La mañana del 7 de enero del 2015, Catherine Meurisse, que estaba sufriendo los efectos de una ruptura sentimental seguida de una mala noche, no despertó a tiempo y llegó tarde a la reunión editorial del semanario francés Charlie Hebdo. Esa mañana, el semanario sufrió un atentado terrorista que acabó con la vida de doce personas, entre ellos sus compañeros de trabajo; los dibujantes Charb, Cabu, Tignous, Honoré y Wolinski. Le puede interesar: París, 07/01/15, 11:30 a.m.A partir de ese momento, Meurisse, de 35 años, sería una de las supervivientes y su vida cambiaría producto del trauma. Ella sufrió una disociación que le hizo perder todo entusiasmo por su trabajo y se vio encerrada en diferentes estados que la ahogaron. Y no solo por ese atentado, sino por los atentados posteriores. La depresión, la cura fallida y la evasión se volvieron el centro de su relato. Mientras eso pasaba, Meurisse fue haciendo un diario de ese duelo, el cual nació un día que estaba dibujando en su despacho, como pasó el 14 de noviembre de 2015, el día del atentado en Bataclan, en su escritorio encontró una nota en la que había escrito tres palabras: «Acuérdate de vivir». Lejos de la tragedia que vemos en los medios y de los análisis estancados, el diario terminó convirtiéndose en la novela gráfica La Levedad, editado al español por Impedimenta. En la novela, se ve cómo Meurisse intenta reconstruir su vida, pero también todas las cosas que quedaron canceladas con sus compañeros de trabajo, en la medida que ella va imaginando posibles momentos que pudieron haber sido a través de sus dibujos. Para ello, emprende un camino en búsqueda de la belleza, ya que tal vez le pueda devolver su entusiasmo por la vida y la forma de relacionarse con el mundo que se la ha extraviado y, así, superar el dolor tras el atentado en Charlie Hebdo. Le puede interesar: Francia, entre el miedo y la libertadEl atentado hizo que el cerebro de Meurisse se apagara, que su actividad creativa se diluyera. La pérdida la dejó sin imaginación y sin sueños, y su profesión se murió, algo que la llevó a darse cuenta que la ayuda estaba en el arte, en el dibujo, en la búsqueda de otra lengua que no fomente el odio, en la belleza, en las cosas infantiles, en el amor, que como escribió Svetlana Alexiévich puede salvar a los contagiados por la ira.La levedad no es un diario de lamentaciones o la historia un futuro cancelado, a medida que Meurisse busca algo para seguir viviendo, intenta sumergirse en el síndrome de Stendhal y dedicarse a su reconstrucción. Sus acuarelas y sus trazos apelan al humor para afrontar la tragedia. Meurisse se sirve de la ironía y la sátira para mantener encendido un punto vital, un estado fresco que nos recuerda a la tradición de la nouvelle bande dessinée que han plasmado en algunos de sus libros autores como Lewis Trondheim y Joann Sfar en La mazmorra, o Manu Larcenet en Los Combates cotidianos y los colaboradores de revistas como Fluide Glacial y la misma Charlie Hebdo. Le puede interesar: Imaginación moral: ¿lo que necesitamos en el posconflicto?Con un dibujo sencillo y un trazo fino, Meurisse pone su experiencia como dibujante para transmitir perfectamente su fragilidad tras la rotura. El uso de colores tenues va aumentando gradualmente, algo que se había visto en sus trabajos para el semanario y en La Comedia Literaria, un libro donde cruza literatura y cómic.Además de este libro, Meurisse ya trabaja junto a la cineasta Julie Lopes-Curval en la adaptación al cine de La levedad. Ella aunque ha perdido las ganas de hacer dibujo de prensa, insiste en deshacer su melancolía por medio de libros o películas. Al final de La gran belleza de Paolo Sorrentino el viejo escritor Jep Gambardella, en su último viaje, recita un monólogo en el que dice “Siempre termina así, con la muerte. Primero estuvo la vida. Escondida tras el bla, bla, bla, bla, bla, bla. Y todo sedimentado tras la charlatanería y el rumor. El silencio, el sentimiento, la emoción, el miedo. Los exiguos en inconstantes rayos de belleza.” La misma que Meurisse busca entre la naturaleza y la cultura, entre Stendhal y sus paseos por Roma, la belleza. Esta, aunque escasa, la transforma y le devuelve la levedad. Y tal vez, como escribió Dostoievski en El idiota, la belleza salvará al mundo.
La levedad Catherine MeurisseImpedimenta136 páginas2017Para más de nuestra sección de novela gráfica: ‘La mano del pintor‘: los hombres que retrataron la guerra