones, muchas veces sin entender qué decían, pero me gustaba ese ritmo. En mis primeros años de estudio en el Liceo Especial de Ibagué, no sólo debía leer relatos de la Historia Sagrada, sino que debía memorizar poemas, reglas ortográficas y nombres de las ciudades del Tolima a través de rimas. Era un placer, contrario a las matemáticas que no me decían nada. Ya en la adolescencia estudiaba piano y música en el Conservatorio del Tolima, tenía claro el gusto por materias como Sociales y Literatura y garabateaba poemas con temas más existenciales, sobre el amor, la muerte, el tiempo que pasa, seguramente inspirada en los autores que leía en el colegio: Alfonsiva Storni, Gabriela Mistral, José Asunción Silva, Rubén Darío, Federico García Lorca... La poesía es como una grata visita. De ella me gusta la condensación de las emociones y la meditación profunda. La considero un modo de vida, una actitud vital. El oficio estaría en la fase final de limpiar, pulir, perfeccionar. ¿Qué escritores la han inspirado y por qué? Cada época ha ofrecido encuentros con escritores que me han enseñado sobre la vida y el lenguaje, y seguramente inspirado. Durante mis estudios de Filosofía y Letras, leí especialmente de la mano de Giovanni Quessep, Martha Canfield y Enrique Gaitán S J, a grandes autores europeos y latinoamericanos de distintos géneros y épocas. Conocer a los clásicos y los mitos ha sido definitivo y ha inspirado parte de mi poesía, precisamente por los temas universales. Estudiar a Shakespeare, Goethe, Keats, Flaubert, Proust, Faulkner, Ungaretti, Lewis Carrol, por ejemplo, me ha permitido entender que la literatura no es solo una ficción y un juego de palabras, sino música y representación de la vida, de la historia, de la sociedad, que muestra la relación del autor con su tiempo y su búsqueda de lenguaje propio. Entre los latinoamericanos he sentido cercanía con poetas de diversas líneas, como César Vallejo y Blanca Varela en ese desgarramiento que explora poéticas de ruptura; Jorge Luis Borges y su filosófica visión de la vida y el tiempo como laberinto, biblioteca, espejo; Eugenio Montejo y su melancólica meditación; Juan Gelman y su conciencia política ligada a lo más hondo de sus emociones. Entre los colombianos, pienso en Aurelio Arturo y Fernando Charry Lara y sus respectivas atmósferas, en Héctor Rojas Herazo y ese profundo drama existencial, en Quessep y su música llena de referentes culturales… Hay narradores muy poéticos que me han enseñado: Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Roberto Burgos Cantor, por ejemplo. Otros con distintas contundencias: Margot Glanz, Tununa Mercado, Ricardo Piglia, Rodrigo Parra Sandoval, Germán Espinosa, R. H. Moreno-Durán y Fernando Vallejo, no sólo por sus mundos narrativos sino por su gramática. ¿Cómo describiría su poesía? Si reviso mi proceso poético, veo que ha ido evolucionando a través de los años, pero conserva la preocupación por el paso del tiempo. Las experiencias marcan tanto o más que las lecturas. Cada época y circunstancias determinan unas preocupaciones e inquietudes, pues los horrores históricos se unen a los dolores y angustias personales. No es igual, por ejemplo, lo que he escrito durante esta pandemia a lo que escribía antes de ella. Sin embargo, me ha interesado nombrar la experiencia vital sin inmediatismo o confesión. Por eso pienso que mi poesía es existencial, que no es lo mismo que existencialista, con registros que reflexionan sobre la poesía misma, en un yo poético camuflado a veces en una figura mítica, en un gato u otro animal, en una situación de vida cotidiana. Espero hacerlo con precisión, con la palabra justa. ¿Cómo es distinto escribir poesía a escribir un ensayo, por ejemplo? Ensayo y poesía son formas distintas de reflexión. Cada género exige un tono, una cadencia, una perspectiva. El ensayo, como las antologías de cuentos o poemas que yo hago, es académico, y se preocupa por analizar poetas y narradores hombres y mujeres, contextualizarlos en el tiempo y en el espacio, entender sus estilos y preocupaciones. Se trata de mirar desde afuera. De manera objetivada. Con la poesía sucede lo contrario y puede haber una reciprocidad: se mira desde afuera hacia adentro, se subjetiva el universo exterior y se le hace íntimo a partir de las vivencias personales más hondas. ¿Qué consejos daría a quien comienza a escribir poesía? El escritor debe ser lector. El escritor es un lector del mundo, de libros, de imágenes, de ritmos. Se aprende a escribir leyendo. Pienso que es importante para el escritor que se inicia, leer autores con quienes sienta sintonía, que resuenen dentro de sí mismo. Que busque grandes autores, no sólo poetas, también narradores, ensayistas. Que escuche música, que sea un espectador de obras de arte. Que mire a su alrededor. El arte, cualquiera que este sea, incita a la escritura. Seguramente empezará imitando, pero irá aprendiendo a construir su propio lenguaje. ¿Qué consejos daría a quien quiere aprender a leer poesía? Lo mismo que a quien empieza a escribir. Y que lea la poesía despacio, en voz alta, para sentir el ritmo y percibir las imágenes, como si estuviera abriendo los ojos por primera vez. Muchos lectores de prosa no se dan cuenta de la capacidad poética que ésta tiene. Es el caso de la breve obra de Juan Rulfo, por ejemplo. Se ha generalizado la idea de que es difícil leer poesía, que este género no es para todos. Es un error. La poesía es como una buena visita: es solo abrirle la puerta y dejarla entrar. *Luz Mary Giraldo (Ibagué, Colombia, 1950) es poeta, ensayista, antóloga, profesora universitaria y escritora en residencia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha publicado antologías de literatura para niños, de cuentos de autores colombianos y de poetas hispanoamericanas y españolas, valoraciones múltiples de narradores colombianos y libros de ensayo sobre literatura colombiana. Ha recibido el Gran Premio Internacional de Poesía Academia Oriente-Occidente (Rumania, 2013); mención honorífica en el festival Noche de Poesía en Curtea de Arges (Rumania, 2016) y el Premio Internacional LASA-Monserrat Ordóñez (2012), entre varias distinciones. De cómo la tierra se hace música Poesía para quien la necesita