Cuando Anthony Burgess publicó, en 1962, A Clockwork Orange, jamás se imaginó el impacto que causaría. La novela, que narra la historia de un grupo de pandilleros en un futuro cercano, fue censurada inmediatamente después de su publicación, pues muchos la consideraron una apología de la violencia extrema. Lo que pocos saben es que la intención del autor era justamente la opuesta: en el último capítulo de la obra hacía una reflexión sobre el sinsentido de la violencia y abría una puerta a la redención de sus personajes. El problema es que su editor decidió eliminar ese último capítulo, sin consultarle, pues pensó que le quitaba fuerza a la historia. Unos años después, en 1971, Stanley Kubrick hizo una famosa adaptación al cine —que también causó controversia— que Burgess criticó varias veces.