Cuentan por las calles de Hacarí que “en los tiempos de antes” existió un indio motilón barí, cacique él, que los españoles quisieron despojar de su tierra y no volverlo a ver nunca más. Los conquistadores, luego de violar a las mujeres, decidieron decapitar al indio.

Su cabeza, dicen los hacaritences, está enterrada en algún lugar del parque, pero nadie sabe en qué punto exactamente. De lo que sí están seguros es que si un visitante llega y le pisa la cabeza al indio su corazón se enamorará de alguien del municipio.

Como todo el mundo la cuenta con risa la historia no parece creíble, pero los habitantes aseguran que hay casos por montones, y que las historias comienzan con el momento en el que la persona afortunada pisó el parque central. Un amigo, la señora que trabaja en la alcaldía, o una prima, muchos en Hacarí conocen a alguien que le pisó la cabeza al famoso indio.

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Esa puede ser tal vez la narración oral que mejor simboliza el sentido de pertenencia de los hacaritences, tan acostumbrados a las balas y las granadas que llueven de repente y que terminan hasta con festivales de danza.

Pero hay gente que cree que puede haber más. Por increíble que se lea, Hacarí con sus 239 años de fundado, hasta hace apenas 15 años tiene un himno, un escudo y una bandera. Todas son iniciativas de Milsiades Pinzón Pinzón, actual alcalde del municipio, que compuso los versos de lo que él llama hogar.

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«Aquí sobre la patria

Del suelo hacaritence

Donde la flor se mece

Buscando un nuevo sol

vivió el hacaritama

Con luchas y con creses

Los Yukos y los Sikas

Y el indio Motilón» Himno de Hacarí. Autor Melsiades Pinzón Pinzón

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Precisamente Milsidades quiso volver a celebrar el cumpleaños de Hacarí en su primer año de administración. En el segundo año lo intentó, pero todo se vio frustrado por paros armados entre el ELN y EPL. La única opción, como en muchos municipios del Catatumbo, fue refugiarse en las casas de la cultura.

Estos espacios les quitan jóvenes a la guerra, y los hacen empuñar instrumentos, uniformarlos con prendas coloridas y marchar al ritmo de la música campesina.

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La falda colorida y la blusa de bordado verde que traen algunas mujeres, y la camisa blanca y pantalón negro con sombrero, machete y palo de jornalero para los hombres son los trajes típicos de la danza de los cafeteros. Aunque los cultivos de café se han reducido drásticamente, esta danza sigue impactando a los municipios del Catatumbo por ser una representación fiel de su cultura.

La danza cuenta la historia de cómo se siembra y cómo se transporta el café. El hombre hace que recoge granos del cuerpo de su pareja mientras la rodea, luego ambos se mueven al tiempo con los mismos pasos y finalmente la mujer amarra al hombre como metáfora del transporte por el pueblo.

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Además de la danza, El Carmen, Convención y Playa de Belén son tres municipios que por momentos parecen congelados en el tiempo. Su arquitectura colonial, colorida en El Carmen, blanca en Playa de Belén, hacen que estos pueblos mantengan una esencia histórica profunda. Ventanales, puertas de madera, calles empedradas y techos de teja de barro completan el paisaje.

Hace 14 años Playa de Belén no era un pueblo tan conocido, pero gracias a que ingresó a la Red de Pueblos Patrimonio, ahora hace parte del selecto grupo de los 17 pueblos más lindos de Colombia.

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En cuanto a la música muchos jóvenes salen de sus colegios directo a las casas de cultura, pues allí pueden aprender sobre los ritmos de su región. Aldemar Saravia, uno de los profesores, dice que su mayor placer es ensayar con su grupo, con el que también practica vallenato debido a la cercanía que tienen estos municipios con el departamento del Cesar.

En el imaginario del país, Catatumbo es sinónimo de una región en guerra, pero una vez se pisa esta tierra fértil donde crece de todo, la perspectiva cambia. El Catatumbo es una región de inmensa riqueza cultura que los colombianos no pueden disfrutar por culpa de la guerra.

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