Son muchos los que no entienden cómo esta mujer que escribe versos, anda peinada a la última moda, se maquilla como las estrellas de cine, es amiga de Norman Mailer, Francis Coppola, Jane Fonda y Yoko Ono y usa costosas gafas de marca, es al mismo tiempo una de las figuras más activas y agresivas de la revolución sandinista, al lado de su marido, el comandante y presidente de Nicaragua Daniel Ortega. Los norteamericanos dicen que tiene carisma. Los que la conocen en Managua afirman que es simple duende, ángel. Para sus amigos de Nueva York y París, es una mujer de mundo que sabe desenvolverse en cualquier ambiente. Finalmente, para los campesinos nicaraguenses, se trata de "la compañera" que ha llevado las pinturas, los conciertos y las películas hasta los pueblos más remotos del territorio de su país.Según el canciller Miguel D'Escoto, Rosario Murillo, vegetariana, feminista y asistente a los congresos de literatura en los sitios más impensables, ha ayudado mucho a humanizar y embellecer la imagen de la revolución. Según Joan Keller, su gran amiga de Hollywood y quien con frecuencia organiza cenas en su honor, ella es hermosa, tierna y totalmente dedicada a "su revolución". Pero no todas las opiniones resultan tan favorables: según un ayudante del presidente Ronald Reagan, "Rosario es una propagandista que se aprende de memoria todo lo que tiene que decir en inglés como lo hace también -agrega- el propio Gorbachev".Lo que nadie le puede negar es el éxito que tiene entre los medios norteamericanos. Muchas personalidades internacionales quisieran tener como ella, una entrevista con el Washington Post, sendas apariciones en los programas de televisión de David Hartman y Phil Donahue y una cita para tomar té con Nancy Reagan, todo en un mismo día. Pero su labor de relacionista no se limita a los viajes al extranjero acompañando a su esposo. En Nicaragua, dicen, no existe mejor anfitriona y guía para los numerosos escritores, estrellas de cine, cantantes de rock, congresistas, directores de cine, pintores y demás celebridades extranjeras que permanentemente son invitados a Nicaragua.Su función no es discutir sobre política, sino llamar la atención sobre los aspectos más interesantes de la revolución y tratar de explicar sus alcances. A una pregunta sobre el proceso nicaraguense, Rosario respondió hace poco: "Esta revolución es, por encima de todo, un experimento. Y lo que hace más asombroso este cambio que se está dando es que sea posible que marxistas y cristianos puedan vivir y trabajar juntos tras los mismos propósitos".Otras cosas que se dicen de ella son menos positivas. La prensa americana criticó con dureza que, viniendo de un país tan pobre, se hubiera gastado 3.500 dólares en anteojos de marca para ella y para su familia. Rosario ha desmentido esa información, alegando que "se trata de una campaña de descrédito, pues es obvio que nadie se preocupa por averiguar en qué se gasta la plata Nancy Reagan ni qué prendas usa". Entre sus principales críticos se encuentra su padre, quien se indigna cada vez que le preguntan por ella. Sus razones tiene: don Teódulo Murillo vio cómo, meses después del ascenso de los sandinistas al poder, sus extensas fincas eran repartidas a las cooperativas de campesinos beneficiadas por la reforma agraria. Para el viejo, su hija debía haber pagado mejor lo que él había hecho por ella. Rosario fue la menor de cuatro hijas y también la favorita, razón por la cual fue enviada a estudiar a Europa a los 11 años. Primero estuvo en un colegio religioso en Devon, Inglaterra, y luego completó sus estudios secundarios en Suiza.Cuando regresó a Nicaragua, se sentía extraña a su país. Se casó muy pronto, tuvo un hijo, enviudó, se casó por segunda vez y a los 25 años lo dejó todo para unirse a quien, en aquel entonces, no era más que un revolucionario ladrón de bancos, que había sido arrestado por la Guardia Nacional. Era Daniel Ortega, con quien intercambiaba poemas en permanentes visitas a la cárcel.Esos tiempos difíciles han quedado atrás. Ahora, Rosario y Ortega viven en la que fue la casa de un prominente banquero de los tiempos de Somoza. Los acompañan 8 hijos: dos de los matrimonios anteriores de ella, uno de un matrimonio anterior de él y 5 que han tenido juntos, todos ellos atendidos por 4 empleadas que Rosario llama "compañeras".Para muchos nicaraguenses, el poder de esta mujer es muy grande y sus opiniones pesan mucho a la hora de las grandes decisiones. Desde su cargo de secretaria general de la Asociación de Trabajadores de la Cultura, determina buena parte de las pautas de la política cultural de la revolución. Esto, según algunos opositores al régimen, le ha costado algunas fricciones con el ministro de Cultura, el padre Ernesto Cardenal.Es un hecho que no todos la quieren. Algunos consideran que puede ser una nueva Imelda Marcos, que dentro de unos años acumule cientos de pares de zapatos en su guardarropas. Pero nadie pone en duda que, una revolución que tantos problemas de imagen tiene por cuenta de los comandantes, puede resultar bastante beneficiada por la labor de esta incansable primera dama.