“Como los impuestos, la radioactividad no debe ser odiada ni temida, sino aceptada y controlada... Considere la radiación como algo que debe ser tratado con respeto, evitado cuando sea posible, y aceptado cuando sea inevitable”. Esta frase, que se atribuye al físico nuclear estadounidense Ralph Eugene Lapp, resume las preocupaciones de algunos sectores cuando se habla de la explotación de uranio en el país.Si bien la imagen del famoso Homero Simpson trabajando en una planta nuclear desde donde tira desperdicios radioactivos; así como las amenazas de Irán de enriquecer uranio y producir armas nucleares no son la mejor cara del uranio, también es cierto que este metal tiene varios usos, entre los que se incluyen el servir como combustible para los reactores nucleares (considerados como una energía limpia), para los rayos X y para fabricar fertilizantes, entre otras cosas.Eso hace que las multinacionales mineras pongan sus ojos en los países que tienen potencial en este mineral. Hoy el mayor productor mundial es Kazajistán, con 12% del mercado y exportaciones que llegaron a 23.800 toneladas el año pasado. El segundo es Canadá.Precisamente una empresa de este país norteamericano es la única con títulos mineros para explorar uranio en Colombia. Se trata de Gaia Energy, filial de la canadiense U3O8 Corp., que explora en el corregimiento de Berlín, en el municipio de Samaná, Caldas.Richard Spencer, presidente de U3O8 Corp., explica que llegaron a Colombia por recomendación suya. “Yo soy sudafricano y venía de trabajar en la región, donde vi un gran potencial, no solo minero sino de condiciones favorables para los negocios, pues todos hablan el mismo idioma, lo que no pasa en mi continente y eso dificulta el desarrollo de cualquier actividad”, dice en entrevista telefónica.U3O8 Corp. –cuyo nombre es el símbolo químico del óxido de uranio– comenzó su operación en América Latina con una mina en Guyana, luego en 2010 adquirió el proyecto Berlín en Colombia y tiene uno más en Argentina.“La ventaja de Colombia es su enorme potencial minero. Yo vengo de un país con muchos problemas y Colombia también los ha sufrido, pero acá han mejorado las condiciones y eso crea una oportunidad fantástica de invertir. Además, los trabajadores colombianos están bien educados y son extremadamente innovadores”, comenta Spencer.La apuesta de U3O8 Corp. en la mina de Berlín radica en que, según sus estudios, allí la producción de uranio es de bajo costo por los ingresos que se generan a partir de los subproductos que yacen en el terreno, como fosfato, vanadio, níquel y tierras raras (itrio y neodimio).En las 2.500 hectáreas de sus títulos mineros esperan que un tercio de los ingresos provengan del uranio y otro tercio del fosfato, que es un fertilizante agrícola. Así mismo, el vanadio se usa para almacenar energía, algo que es muy demandado por la industria de las energías renovables, como la eólica, que no tiene cómo guardar los excedentes para las épocas en que el viento no sopla.Las llamadas tierras raras son usadas para la fabricación de pantallas de móviles y tabletas. También son un imán muy poderoso que sirve para los carros eléctricos y las baterías eléctricas.En modo esperaDesde que llegó al país, U3O8 Corp. ha invertido US$16 millones y en un principio tuvo 100 empleados, pero al igual que otras materias primas, el precio del uranio se vino al piso y eso hizo que la empresa redujera su operación, dejando en vilo a los habitantes de Samaná, que ven en la mina una fuente de empleo.La crisis energética y ambiental de 2003 a 2004 subió el precio del uranio a US$130 la libra, lo que hacía rentable su negocio. Luego se estabilizó en US$70. Sin embargo, el terremoto de Japón en 2011, que afectó el reactor nuclear de Fukushima, derrumbó el precio a US$30.“Los precios han estado débiles, pero al igual que con el petróleo, estamos empezando a ver algo de recuperación. Nuestra ventaja es que podemos calcular la demanda futura por el número de reactores nucleares que están en construcción. Por eso sabemos que en 2020 la oferta va a ser insuficiente y eso va a subir los precios”, sostiene Spencer.Un informe de Forbes sostiene que China tiene 26 plantas nucleares en operación y 25 en construcción y otras 100 más planeadas para 2030, con el objetivo de reducir su contaminación. India también tiene planeado aumentar su generación de energía nuclear y en Estados Unidos muchos reactores van a ser repotencializados por 20 y hasta por 40 años más.Spencer explica que las plantas nucleares usualmente manejan tres años de inventarios, así que deberían empezar a comprar en 2017 para tener los insumos que requieren para 2020 y, dado que toma al menos un año o año y medio llevar el uranio desde la mina hasta que se convierte en combustible para el reactor, es factible que el precio en mina empiece a subir en el segundo semestre del presente año.Hoy el precio de largo plazo está en US$41 por libra y en el spot en US$26,5. “Nuestra expectativa es que crezca a US$60”, subraya Spencer, y aclara que bajo las condiciones actuales del mercado del uranio no les ha sido fácil conseguir recursos para financiar el proyecto. Espera que esto cambie pronto y su cronograma es que entre tres a cuatro años terminen los estudios de factibilidad y puedan empezar a producir en unos 5 años, volviendo a contratar más personal.Según la Agencia Nacional de Minería, en Colombia se ha intentado explorar uranio desde la década de los 50 y el resultado de estos estudios es que en el país hay prospectos de este metal a lo largo de las cordilleras Oriental y Central, desde el Huila hasta el Norte de Santander y con más intensidad en Samaná, Caldas.Frente a los temores y las preocupaciones que genera la extracción de uranio, Spencer dice que su producción es cuidadosamente vigilada por las autoridades nucleares de cada nación, la que vende y la que compra. “Es un monitoreo muy estricto”, reitera.Si sus pronósticos se cumplen, el uranio podría ser otro motor para la locomotora minera, siempre y cuando las autoridades realicen una adecuada supervisión, que impida que los ríos del país terminen contaminados como los de Springfield, el pueblo de los Simpsons.