Las princesas Natalia e Irina Strozzi saben que por su familia han pasado varios de los hombres más importantes de Europa, entre militares, políticos y santos. También, que su dinastía incluye a personajes como Maquiavelo, Miguel Ángel y los Médici. Ninguna noticia sobre sus antepasados y sus relaciones podía sorprenderlas. Por eso, cuando supieron que eran descendientes de la Mona Lisa, simplemente anotaron un nombre más en su inmenso árbol genealógico. Su abuela solía decirle al príncipe Girolamo Strozzi, padre de Natalia e Irina, que por sus venas corría la sangre de Lisa Gherardini, esposa del mercader de seda Francesco del Giocondo y, según la mayoría de expertos, modelo del cuadro de Leonardo da Vinci. Solo hasta hace poco aparecieron pruebas del parentesco gracias a Domenico Savini, un experto en genealogía que escarbó en los documentos de la dinastía, en especial de la condesa María Luisa Guicciardini, abuela de las princesas y heredera de los archivos de sus ancestros. Hoy, hay expectativa por una excavación en Florencia que busca encontrar los restos de Gherardini y practicarle pruebas de ADN, lo que demostraría que las princesas tienen razón al afirmar que quince generaciones las separan de la mujer más famosa del arte. Para Irina y Natalia la historia de su familia ha sido un cuento de hadas en el que todo puede pasar. Entre las majestuosas colinas de la céntrica región de la Toscana, en Italia, se alza el pueblo amurallado de San Gimignano. A pocos kilómetros se encuentra Cusona, la villa de 530 hectáreas donde los Strozzi, célebres por ser enemigos mortales de los Médici, se instalaron hace mil años. Allí se encuentra la exclusiva viña familiar que produce los mejores vinos europeos, los mismos que Dante Alighieri elogia en La divina comedia.En una de las paredes de la casona fue pintado el árbol genealógico que da cuenta del poderoso linaje de estas giocondas del siglo XXI. No solo estarían relacionadas con Lisa Gherardini, sino que entre sus parientes se encuentran el historiador Francesco Guicciardini, de quien Nicolás Maquiavelo fue secretario; Estanislao Kostka, uno de los santos que más admiraba Juan Pablo II, y Piero Strozzi, mariscal cuyo busto se encuentra en la galería de las batallas del Palacio de Versalles. Incluso, tuvieron un lejano parentesco con Winston Churchill. Las Strozzi no han deshonrado a esa larga lista de ancestros. Irina, de 29 años, ha recorrido las esferas más exclusivas de Europa. Después de estudiar Economía en la prestigiosa Universidad de Bocconi, en Milán, hizo sus prácticas en el número 10 de Downing Street de Londres, cuando Tony Blair, íntimo de los Strozzi, era primer ministro británico. Luego afinó sus conocimientos financieros en la Comisión Europea en Bruselas y remató sus prácticas en JP Morgan. Con esa preparación, Irina podría ocupar los cargos más importantes del mundo financiero. Sin embargo, decidió escoger un camino mucho más reservado, quizás fiel al carácter un poco tímido que le atribuyen, pero no por eso menos importante: encargarse de que las 22 etiquetas de vinos de sus bodegas sigan siendo las más apreciadas de la península. Probablemente lo único que Natalia, de 34 años, le envidia a su hermana es que esta habla siete idiomas, mientras que ella, solo cinco. Su historia es igual de apasionante. A los cinco años tuvo la suerte de que Rudolf Nureyev, la estrella del Ballet de la Ópera de París y considerado el mejor bailarín del siglo XX, le enseñara sus primeros pasos. Cuando supo que su destino era ser bailarina, decidió partir para Leningrado. A los 14 años no le importó dejar las comodidades de sus terrenos en Italia para vivir en un apartamento comunitario sin agua caliente. Entró a la Academia Vaganova, una de las más reputadas en la enseñanza del ballet clásico desde que fue fundada en los tiempos de los zares bajo el nombre de Escuela Imperial de Ballet. Armada de unas zapatillas que le regaló su mentor, aprendió el arte de su ídolo femenino, la bailarina británica Margot Fonteyn.Un poco después, Natalia decidió saltar del baile a la actuación, inspirada por los grandes del cine que frecuentaban su casa, como la actriz Claudia Cardinale o el director Alberto Sordi. Cuando cumplió 29 años, también incursionó como escritora con sus memorias, Fácil de recordar, en las que cuenta la relación de la familia con prestigiosas personalidades. En el libro lo que más se destaca es la amistad entre Miguel Ángel y Luisa Strozzi, uno de sus ancestros. El pintor renacentista le dio clases de dibujo a la joven y asistió a su boda. La princesa también habla de la amistad de su familia con el actor norteamericano Gregory Peck y el fundador de la casa de modas Givenchy, Hubert de Givenchy. La historia de los Strozzi volvió a relucir a causa de una investigación que descifraría el eterno misterio de la identidad de la Mona Lisa. El Comité Nacional para la Valoración de los Bienes Históricos de Italia excava en el convento de Santa Úrsula, Florencia, donde estaría enterrada Lisa Gherardini, para saber si esta mujer es la modelo de Da Vinci. Si logran encontrar su cráneo, reconstruirán digitalmente su rostro y lo compararán con la obra de arte. Para identificar los restos de la Gioconda, los científicos tomarán una muestra de ADN a los cuerpos que encuentren y luego la confrontarán con la de los dos hijos de Gherardini, también enterrados en Florencia. De paso, se sabrá si las princesas Strozzi pueden incluir definitivamente a la Mona Lisa en su árbol genealógico. Y es que no son pocos los escépticos. Muchos dudan de que estas dos aristócratas sean las descendientes de Lisa Gherardini. Cuando el periódico Le Figaro las llevó hasta al museo del Louvre para tomarles una foto junto a la pintura, los responsables no lo permitieron y se enfurecieron porque les pareció que la historia era un disparate. Otros critican el estudio y aseguran que es como una ficción sacada de un libro de Dan Brown, autor del best seller El código Da Vinci. Silvano Vinceti, presidente del comité, afirma que la idea de exhumar los restos de la que sería Lisa Gherardini surgió por una revelación que tuvo al estudiar la pintura: "En los ojos de la Mona Lisa hay ocultas una L y una S. La L correspondería a Lisa Gherardini o a Leonardo. La S, a Salai, alumno del pintor. Para mí, Da Vinci se inspiró en Lisa, pero luego utilizó la nariz y la sonrisa de Salai", explicó a SEMANA.Según el investigador, probar a través de ADN que las princesas tienen parentesco con la Mona Lisa resulta casi imposible: "Determinarlo sería muy difícil, pues si realmente son descendientes, provienen de ramas laterales de la familia, lo que cambia la organización genética. De cualquier manera, debemos esperar los resultados", dice. Las princesas creen que sacar los restos de su supuesta pariente es un sacrilegio y están convencidas de llevar sobre sus hombros la historia de la Gioconda. Nada podrá hacerlas cambiar de opinión, pues además de que saben que en su linaje están grandes protagonistas de la historia europea, hay una prueba que para ellas es irrefutable y que Natalia alguna vez mencionó en una entrevista: "Cuando veo a la Mona Lisa, veo la sonrisa de mi padre".