Irlanda del Norte: Vientos de reconciliaciónCasi tres décadas después del fin del conflicto, Belfast sigue siendo una ciudad dividida. Cerca de 100 muros se alzan todavía entre los barrios protestantes y los católicos, recordando los 30 años de guerra civil entre los republicanos, que apoyaban la reunificación de Irlanda bajo la república, y los unionistas, que querían permanecer en el Reino Unido; así de radical fue la división de la sociedad irlandesa. Por mucho tiempo, hasta la culminación del proceso de paz, los vecinos eran enemigos a muerte. El Acuerdo del Viernes Santo de 1998 entre Irlanda, los partidos políticos norirlandeses y Reino Unido permitió restaurar la convivencia entre ambas facciones. El empoderamiento de las instituciones norirlandesas y la repartición política entre republicanos y unionistas fueron elementos fundamentales para que el Ejército Republicano Irlandés (IRA) dejara las armas. Y aunque el acuerdo de paz no solucionó las diferencias ideológicas entre una mayoría unionista y casi un tercio de la población que apoya la república, la violencia política ha caído notablemente desde los noventa. De ese modo ha demostrado que, aunque convivan opiniones diferentes, se puede vivir en armonía.Sudáfrica: “Revelar es curar”La Comisión de Verdad y Reconciliación en Sudáfrica es quizás el caso más mencionado de reconstrucción de verdad en un proceso de paz. Después de acabar con las políticas del apartheid, los acuerdos entre el Congreso Nacional Africano (ANC por su sigla en inglés) de Mandela y el régimen de minorías blancas llegaron a un concepto entonces revolucionario: amnistiar a quienes hubieran cometido crímenes políticos a cambio de que confesaran toda la verdad y, en algunas ocasiones, les pidieran perdón público a sus víctimas. Aunque esta propuesta superaba la oferta del Partido Nacional (el de la supremacía blanca) y era inferior a los deseos de justicia de las víctimas del apartheid, fue clave en la reconciliación de la dividida sociedad sudafricana. A la comisión se le criticó que carecía de dientes para comprobar los testimonios, y muchos perpetradores se negaron a confesar. Pero el ejemplo de este país fue histórico y marcó una pauta, particularmente por su eslogan: “Revelar es curar”, que resumía su idea de reconciliación.Liberia: Mujeres al poderLeymah Gbowee decidió acabar por sí misma con la guerra civil en su país. La que sería nobel de paz en 2011 organizó una asociación de cientos de mujeres liberianas para exigir por medio de una huelga sexual la terminación del conflicto entre los grupos rebeldes y el sanguinario presidente, Charles Taylor. La huelga tuvo tanta resonancia que este accedió a dialogar con los grupos armados. De este modo, la participación femenina fue fundamental para acercar a las partes y ejercer presión sobre el acuerdo y cumplimiento de una tregua. Al punto de que cuando las conversaciones se enredaron, Gbowee y unas 200 mujeres más cercaron las salidas del salón en el que se encontraban los negociadores, amenazando con rasgarse las vestiduras —un acto que, según su tradición, desencadena una terrible maldición en quien lo vea— si los negociadores no llegaban a un acuerdo. Se trató de un triunfo para las mujeres, que en 2006 confirmaría Ellen Johnson Sirleaf cuando fue elegida primera presidenta de Liberia y también de toda África.Ruanda: Justicia desde abajoEn los años posteriores al genocidio de Ruanda de 1994, 130.000 personas habían sido acusadas de crímenes de guerra. De haber ejercido ese sistema de justicia regular, el país centroafricano se habría tardado más de 100 años para procesarlos. Sin embargo, su enfoque fue mucho más creativo. En 2005, el gobierno ruandés implementó un sistema de justicia transicional inspirado en sus tradicionales cortes gacaca, que se traduce como justicia entre el pasto, que consiste en juzgar a los acusados en las comunidades donde cometieron su crimen. Quienes confesaran pagarían una pena reducida, la mitad de la cual sería servicio comunitario, mientras que quienes mintieran tendrían que pagar de 25 a 30 años en cárcel. De esta manera, más de 12.000 cortes locales juzgaron cerca de un millón de casos, lo que descongestionó el sistema judicial. Además, las cortes tradicionales promovieron la reconciliación cara a cara mediante la muestra de arrepentimiento de los victimarios y el perdón de la comunidad. En este proceso, más que el perdón, primó la convivencia con el enemigo, y el olvido.Camboya: La importancia de recordarTuol Sleng, una antigua escuela convertida en prisión en los años setenta y luego en museo, sirve para recordar el brutal exterminio que sufrió Camboya, de proporciones similares a las del Holocausto en Alemania. Sucedió cuando el partido PRK, conocido como los Jemeres Rojos, bajo el liderazgo de Pol Pot, decidió regresar a los camboyanos a las épocas agrarias y acabó sistemáticamente con la vida de todos los que parecieran ‘burgueses’. Entre 1975 y 1979 murieron 2 millones de personas, un cuarto de la población del país, hasta que tropas vietnamitas los sacaron del poder. Siguieron luchando desde las montañas, hasta que en 1991 se celebró un acuerdo de paz que potenció la importancia de preservar la memoria del genocidio, apoyada por varias ONG. Hoy cerca de 100 monumentos recuerdan la tragedia.