Desde mi ventana A la voz de sus sueños silenciosos y dóciles como suelen los condenadosdel borde del sardinel levantan sus traserosdos chicos enamorados Y ocultos tras de los autos casi al desganolos une la despedida:bajo sus pantalones el deseoacecha como un bandido a los jovencitossumidos en un abrazo Lento el andar los tercos ojos que vuelvenvan pues hacia sus casas:a salvo de la noche ¿se acariciarán en sus cuartos solos mediodesnudos sonriendo bajo las cobijas como asustados?7 p.m.:esta hora en que las madres ocultan a los niños En las duchas Porque es un muchacho muy belloy entonces cuesta creer Él riega talco sobre sus piesy quedan huellas en el piso Y sus huellas se desdibujansi uno las roza con los dedos Pero el talco no sabe a nadacuando uno se lleva los dedos a la lengua De verdades como un acto de fe Dulce hermano de los arietes De niño, papá despeinaba mi copete para que yome enojara como un hombre. En los pesados trabajos de su taller de hierros forjórudamente mi cuerpo. A los quince años mis piernassostenían sin dificultad una nevera, y en mi pechohubiesen podido llorar dos o tres muchachas. Allí mismo, en los sucios almanaques Texaco queenvejecían sobre las paredes, él me enseñó el amorpor las mujeres desnudas; y asomado a la puerta delas cantinas donde a veces bebía, aprendí la manerade aprovecharme de ellas. «Pero llegado el día enque tu madre enferme de muerte —me decía ebriomientras los llevaba a casa—, será justo que prefierascuidar de tu esposa». Sin preguntar nada, un día celebró las heridas demi primera riña y, sonriendo, descargó un puñosobre mi pecho. De alguna manera él supo entoncessobreponerse al miedo, y hoy, a mis diecisiete, presumode poder llegar tarde a casa. Oh, Diego, en largas jornadas papá hizo de mí unafortaleza. Y es una maravilla cómo se sostienen susmuros ahora que entras en mí como un duende, ypodemos a solas jugar y amarnos como dos niños. Esta hora de los moteles Sigue por su cintura mi piernay está para mi mano su espalda—arriba mirón el techopara mi corazón su silencio Pero suenan como alarmas terribles en su dulce ensueñolos cuatro golpes firmestras la puerta—¿hemos ya gastado nuestro rato? si sobre el piso al pie de esta cama sucia todavía nuestro deseo permanece tibio entre su pantaloncillo y el mío En un bar mirar parejas, solo Porque uno los ve bailary es como si en otro lugarestuviesen quieto porquegiran hermosamente sus cuerpossobre sus pechos lentosy entonces es como si la alegría En algún giro distraídos te miran sinceramente paraday en el siguiente de ti se olvidan —pero tu mirada persiste en ellos En la jovial frescura de un tragosientes perfectamentetoda alegría como una traición ahoray no entiendes esta sonrisa en tus labiostu amigo muertoesa cerveza fría en tu mano Amor adolescente: ‘Un beso de Dick’, de Fernando Molano Vargas V.I.H. Soy joven y estoy aún, digamos,en ese tiempo inverosímilque para mis mayores ha huido tan de prisa.En mí el deseose encabrita a cada instantede cada noche y de cada día,y bien podría ser recomenzadosin dar, por otra parte, mucho.Así, no tengo por qué pedir la fuerzay el coraje: yo no los tengo simplementey sigo —sin proponérmelo siquieraechando cosas en el talego de mis sueños. Aún conservo —no sé explicar cómouna pizca de esperanza suficientepara creer que serán mejores las cosas—no las mías: las cosas llanamentee intento,aunque no puedo evitarlo a veces,no ser cruel. Pero hacia mí la muerte se apresura.En verdad, hace años la tengopegada a mis talones,soplándome su vaho en los carrillos.Manos arriba contra la pared,apretados los muslos y los ojos, ella me tiene;y aguardo, solo, a que por fin me aseste su triste golpe. ¿Qué espera, pues, la muerte?¿Qué pretende conmigo esa señorasólo rozando mi cuerpo sus tiernos velossin abrazarme?, mientras a mi espalda bulle y me excitala vida,y el amor,y el deseo: los muchachos, el fresco aroma en sus axilas... Me gustaría quedar atrapado en ti Querido Diego, bien sé yo que no me escuchas, tan muerto como estás;pero, ¿no podríamos, en esta noche, juntos soñar que Eres un bello espíritu sentado a mi lado sobre el piso, a orillas de la cama; charlando ingenuamente, como solíamos, los simples asuntos de la vida? Porque aún me rompen la cabeza ciertas preguntasy, ahora mismo, no tengo con quien conversar de mis asuntos. A veces no entiendo nada. Pero aún sigo creyendo que cada cosa, cada temblor, guarda dentro de sí un sentido. Tan sólo no dura mucho. Igual que tú; igual que Luis Jorge, a su modo. Aquí el mundo sigue dando vueltas —sin ti: a mí todavía me resulta extraño—. Los ríos siguen corriendo y no se cansan; florecen las flores y los muchachos;los amigos vienen a visitarme; aún hay problemas en casa. Y a mí todavía el amor me excita: como el de este hermoso chico —sinceramente lo amaba— en cuya despedida he venido a soñar contigo en este tonto escrito de un libro dedicado a ti. Si pudiera ya cerrar la página. Permanecer aquí a tu lado, amor. Al menos déjame darte un beso. Vamos, apresuremos los labios: podría amenazar de nuevo el día... Iván Monalisa Ojeda: escritor, loca y ‘two spirit transgender‘
Todas mis cosas en tus bolsillosFernando Molano VargasSeix Barral, 2019.