El presidente del Grupo Colpatria, Eduardo Pacheco Cortés, no tiene paredes sino ventanas y obras de arte en su oficina. Con Bogotá a la altura de sus tobillos y las piernas cruzadas, habla de cómo aprendió a “torear vacas flacas” la primera vez que le tocó vivir un fin del mundo. En 1999, las pérdidas del sector financiero llegaron a $1,3 billones en un año. La cartera vencida de los bancos había crecido un 75%. La gente estaba dejando de pagar, el desempleo bordeaba el 20% de la población y 14 entidades tuvieron que ser intervenidas en medio de una ola de liquidaciones y quiebras. −Me acuerdo esos días saliendo de aquí, a las 9 de la noche, al Banco de la República con cajas de pagarés para acceder a los cupos de liquidez, a que nos dieran la plata para pasar la noche. Había días angustiosos con la liquidez. Detrás de su escritorio, los trazos abstractos de una pintura de Alejandro Obregón generan la ilusión de pescados al fondo de un estanque. A un lado hay dos peras regordetas y bonachonas firmadas por Fernando Botero, y en una columna en el medio, un retrato en de su papá, Carlos Pacheco Devia, fundador del banco.  Con las pinceladas y decisiones que tomó aquel año, el banquero bogotano pintó un cuadro destinado a perdurar en la historia económica del país, y cuyos colores se reavivan a la sombra de una nueva crisis. −Mi papá, tomó una determinación que fue tremendamente importante: vender el Fondo de Pensiones, la cuota inicial para ir a los créditos del Fogafín (Fondo de Garantías de Instituciones Financieras). El Gobierno nos dijo: ‘Si usted se mete a este programa y mete esta plata, ningún cliente suyo va a perder un peso’. Mi papá dijo: ‘Que un cliente no pierda un peso con nosotros no tiene precio, ¿dónde firmamos?’. Desde principios de los 90 en Colombia venía creciendo la fiebre del crédito para tener casa propia, y la proliferación de entidades para atenderla. El Gobierno lo había incentivado liberando las tasas de interés para estimular la competencia por el ahorro. Una crisis asiática, contracciones de la economía internacional, fugas de capital extranjero, desempleo y hasta un terremoto que devastó el Eje Cafetero empezaron a conjugarse y traducirse en una creciente incapacidad de los deudores para seguir pagando. Y así, el siglo terminaba para Colombia en una de las peores crisis de su historia. −Fue una crisis violenta, muy restringida al sistema hipotecario. Muy enfocada al sistema UPAC. Llegó un momento en que las deudas valían más que las viviendas y la gente dijo: ‘Yo no sigo pagando’. Vino una masiva entrega de viviendas, recibimos muchísimas propiedades en dación en pago. Se acabaron Granahorrar, Concasa y Conavi; Colpatria, a su vez, quedó al borde de la quiebra*. Hubo despidos, vendieron activos, congelaron sueldos y dejaron de percibir dividendos hasta por tres años. Le llegaron a pagar al Banco de la República tasas de hasta el 90%. El PIB del país decreció alrededor de un 4%. La Unidad de Poder Adquisitivo Constante, UPAC, había sido creada por el presidente Misael Pastrana Borrero en los 70 para financiar vivienda. Cuando las tasas de interés se desligaron de la inflación terminaron disparándose como volador sin palo, y en su explosión hirieron de gravedad la economía del país. Colpatria duraría cerca de 6 años para empezar a recuperarse y estabilizarse. −Usted tiene que ser consciente de que lo que necesita es sobrevivir. Y sobrevivir en un banco es manejar la cartera, cobrar, estar pendiente de quién paga. Es como cuando se sale el río y el agua se le mete a su casa. Usted lo que necesita es sacar el agua de la sala. Ya después vemos qué hacemos, pero el principio es: hay que salvarse. En el 99, el crédito hipotecario concentraba más del 66% de la cartera de Colpatria. El insumo clave, según recuerda Pacheco, se lo dejó el legado de su padre: asumieron sacrificios con tal de que ningún cliente perdiera ni un peso. Blindaron su confianza. Gastos e iniciativas al mínimo fueron la consigna a partir de entonces. Con el cinturón apretado hasta donde podían, para 2006 ya estaban “más o menos vivos”. La búsqueda de un socio estratégico para fortalecerse los llevó a negociar con GE Capital, el brazo financiero de General Electric, uno de los “monstruos” del mundo corporativo de los Estados Unidos, en palabras de Pacheco. En 2012, el canadiense Scotia Bank adquirió el 51% del banco y pasó a administrarlo. Ha diversificado el negocio con créditos empresariales y de consumo. En 2018 tomó las riendas Jaime Alberto Upegui, presidente actual de Scotia Bank Colpatria. Él explica que de los $29,3 billones de cartera que maneja hoy el banco, el crédito hipotecario ha pasado a representar solo unos $5 billones. −Scotia Bank es una entidad con más de 188 años de existencia y nunca ha tenido una crisis global. Es uno de los bancos más relevantes de Canadá, y uno de los 25 más grandes del mundo. Hoy el banco tiene unos socios internacionales y una experiencia en crisis anteriores que le puede servir muchísimo para enfrentar las situaciones delicadas que se van a venir a futuro. Mucho cambió desde la vieja crisis, pero otras cosas siguen igual. Hoy la gran mayoría vive presa entre el cielo y sus propias casas, por decreto del coronavirus. Cerca del 48% de las 10 millones de transacciones mensuales que se venían realizando en el banco son efectuadas ahora mediante internet y canales digitales. Ahora, las proyecciones más pesimistas hablan de una caída de hasta el 10% en el PIB. Se viene un nuevo fin del mundo. Muchos temen que sea peor y vuelven sobre el recuerdo de la primera debacle. Algunos señalan a los banqueros como responsables, y esperan de ellos una especie de salvavidas, como el que ellos recibieron. Pacheco abordó el tema de frente, apenas nos sentamos a hablar. −Viene una crisis y esta, como la que nos tocó, no es culpa de la estupidez de nosotros los administradores. En realidad fue una coyuntura del país. El sistema UPAC, como un todo, colapsó. Como está pasando hoy: no es culpa de un negocio, sino de unas condiciones externas que cambiaron las cosas. A mí me dicen que el Gobierno salvó a los bancos. Hombre, no. Los bancos todos los meses depositamos una plata en Fogafín, para cuando haya una crisis. El Gobierno nos presta una plata que nosotros mismos venimos ahorrando. Desde el despacho del presidente del Grupo Colpatria, la carrera séptima es apenas una serpiente que se hunde en medio de las desoladas calles del Centro de Bogotá, con pequeños microbios reptando sobre su piel. Aunque el cielo está despejado, las gafas se empañan con cada exhalación contra el tapabocas y toca quitárselas para precisar bien los buses y taxis que ruedan a más de 100 metros por debajo. Desde aquí, Pacheco ve venir otra crisis, cuya realidad calcula que se empezará a ver entre agosto y septiembre. El Gobierno diseñó con los bancos un programa de alivios, por el cual se les han reestructurado casi 14 millones de créditos a los deudores colombianos. Son unos $205 billones reestructurados, algo cercano al 19,33% del PIB. Se difirieron las deudas por algunos meses. Se está cubriendo, por lo pronto, lo que se está dejando de pagar. Pero los plazos se acaban, y el virus permanece. −Usted tiene que ser consciente de que eso es así, y que la prioridad del banco hoy no es su actividad comercial. La prioridad es cobrar, arreglar situaciones y mover a la gente. Su semblante no es de hombre preocupado. Incluso a veces se le escapa una sonrisa, entre nerviosa y emocionada, como la de un veterano presintiendo el aliento de un toro bravo. O tal vez su papá, con su ejemplo, le dejó una luz que se prende cuando toca avanzar en las tinieblas, un poco a ciegas: dedicarse a hacer bien su trabajo. −Tenga confianza en usted. Tenga confianza en su negocio, y tenga confianza en este país. Esta es una situación de un país, entonces aquí nos vamos a recuperar. Estamos metidos todos en este ‘tierrero’, pero yo estoy seguro de que dentro de dos o tres años este país va otra vez hacia arriba. La vida tiene sus balances, sus equilibrios y sus justicias. Vacas gordas y vacas flacas siempre habrá. Volver a la página principal del especial Colombia en movimiento. *El artículo fue modificado de su versión original para aclarar que el Banco de Colombia no fue adquirido por el Estado en la crisis de 1999. Este evento se dio en la década del 80.