Quien haya visto la película Hotel Ruanda no lo olvida. El protagonista, un gerente de hotel, salva de morir a cientos de personas al ocultarlas de los militares que buscan a los ciudadanos de etnia tutsi para masacrarlos. La producción impresiona por el realismo con el que retrata ese episodio, uno de los peores de la historia reciente de África, y la figura de Paul Rusesabagina emerge como un personaje admirable que arriesgó su vida por salvar a quienes debían ser sus enemigos, los tutsis. Por eso causó tanta impresión la noticia según la cual las autoridades de Ruanda arrestaron a Rusesabagina por “terrorismo” e incitación a la violencia. Muchos se preguntaron si había caído un mito o si se trataba de una injusticia. Pero con el paso de los días, los indicios señalan serias dudas sobre la actuación del Gobierno del general Paul Kagame.
En 1994, Paul Rusesabagina trabajaba como gerente del prestigioso hotel Mille Collines en Kigali, la capital del país. El 6 de abril, el presidente Juvénal Habyarimana, de etnia hutu, regresaba al país junto con su colega de Burundi, Cyprien Ntaryamira, cuando un rocket lanzado desde tierra derribó su avión en el momento en que se disponía a aterrizar. Pronto las miradas se dirigieron contra el Frente Patriótico Ruandés (RPF por sus siglas en inglés), de mayoría étnica tutsi, y la ira popular de la mayoría hutu se dirigió contra sus miembros. Aliados radicales de Habyarimana tomaron el poder y en venganza emprendieron una campaña genocida contra opositores, activistas y civiles de la etnia tutsi. La masacre, resultado de una histórica tensión entre las dos poblaciones, duró tres meses y medio y cobró la vida de aproximadamente 800.000 personas. Además, su crueldad y barbarie traspasaron todos los límites. Inflamados por una popular emisora de radio, para los hutus, los tutsis eran una plaga de cucarachas que había que exterminar.
El genocidio de 1994 en Ruanda, cometido por milicias de la etnia hutu, cobró la vida de 800.000 personas, entre ellas políticos opositores, activistas y civiles, principalmente de la etnia tutsi. En medio del horror, Rusesabagina, de etnia hutu, salvó la vida de más de 1.000 personas que escondió en el hotel durante semanas. Su labor humanitaria lo convirtió en un héroe reconocido en el país y, más tarde, en el mundo entero por la premiada película. La cinta dirigida por Terry George y protagonizada por el famoso actor Don Cheadle contó su historia y llegó a la pantalla grande en 2004. Desde entonces todo el mundo ha aplaudido a Paul Rusesabagina. Organizaciones internacionales lo han invitado a hablar sobre su experiencia y la defensa de los derechos humanos, y en 2005 el Gobierno de Estados Unidos lo condecoró con la Medalla Presidencial de la Libertad.
La historia de Paul Rusesabagina se hizo famosa alrededor del mundo por la película Hotel Ruanda, de 2004, protagonizada por el famoso actor Don Cheadle. En varias ocasiones Rusesabagina se reunió con los miembros del reparto. Este halo de honores y reconocimientos no evitó que esta semana la justicia de Ruanda lo arrestara por, supuestamente, apoyar grupos terroristas e incitar a la violencia. La naturaleza de los cargos y las misteriosas circunstancias en las que ocurrió la detención han levantado sospechas. Aparentemente, Rusesabagina estaba en Dubái y de allí lo trasladaron a Ruanda. Las autoridades afirman que lo detuvieron con cooperación internacional, pero hasta el momento ningún país lo ha confirmado. Incluso, Emiratos Árabes Unidos negó su participación y afirmó que Paul salió del país “legalmente” en un jet privado con destino a Ruanda el 4 de agosto. Su familia y expertos han señalado que el arresto es un acto de clara persecución política del Gobierno de Paul Kagame. Rusesabagina, exiliado en Estados Unidos desde hace años, ha criticado mordazmente al gobernante, que lleva más de dos décadas en el poder. Denuncia que ha dirigido un régimen autoritario y cometido graves violaciones de derechos humanos desde el final del genocidio, en 1994.
En 2005, George W. Bush condecoró a Paul Rusesabagina con la Medalla Presidencial de la Libertad. Kagame fue uno de los generales tutsis del RPF que enfrentó las milicias hutus y detuvo la masacre. Por esto, en 1994, el país vio con esperanza la posesión de Pasteur Bizimungu, otro miembro del RPF, como presidente y la de Kagame como vicepresidente y ministro de Defensa. Se dice que durante este periodo el actual gobernante dirigió al país desde la sombra hasta que, seis años más tarde, finalmente llegó a la Presidencia. Desde entonces ha ganado la reelección en dos ocasiones. Y en 2015 celebró un referendo constitucional, que ganó por el consabido 98 por ciento, que le permite, si lo desea, estar en el poder hasta 2034. En sus largos años en el poder, opositores políticos y organizaciones internacionales como Human Rights Watch han denunciado que el Gobierno persigue y silencia cualquier voz disidente. Por eso, el arresto de Paul Rusesabagina sorprendió más en el resto del mundo que en Kigali.
En 2010, la justicia encarceló a la líder del partido de oposición Victoire Ingabire por supuestos cargos de divisionismo. Algo parecido ocurrió en 2017 en vísperas de las elecciones presidenciales. Diane Rwigara, una mujer de negocios y activista, que pretendía presentarse a los comicios como candidata independiente, fue arrestada por corrupción. Un año más tarde la justicia la absolvió en segunda instancia. Incluso, algunos han culpado al Gobierno de muertes misteriosas e intentos de asesinato de opositores. El más reciente es el caso de Anselme Mutuyimana, miembro del partido Unión de Fuerzas Democráticas de Ruanda, a quien encontraron estrangulado en un bosque al norte del país. Mutuyimana llevaba solo seis meses en libertad después de que la justicia lo condenó en 2014 por el delito de insurrección. Frente al caso, Human Rights Watch afirmó: “La muerte de Mutuyimana es la última de una larga lista de asesinatos, desapariciones, arrestos políticamente motivados y detenciones ilegales en Ruanda, especialmente contra oponentes del Gobierno”.
El presidente de Ruanda, Paul Kagame, lleva 20 años en el poder y, si lo desea, podría extender su gobierno hasta 2034. Sin embargo, estas denuncias no han sido suficientes para acabar con el apoyo que tiene Kagame en la población y en algunos sectores de la comunidad internacional. John Campbell, exembajador de Estados Unidos en Nigeria y experto del Council of Foreign Relations, explicó a SEMANA que esto se debe a la exitosa economía de Ruanda. “Kagame es ampliamente admirado en algunos círculos por su reconstrucción de la economía ruandesa y la prosperidad del país, que, además, es rara en esta región de África”, afirmó.
De esta manera, para algunos, Ruanda ha experimentado un periodo de posconflicto exitoso bajo el mando de Kagame. Argumentan que el país es estable, ha crecido económicamente y es ahora un escenario propicio para los negocios. También destacan que las mujeres participan masivamente en el Gobierno y que ha aumentado la cobertura de servicios públicos. Así, el gobernante ha escondido detrás del éxito económico el autoritarismo de su mandato. Si la justicia condena a Rusesabagina, su nombre se sumaría a la larga lista de líderes políticos y opositores presos en Ruanda. Su historia de heroísmo tendría un final trágico y, sobre todo, injusto.