Dolores Reyes (Buenos Aires, 1978) lleva a Cometierra tatuada en su antebrazo. Tiene el cabello muy oscuro y una sonrisa espontánea que se despliega tranquilamente, como si sus manos, su mente y todo su cuerpo no hubieran creado una novela que nos arrastra, con lenguaje de tormentas, a un mundo donde el feminicidio y la hostilidad conviven con la inocencia y el desamparo de una niña vidente. Es argentina, feminista, docente y madre de siete hijos que la acompañan en su viaje como escritora. Cometierra es su primera novela. Cuando Cometierra tragaba tierra, se le aparecían las personas perdidas y los hechos secretos en forma de visiones iluminadas y descarnadas, así supo que su papá había matado a golpes a su mamá. Así supo dónde estaba su maestra Ana y constató que nunca tendría hijas pues las mujeres, simplemente, desaparecen. Cometierra es una niña especial, inquietante e inocente. ¿Cómo fue la construcción de ese personaje? Lo principal fue, desde el comienzo, tratar de ponerme en la carne de Cometierra, en lo que ella está viendo y sintiendo. Estar desde esa perspectiva, dentro de ese cuerpo flaco y a la vez sensual, me permitió observar cómo se movía el resto de su universo que entra y que sale de su vida, que la busca y otras veces es muy hostil. Ella es indiscutiblemente el centro de ese universo y por eso la novela lleva su nombre. Cometierra es la historia de una vidente, de su relación con la tierra y con los otros, los que la están buscando, los que la necesitan, los que la demandan y los que son agresivos con ella. Cometierra es un nombre muy fuerte. Es un nombre dual que expresa su don de la videncia y a la vez el señalamiento negativo relacionado con que comer tierra es sucio, que hace daño, que hace doler la panza. ¿Por qué decidiste narrar en primera persona? Me pareció absolutamente necesario para construir una voz con mucha fuerza. Fue un trabajo intenso con el lenguaje, con la palabra justa, siempre calculada para incrementar la potencia de lo que Cometierra dice y sus diálogos con los demás. Por eso es una novela de capítulos cortos, porque me interesa que impacte sobre el lector. También se suma el lenguaje poético, la concentración de significados, la búsqueda de la palabra exacta para dar voz particular a cada uno de esos jóvenes que están tan castigados por la vida a los que imaginaba muy reticentes, hablando sinceros, justos y brutales, sin vueltas, muy auténticos y muy al punto. ‘Cometierra‘, un fragmento de la ópera prima de Dolores Reyes ¿Cómo llegó Cometierra a poseer un lenguaje directo y llano, pero también poético? Fue una búsqueda. Muchas veces hay un menosprecio hacia el lenguaje de los jóvenes que viven en los sectores pobres de las ciudades, mientras a mí me parece que expresan una sensibilidad más pura, más honesta, más sincera, más sin vueltas, y que por eso no necesariamente son voces o sensibilidades pobres o no inteligentes. Los personajes de Cometierra, su hermano, sus amigos, su amor, viven un montón de precariedades relacionadas con su vivienda, con sus familias y recursos, pero logran funcionar y dar respuesta a un montón de situaciones. Ellos se vinculan entre sí desde la riqueza de los sentimientos, desde lo inocente y lo genuino. Todas esas experiencias, aunque se den en la precariedad, no son pobres y descarnadas, pueden ser opulentas sensorialmente: lo que le pasa a Cometierra en las piernas al estar sentada sobre la tierra de su jardín, lo que “ve”, lo que le indica el más allá. En Cometierra tocas temas sobre los cuales la sociedad tiene muchos prejuicios: la violencia contra la mujer, contra los niños, la pobreza urbana, la capacidad de adivinar, de ser vidente. ¿Hay una búsqueda especial detrás de la selección de esa selección? Siempre trabajo con la voz de los otros, los que piensan que la gente pobre es fea, desagradable, es poco inteligente. Yo siempre quise destruir todo eso y construir otra cosa sin caer en el golpe bajo, en el lugar común. Simplemente contando una historia que va por otro lado y que tiene que ver más con la valoración de los cuerpos femeninos en su totalidad. Cometierra siempre está diciendo que la desprecian por comer tierra, por tener mugre en los dedos y en las piernas, pero ella se ubica en otra perspectiva, nunca pasa factura. Cuando las personas que quieren saber la vienen a buscar, es súper generosa incluso con gente que la prejuzgó, ella se hace cargo de su don y en ocasiones elige contarle otra cosa a las madres que vienen preguntando dónde estarán sus hijas, por las mira con un sentimiento piadoso. Esta es tu primera novela. ¿Cómo ha sido tu viaje como escritora? El viaje mío fue enorme, todavía no termina, con Cometierra descubrí la forma de mi escritura. Comenzó con algo muy chiquitito que fue la imagen de ella, la hija de un feminicidio, comiendo tierra en el cementerio. Luego se me ocurrió que al hacerlo, ella podía ver más allá, justamente porque es una tierra que está en contacto con otros cuerpos. Después todo fue creciendo y aunque ni siquiera tenía el libro en mis manos, ya se habían comprado los derechos en un montón de países. Pero donde tengo muchísimas ganas de que se lea es en América Latina, que es el territorio Cometierra por la relación de los cuerpos con las tragedias y desapariciones, con los feminicidios bestiales que padecemos. El Caribe y las heridas coloniales: Maribel Abello y Dionne Brand en el Hay Festival 2020