Los secretos de la 'reingeniería santista'. Ese fue el título de un artículo publicado por el diario El Espectador hace dos semanas, en el que a través de un juicioso trabajo de reportería se reconstruyó lo ocurrido en una reunión llevada a cabo en el Club Metropolitan entre la bancada de la U y su candidato Juan Manuel Santos. En esa reunión, realizada una semana antes de que este anunciara los cambios de su campaña, motivados por una baja sensible en las encuestas electorales, no solo se cantaron verdades, sino que se acordaron las nuevas directrices para frenar el auge de la candidatura de Antanas Mockus. "En la reunión se oyó de todo", dice El Espectador. Hubo alguien que, incluso, dijo que Mockus tenía un acuerdo con una corte para cerrar el Congreso si llegaba a ser electo. Otro precisó que Antanas no quería a la región Caribe y no faltó el que prometió todos los contratos de Mockus cuando estuvo de alcalde para "hacerles inventario". En síntesis, dice El Espectador, "se concluyó que hay que repetirle a la gente hasta el cansancio que Mockus es ateo en un país que cree en Dios, que quiere acabar con los parafiscales, que dijo que iba a extraditar a Uribe -frase que él nunca pronunció- y que va a aceptar a los del PIN". Esto sin mencionar el ofrecimiento que Lucero Cortés, la representante de la U, le hizo a Juan Manuel de "prepararlo para llorar por las mujeres jóvenes embarazadas, en un comercial o en una intervención ante los medios", dizque con el propósito de contrarrestar la campaña de Mockus que ha sido exitosa en concitar el apoyo de las mujeres jóvenes y de los artistas. El artículo pasó relativamente inadvertido, pero no fue desmentido ni por la U ni por su candidato a pesar de que en el fondo era una aceptación de que el replanteamiento de la campaña de Juan Manuel iba dirigido a activar todos los ingredientes de una campaña negra, comenzando por el del cinismo -mientras acordaban los ataques contra Mockus, Santos proponía un muro de la infamia en su página web para denunciar la propaganda negra-. No habría vuelto a recordar este artículo de no ser porque casi todo lo que El Espectador contó sobre lo acordado en esa reunión del Metropolitan está sucediendo casi que al pie de la letra. Hay vallas en todo el país con la frase de que Mockus va a extraditar a Uribe, y esta afrenta -porque ya lo es- se viene usando para infundir miedo entre los indecisos con una eficacia solo superada por la acusación de que Mockus es ateo. Los contratos de Antanas han sido puestos en el banquillo por plumas uribistas, aunque sin mucho éxito, y solo falta que se convierta en verdad el rumor según el cual Mockus en una conspiración con una corte va a cerrar el Congreso, para cumplir lo que se acordó en esa reunión del Metropolitan. Había descartado la llorada en público de Juan Manuel porque no creía que su sentido del ridículo lo llevase a esos extremos, hasta que vi el programa de José Gabriel. Si nos atenemos a los últimos resultados de las encuestas, esta campaña negra parece haberle funcionado. En menos de dos semanas logró arrinconar a Mockus. Hoy lo tiene a la defensiva respondiendo infundios con el agravante de que cada vez que los aclara se enreda aún más. De haberse declarado escéptico en el tema religioso pasó a decir que estaba pensando en casarse por lo católico, y me atrevo a decir que el portazo injustificado que le dio a Petro tuvo que ver con el hecho de que Mockus piensa que no puede acercarse al Polo porque les daría la razón a los uribistas que lo señalan de chavista desde que él dijo que respetaba al mandatario venezolano por ser un gobernante elegido democráticamente. (Para efectos de la campaña sucia Petro es lo mismo que Chávez). Santos con su campaña negra ha sacado a Mockus de su agenda, y guardadas proporciones vuelve a sucedernos lo que ocurrió en la campaña de 2006, cuando se recurrió al desprestigio de los contrincantes del presidente Uribe, y mientras el DAS los 'chuzaba', desde el gobierno se compraba la reelección del Presidente a cambio de prebendas en el Congreso.Si los verdes no reaccionan a tiempo pueden terminar estigmatizados, acorralados y cuestionados en su dignidad. El uribismo reconcentrado nos ha robado la capacidad de reflexionar sobre estos ocho años. Que el santismo no nos robe la posibilidad de ejercer hacia el futuro la política de manera limpia. Sin trampas ni picardías, ni pícaros que las alienten.