Título original: Le Scaphandre et le papillon. Año de estreno: 2007. Dirección: Julian Schnabel. Actores: Mathiew Amalric, Emmanuelle Seigner, Marie-Josée Croze, Anne Consigny, Patrick Chesnais, Max von Sydow. Los tres estupendos retratos cinematográficos que ha filmado el pintor Julian Schnabel, Basquiat (1996), Antes que anochezca (2000) y La escafandra y la mariposa (2007) tienen una importante cosa en común: un personaje principal que trata de soportar alguna clase de destierro. Le decía el poeta Edmond Jabès al novelista Paul Auster, en una conversación en 1978, que “todo escritor experimenta la condición judía porque todo escritor, todo creador, está siempre en una especie de exilio”. Pues bien, son ese desarraigo, ese ostracismo, esa expulsión de aquella multitud que parece de acuerdo en todo, lo que padecen los héroes caídos que Schnabel ha tomado de la vida real para protagonizar sus películas: el artista negro Jean-Michel Basquiat lo enfrenta en el círculo arrogante del arte neoyorquino; el narrador homosexual Reinaldo Arenas lo sufre en la Cuba del régimen castrista; el periodista paralizado Jean-Dominique Bauby lo encara, a lo largo de la película que nos ocupa, en una sociedad que le exige ser un cuerpo. El francés Bauby, editor de la revista Elle, sufrió un accidente vascular el 8 de diciembre de 1995. Despertó de un coma, tres semanas después, en el hospital de Berck-sur-Mer. Y un grupo de médicos le explicó que una falla irreparable en el tronco cerebral hacía imposible la comunicación de su cerebro con sus funciones motrices. Sufría de un síndrome llamado Locked-In. Lo que significaba que nunca más podría comer ni hablar sin el auxilio de las máquinas de la clínica. La única parte del cuerpo que podría mover, de ahí hasta la muerte, sería el ojo izquierdo. Si hemos llegado a conocer su historia es porque, “apenas dejé de sentir lástima por mí mismo”, se puso en la tarea de escribir sus memorias por medio de un sistema a punta de guiños que le diseñó una ortofonista. Bauby murió de neumonía, a los 44 años, el 9 de marzo de 1997. Supo, antes de irse, que su honesto libro había vendido 125.000 copias en una semana. Alcanzó a explicar que le había puesto La escafandra y la mariposa porque se había vuelto un cuerpo que lo encerraba y un espíritu que era capaz de viajar a donde le diera la gana. El propio Paul Auster escribió, unos años antes de su entrevista con Jabès, el enigma que sigue: “El mundo está en mi mente, mi mente está en el mundo”. Lo cito porque, con la eficaz colaboración del director de fotografía Janusz Kaminski, el guionista Ronald Harwood y el actor Mathiew Amalric, Schnabel ha conseguido la proeza de filmar esa frase: la cámara nerviosa que asume el lugar del protagonista, la estructura narrativa a saltos que reproduce lo que sucede dentro de una conciencia, la suma de imágenes sugerentes que hacen de este un relato puramente cinematográfico, prueban algo que sospechamos pero que pocas veces logramos articular: que todos los hombres habitan el mundo desterrados dentro de ellos mismos.