“América Latina es invisible para gran parte del mundo”. Aseguró el escritor Eduardo Lalo el miércoles en el Centro Cultural García Márquez donde se realiza en Festival Visiones de México. “Y el caribe es mucho más invisible. Puerto Rico aún más”. Lalo criticaba la visión artificial del Caribe que se construye desde afuera -“no es una playa con piñas coladas”- porque choca con creaciones artísticas que dan cuenta de una realidad que no se ajusta a ese molde que lo reduce a la playa, la brisa, el mar; el paraíso. Lalo, ganador del premio Rómulo Gallegos en 2013 por su novela Simone, reivindicó la escritura como un oficio que exige disciplina y paciencia. “La escritura como toda actividad requiere una repetición constante” dijo ante la pregunta que sobre su método de escritura le hizo el crítico literario Felipe Cammaert, encargado de la ‘entrevista abierta’. Lalo aprendió esa disciplina después de un accidente que lo privó de hacer ejercicio, y en “la convalecencia” en el cuarto del hospital primero, y en su casa después, aprendió a leer críticamente. “La escritura, como toda actividad, requiere una repetición constante” dijo Lalo. Repetición y soledad. Por eso suele escribir con plumas estilográficas porque ver la tinta secándose sobre el papel “crea una intimidad similar a la que tiene el músico con su instrumento”. Ese es el primer paso al que le sigue una larga edición que empieza cuando pasa los textos al computador. Sobre sus influencias, Lalo evitó demostrar su bagaje citando una lista de autores. En cambio mencionó como influencias más importantes aquellos escritores que no le gustan. “Porque me muestran lo que no quiero hacer y me motivan a crear una obra que vaya en otra dirección”. Antes de terminar Lalo lanzó una crítica al estado actual de la difusión de la literatura. “Creo que hace mucho daño el mercado. Y cada día más. En la medida en que unos pocos poderes económicos son los dueños de editoriales cada día más poderosas, que determinan el flujo de la escritura. (…) En el mundo del libro estamos en un momento peligroso. Hay unas fuerzas tremendas que están uniformizando la escritura. Ya pasó con el cine, ya pasó con la música. Eso le hace un daño terrible a la literatura y al libro. Porque lo empobrece. Nos hunde en la depresión de no poder encontrar algo diferente”.