El escritor, editor y docente, co-fundador del Proyecto Gabriel García Márquez de la Universidad de Colorado y profesor de la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional, Conrado Zuluaga, dirigirá  un viaje por la vida y la literatura del nobel colombiano. El curso de Obra Semana será un recorrido de diez sesiones (20 horas) por las obras de García Márquez: desde Cien años de soledad hasta Vivir para contarla. ¿Por qué considera importante dictar este curso sobre García Márquez? Hay cuatro razones principales por las que considero importante dictar este curso: 1. Gabriel García Márquez es el escritor colombiano más importante del siglo XX 2. Siempre he creído que el mejor sitio donde se puede conservar a un escritor no es en un museo, ni en una casa museo, ni en un mausoleo, sino en la memoria de quienes lo leen. 3. Porque es un clásico y como clásico siempre nos enseña algo aunque lo hayamos leído una y otra vez. 4. Porque es el escritor más popular en lengua española después de Cervantes.  ¿A quién va dirigido el curso? El curso está dirigido a todos los que les gusta viajar y a todos los que les gusta soñar. Leer es viajar o pasar vacaciones de la mano de otro. Eso es leer. ¿Cómo va ser la metodología del curso? Yo voy ir hablando y se supone que todos tienen que llegar habiendo leído. En cinco semanas uno se puede leer cinco libros; ese ritmo no se aguanta todo el año, pero sí durante cinco semanas. El primer día decidimos a qué ritmo leemos. Yo mientras tanto iré hablando de su vida pública, como se hizo escritor, su trabajo como periodista, etc. ¿Qué expectativas debe tener el lector antes de enfrentarse a la literatura del nobel? Yo pienso como Pessoa, el poeta portugués, que decía que “leer es soñar de la mano de otro”. Eso es lo que pretende este curso. Además, los lectores deben estar preparados para pillarse ciertas claves y encontrar sentido a ciertos de sus textos. ¿Dónde nace su pasión por la obra de García Márquez? Yo no pretendo ser de esas personas que dicen que lo leyeron a los diez años y quedaron pasmados por su literatura. Seguramente lo leí en el colegio y después retomé la lectura de sus textos como estudiante de Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes, pero ahí tampoco me asombró ni fui capaz de apreciarlo lo suficiente. En los setenta, cuando me convertí en profesor, empecé a investigar más sobre él porque me llamó la atención y me empezó a atraer cada vez más con más fuerza. Estudié su obra y se fue volviendo como un vicio. Me dediqué a leerlo en todo: periodismo, novelas, cuentos, etc. ¿Qué visión cree que tienen los colombianos del nobel? ¿Cree que sigue siendo tan admirado como lo fue hace treinta años? Es posible que sea igual de admirado y querido como lo fue hace treinta años cuando obtuvo el Nobel, pero eso a mí no me afana. No me importa el número de fans que tenga, sino el número de lectores. La escritora italiana Natalia Ginzburg lo leyó en algún momento y dijo que cuando empezó el libro pensó que se iba a aburrir, pero sucedió todo lo contrario. Lo leyó con mucho fervor y afirmó que lo único que le preocupaba es que no lo leyera más gente. En fin, no me importa cuántos seguidores pueda tener, me importa cuántos lectores quieran leerlo. ¿Cómo conoció a García Márquez? ¿Cuál fue su relación con el escritor? A él lo conocí muy tarde porque siempre me negué a asistir a esas reuniones que se inventan los amigos y a las que me invitaban con el pretexto de que ahí estaría García Márquez. Casi diez años después del Nobel, yo iba saliendo de la Fundación Santillana y el venía entrando con el periodista Guillermo Rodríguez. Yo saludé a Guillermo porque nos conocíamos, pero como a García Márquez no lo conocía no lo saludé. Rodriguez se puso pálido de la pena y me preguntó si nunca nos habían presentado y le dije que no. Entonces García Márquez extendió su mano y dijo que eso se solucionaba muy fácil. Cuando le dije que mi nombre era Conrado Zuluaga él se sorprendió y contestó “¡llevo casi veinte años leyéndote!” a lo que yo respondí que era yo quien llevaba veinte años leyéndolo a él. Después de eso hablamos más que todo por teléfono, cada tres o cuatro años. No era muy seguido que nos viéramos tampoco, pero siempre fue deferente conmigo. No me puedo quejar, nunca me trató mal. Cuando nos veíamos hablábamos de sus libros, de lo que había publicado, de literatura. La última vez que lo vi fue en 2007 en Cartagena. Él estaba sentado en el patio del Santa Teresa y había una fila de gente que querían saludarlo. Yo me metí en la fila y resulté ser la última persona. Cuando llegué me presenté nuevamente y me invitó a sentarme con él en la otra esquina del patio, lejos de las personas que lo estaban acompañando, y les dijo a sus amigos que “tenía que confesarse” conmigo. Cuando nos alejamos y empezamos a conversar me comentó que no quería escribir más y le dije que eso era decisión suya. Luego me preguntó “¿y si se me ocurre algo que me guste?” y yo le dije “¡pues lo escribe y ya!”. Estuvimos ahí un rato y hablamos sobre las ganas de escribir y sobre el homenaje que acababa de recibir. Mientras tanto los fotógrafos nos tomaban fotos y recuerdo que García Márquez me dijo “mírelos…están como locos por saber de qué estamos hablando”. Después de ese ecuentro nos mantuvimos en contacto a través de su representante, pero no volvimos a vernos. ¿Cuál es el Gabo desconocido que descubrirán los asistentes? Es un Gabo que todos hemos visto, pero no lo hemos hecho consiente. El Gabo desconocido es el Gabo de cada libro, pues en cada uno de estos es diferente. Es un tipo que en cada libro que escribió se puso el desafío de escribirlo de una manera distinta. Inscríbase al curso 'Leer a Gabo' aquí.