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San Basilio de Palenque ha sido tierra de bullerengue, chalupa, mapalé y champeta. Pero desde principios del milenio se ha vuelto también tierra fértil para el rap. Los palenqueros que chocaron con el género cuando eran niños cuentan que la cultura que nació en el Bronx de Nueva York llegó al primer pueblo libre de América por medio de videos y canciones que traían viajeros desde una próspera Venezuela y otras partes de Colombia.

“Ellos traían consigo ropa, comida y juguetes, pero también llegaban con música, videos y películas, y así fue como llegó el rap a mi vida”, dice Andris Padilla, uno de esos primeros jóvenes que quedaron cautivados por los golpes de boom bap y las rimas crudas que hablaban sobre la vida en los barrios. Era un ritmo nuevo que, aunque viniera del norte, les hablaba al oído a los palenqueros y ofrecía una nueva forma de expresión, mucho más enfocada en la lírica que en la instrumentación.

Al poco tiempo y con la llegada de internet al pueblo, la influencia del rap creció. El rap en español llegó con nombres como Los Aldeanos, de Cuba, o Guerrilla Seca, de Venezuela, mientras que en las calles era cada vez más común ver a los aspirantes a rapero con tatuajes alusivos a 50 Cent o Snoop Dogg. Bastaba descargar alguna pista genérica de internet para comenzar, y ese fue el inicio de un movimiento que marcaría un nuevo rumbo en el sonido del palenque contemporáneo.

Kombilesa Mi, la agrupación de rap palenquero más representativa, existe desde 2011. Pero antes de Kombilesa fueron Monasito Ku Rap, Biko Prieto, Moná Ku Talento y Rap Ku Suto, los cuatro kuagros raperos originales que se formaron en los primeros días del rap en San Basilio. En la cultura local, un kuagro es un grupo de amigos de la infancia, normalmente de la misma edad y cuadra, que se unen para toda la vida. En la música se forma ese mismo vínculo.

Andris, que se puso el apodo de Afroneto, fue, con Monasito Ku Rap, uno de los pioneros y el primero en proponer una unificación de los kuagros para formar Kombilesa Mi –“mis amigos”–, un gran colectivo que rapeara en lengua nativa sobre la base de tambores y bajo el género que bautizó como rfp (rap folclórico palenquero). “Fue difícil porque algunos compañeros decían que el rap no era con tambor, pero cuando lo comenzamos a hacer con Monasito y nos llamaban mucho a presentaciones, varios se sumaron a la idea”.

Hoy a Kombilesa Mi lo componen nueve artistas entre mc, cantantes y músicos como el propio Andris, Keila Regina Miranda, Ali Fernando Navarro, José de Jesús Salas o Kendri Esperanza Cassiani. Son los referentes de una nueva generación de artistas palenqueros que han llegado a tarimas como Hip Hop al Parque en Bogotá y el Lincoln Center de Nueva York, además de estar constantemente en los tops de la prensa especializada y de llegar, solo en 2019, a casi setenta países por medio de Spotify.

Para Lucas Silva, fundador de Palenque Records, el sello musical más importante para la promoción y comercialización de la música del palenque, Kombilesa es un grupo de “jóvenes modelo por ser grandes líderes en su comunidad y luchar por la preservación de la cultura palenquera”; una nueva generación tocada por la globalización, pero que se ha apropiado de una visión afrocentrista del mundo y la promueve.

Esa lucha constante por la preservación de las tradiciones palenqueras fue lo que inspiró a Kombilesa Mi a dedicarle sus rimas al patrimonio de su pueblo. En sus letras es común encontrar rimas que hablan sobre la perseverancia, la tradición o la lengua; también sobre el arroyo, el pilón y personajes claves de su historia, como el gran boxeador Kid Pambelé. Cada canción del grupo es una excusa para hablar sobre Palenque.

Hasta el momento, Kombilesa Mi tiene dos discos de larga duración, y desde que suena “Así es Palenque”, la canción que abre y le dio el título a su álbum debut en 2016, se oyen letras sobre el diario vivir en el territorio y el sentimiento negro. Puede ser “Ma Kuagro” o “Kumina Soto”, dedicadas a la amistad y la gastronomía; o “Los peinados” y “Mapale”, dos de los temas grandes de Esa palenkera (2019), que hablan del cabello afro y los ritmos tradicionales como símbolos de resistencia.

Algunas de estas canciones tienen pasajes en español, pero el lenguaje nativo palenquero es la base de la mayoría de ellas. Y aunque para una agrupación con la intención de llegar al mercado comercial esa puede ser una decisión arriesgada, para ellos es una declaración de su intención como kuagro. “A Kombilesa no solo lo vemos como un grupo que hace música, sino también como un movimiento cultural que lo que busca es fortalecer nuestra cultura a través de la música”, dice Keila, la cantante principal.

El reconocimiento que Kombilesa Mi ha ganado dentro y fuera del país va de la mano de difundir una lengua que ha sido vista con malos ojos incluso dentro de su propia comunidad. Por eso, la prioridad siempre ha sido cantar en lengua palenquera, lo que contribuye al sentido de pertenencia y acompaña –dicen ellos– el trabajo de aprendizaje en las escuelas.

Justamente, ese acercamiento a la lengua también fue importante para que grandes referentes que inicialmente eran escépticos con la fusión, como Rafael Cassiani del Sexteto Tabalá, Justo Valdés de Son Palenque o Leonel Torres de Estrellas del Caribe, se convencieran del valor del rap como una nueva expresión de la juventud palenquera. “Para mí está muy bien que Palenque no tenga un solo ritmo de música. El rap es un estilo moderno que le gusta a la juventud y eso es lo que hay en el grupo Kombilesa”, dice el maestro Torres.

En Palenque, el rap ha mantenido el mismo valor de lucha y de resistencia que ha tenido desde sus inicios como género, y para los integrantes de Kombilesa Mi, que han vivido el racismo de frente, es una vía para enfrentar la ignorancia. Andris y Keila, que son colegas y pareja, dicen que han tenido que escuchar comentarios racistas sobre sus peinados, su color de piel o su forma de vestir incluso cuando van a Cartagena, a tan solo una hora de distancia de Palenque.

“Uno lo ha sabido afrontar, y aunque muchos hayan confrontado el racismo con violencia, nosotros hemos utilizado la música para intentar concientizar y tratar de frenar el problema”, dice Andris.

Entre sus canciones está “No más discriminación”, “No más violencia”, “Desplazamiento” o “Te Ane Lo Memo”, que traduce a “todos somos iguales”, himnos en clave de rap de una nueva generación de palenqueros que han utilizado el género para pararse en contra del racismo.

Aunque Kombilesa Mi haya llevado el rfp por Colombia, e incluso a Estados Unidos con una gira autogestionada en 2018, vale preguntarse por su lugar en el prolífico circuito del rap nacional. Según Guillermo Botero, mánager del grupo desde 2016 y pieza clave para que este llegara a Hip Hop al Parque ese mismo año, Kombilesa ha encontrado su lugar por la universalidad del género y las escenas diversas en el país.

Otro punto de vista es el de Santiago Cembrano, periodista musical enfocado en cultura hip hop, para quien las barreras idiomáticas y las instrumentales tradicionales pueden separarlos del rapero de otras partes del país. “Es como si existiera aparte. Aun así, hay que reconocerle que tiene una misión de reivindicación social mucho más fuerte que otros artistas”; una misión que, además, es muy afín a la del rap, nacida de las comunidades marginadas y víctimas del racismo.

Hoy al rap de la comunidad también lo representa Rap Ku Suto –“rap con nosotros”–, uno de los kuagros fundadores de Kombilesa Mi que decidió alejarse del rfp por querer utilizar pistas digitales, aunque igual mantenga el mensaje de resistencia rapeando en su lengua.

Según Lamparita, músico palenquero y una de las mitades del dúo electrónico Mitú, la nueva música del corregimiento “forma parte de una evolución del todo, aunque la base siempre será la misma: Palenque”.

La agrupación, además, les ha dado un papel protagónico a las mujeres. A diferencia de otros géneros tradicionales como el bullerengue, las mujeres del rap de Kombilesa no solo cantan, sino que tocan instrumentos. Keila o Kendri, conocida como la Reina de la Tambora, rompen con el mito de que los instrumentos son solo para hombres, invitando a otras a adentrarse en el uso de los tambores, las maracas y la marímbula.

Los integrantes de Kombilesa Mi son conscientes de que llevan consigo el legado de su pueblo, y están felices de cargar con él. “Nosotros tenemos la gran responsabilidad de transmitir y concientizar sobre el gran valor de nuestra cultura”, dice Keila. Para Andris, que a sus veintisiete años también funge como consejero de Identidad, Patrimonio y Cultura, es una responsabilidad acorde con su misión de visibilizar a su Palenque.

Aunque admiten haber recibido ofertas de mudarse a la capital del país, su segundo hogar, quieren permanecer en su territorio. “Nosotros siempre volvemos porque queremos sentir las dificultades y los privilegios de Palenque con la gente”, comenta Andris, que casi sin buscarlo se ha convertido en un mediador de conflictos en la comunidad. Su objetivo es mantenerse allí con firmeza, sufrir al lado de su gente, hacer música y mantener el legado en alto.

*Periodista musical.