En un pintoresco y sofocante municipio de Bolívar se esconde uno de los secretos mejor guardados de Colombia. Queda a solo 47 kilómetros de Cartagena y a 120 de Barranquilla, y, sin embargo, llegar allí es toda una aventura pues hay que atravesar una trocha llena de huecos. Lleva el nombre de un hombre bendecido: San Estanislao de Kostka y fue fundado por la Compañía de Jesús, pero en la región todos lo conocen como Arenal por las nubes de polvo que el viento sacude en sus calles destapadas. Es un refugio macondiano, escenario de una de las mayores revoluciones en materia de libertades individuales: el único pueblo del país en el que las parejas del mismo sexo se pueden casar sin temor a represalias. San Estanislao llegó a albergar en sus calles esa transformación gracias a un hombre, una sentencia y una casualidad. La Corte Constitucional reconoció en 2011 que las parejas del mismo sexo conforman una familia y estableció que, si el 20 de julio de 2013 el Congreso no regulaba el tema, estas podrían acudir a los juzgados a formalizar su unión. Sin embargo, la falta de claridad sobre el tema y el rechazo del procurador Alejandro Ordóñez hizo que los funcionarios no se animaran a realizar esas bodas. Un juez de Gachetá celebró las primeras uniones y de inmediato esos casos adquirieron connotación nacional. El escándalo fue tal, que centenares de personas de fundaciones religiosas fueron a protestar a sus calles y la Procuraduría comenzó a demandar esos matrimonios. Esas historias llegaron por vía de tutela a la Corte Constitucional que en las próximas semanas se pronunciará sobre si el matrimonio entre parejas del mismo sexo es válido o no. Mientras el país vivía esa aguda pelea política y jurídica, en Arenal un joven juez decidió echarse en hombros esa causa. Se trata de Carlos García Granados, un abogado samario de 34 años, egresado con el mejor promedio de su promoción de la Universidad de Cartagena y a punto de graduarse de un doctorado en España. García es estudioso y estricto. Tanto, que los abogados y colegas lo definen como ‘el cascarrabias’ porque rechaza las demandas que lleguen con tachones o mal escritas. El funcionario llegó a San Estanislao por asignación de la Rama Judicial. El pueblo lo sorprendió. Llegó el 16 de diciembre de 2011, en plena temporada invernal. El juzgado, que ocupa una casa grande de la familia Camacho en el parque frente a la iglesia, estaba totalmente bajo el agua. García cuenta que decidió comenzar a realizar los matrimonios cuando escuchó la historia de Gachetá y pensó que si a San Estanislao no llegaba ni el viento, quizás podría ser el mejor lugar de Colombia para que quienes quisieran casarse lo hicieran sin temor a que allí llegaran los manifestantes o la Procuraduría. Así, el municipio se convirtió, con el apoyo de la organización Colombia Diversa, en el único lugar del país donde las parejas del mismo sexo se podían casar tranquilas, sin acosos, escándalos o problemas. “Yo no caso a personas que se conocieron hace 15 días. Esto no es Las Vegas”, explica García. Agrega que antes de comenzar esa tarea les preguntó a los otros funcionarios del juzgado si tendrían reservas con el tema y como todos aceptaron comenzaron los matrimonios. Ni García ni los otros empleados ganan nada con estas bodas. Al contrario, es un trámite que económicamente les sale a pérdida. El juez espera a las parejas en Cartagena y juntos se vienen en un bus destartalado que hace la ruta al pueblo en casi dos horas por una carretera destapada. Algunos habitantes de Arenal se enteraron de lo que pasaba allí cuando veían bajar en la plaza a extraños, hombres y mujeres, bien vestidos, incluso de vestido blanco o de esmoquin, como una pareja que llegó de Bogotá de una vez vestida para la ceremonia. El matrimonio dura 15 minutos aproximadamente y al final el juez les entrega a los contrayentes una torta que él mismo hornea. Por lo general celebran todos juntos, pues suele haber muy pocos invitados, y por la tarde las parejas se devuelven a Cartagena en el mismo bus. Dos mujeres jóvenes fueron las primeras en ir a casarse a este exótico lugar en 2013. Ese mismo año otras tres parejas también visitaron el lugar para lo mismo. En 2014 hubo 18 matrimonios y en lo que va de 2015 se han realizado seis. En los próximos días, antes de la vacancia judicial, Arenal celebrará el matrimonio número 30. Las parejas que han recibido la bendición del juez García han llegado del Valle, Huila, Cundinamarca, Antioquia, y entre los contrayentes hay ciudadanos de Francia, España, Austria, Canadá y Estados Unidos que han querido casarse con ciudadanos colombianos. El 60 por ciento han sido parejas de hombres, y uno de los que contrajeron matrimonio es viudo, y asistió en compañía de su hijo adolescente a intentar nuevamente el amor con otro hombre. De todos los matrimonios que ha celebrado García, uno le ha llegado al alma. Era una pareja de mujeres, una de ellas sufría un cáncer muy avanzado y fue muy enferma al pueblo. Se casaron y un par de meses después ella falleció. El amor que vio entre ellas dos le reafirmó que estaba haciendo lo correcto. De todas las parejas que han pasado por su despacho, sabe que solo una se ha separado. En la esquina de la plaza, a las 2 y 30 de la tarde de un martes, mientras transcurre la misa del sepelio de un vecino, cinco amigos evitan dar detalles de esa realidad. Pero cuentan que en el pueblo es vox populi que a Mario, un peluquero, los paramilitares le dieron 24 horas para irse. Mario le dijo al comandante paramilitar, alias 400, que cuatro horas eran suficientes y emigró a Venezuela donde saben que le ha ido bien. Esa discriminación ya no se vive en San Estanislao. Ahora a muchos de sus habitantes les da orgullo saber que al menos en este tema su pueblo es pionero en Colombia. El juez García, que había ocultado esta historia como el mejor de los secretos, decidió salir públicamente porque cree que la aprobación de la Corte Constitucional es inminente y así ninguna otra pareja tendrá que volver a esconder su amor. Quizás muy pocos vuelvan a hacerlo en ese municipio que alguna vez presenció el momento más feliz de la vida de muchos colombianos.