Esto representa una oportunidad para nosotros, ya que en Colombia este cultivo se desarrolla de forma sostenible, lo cual garantiza que el índice de deforestación frente a otros países productores como Malasia, Indonesia o Brasil, sea muy bajo. Lo anterior, sumado a la tecnificación y uso de mejores prácticas, ubican a nuestro país como líder de la producción en América Latina y el cuarto en el mundo. A fin de garantizar su desarrollo sostenible, estas plantaciones se han establecido localmente dentro de la frontera agrícola, previniendo la tala de bosques y la afectación de la biodiversidad; de hecho, como cultivo permanente, con ciclos productivos entre los 25 a 30 años, es incluso considerado un corredor biológico para algunas especies de flora y fauna. La palma es vida. Le puede interesar: Unilever apuesta por un aceite de palma sostenible En este proceso ha sido vital el papel de gremios como Fedepalma, que hace parte de la Mesa Redonda de Aceite de Palma Sostenible (RSPO), y promueve la adopción del estándar de sostenibilidad y de prácticas agrícolas más limpias, con una estrategia orientada a evitar la ocupación de zonas no permitidas y que tienen alto valor medioambiental. Particularmente en Colombia, según lo mencionado por la coalición ecologista Transport & Environment, el 46% de las exportaciones nacionales van dirigidas a Europa -especialmente biodiésel- y el Viceministerio de Comercio, Industria y Turismo calcula que se dejarían de vender alrededor de US$313 millones anuales solo en este mercado, si no generamos conciencia sobre su contribución al desarrollo de comunidades rurales. Así las cosas, el llamado es a trabajar de manera conjunta entre Gobierno, empresa privada y gremios, para que el país no se incluya en el veto, porque de lo contrario representaría una verdadera catástrofe, en términos económicos, sociales y ambientales. Le sugerimos: El aceite usado puede convertirse en el próximo biocombustible El cultivo de palma ofrece una cosecha extraordinaria, debido a su eficiencia y versatilidad; genera los mejores rendimientos utilizando la menor área sembrada, en comparación con otros cultivos oleaginosos, y gracias al uso de fertilizantes nitrogenados pueden reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin duda, los beneficios que ofrece tanto para la nutrición humana, como para el medio ambiente, evidencian su enorme potencial de crecimiento, con un retorno de inversión muy atractivo para el país. Colombia tiene la oportunidad de convertirse en uno de los principales proveedores de biocombustibles, pero debe apoyar y difundir las buenas prácticas que se realizan en este cultivo, ya que su nivel de producción está en al menos el 70% del territorio nacional, genera más de 170.000 puestos de trabajo, y tiene un aporte del 6% al PIB Agrícola, de acuerdo con el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Sostenible. Por eso, el palmicultor colombiano debe seguir siendo ejemplo de buenas prácticas agrícolas, que le permitan cumplir con los estándares de calidad internacionales y ayudar a conservar el planeta. Vea también: No todo es petróleo en Ecuador repuntan exportaciones no petroleras Por Marcelo Altieri, Director Regional Cono Norte de Yara.