El libro de Juan Cárdenas se ramifica como un árbol. Es un libro de cuentos pero también uno de ensayos pero también uno de autoficción, como las ramas que salen del centro del tronco hacia afuera, hacia los bordes. En él hay historias sobre mujeres y hombres que buscan artefactos interestelares a las afueras de Popayán, que recorren trochas a medianoche deseando el cuerpo de otro, que reflexionan sobre la divinidad del banano, sobre la obra del uruguayo Felisberto Hernández, sobre las disputas entre el arte y la literatura. Como si todo esto se tratara sobre el acto de observar lo que está frente a nosotros, pero también lo que se esconde en otro pliegue de la realidad. En “Calibán”, una de las historias, el narrador encuentra un tocadiscos que bajo cierta circunstancia repite voces que parecen de “fantasmas atormentados”. Dice: “(…) y a mí ese hilo de chistes machistas, racistas, homófobos, esa antología del fascismo tropical, escuchada en el tocadiscos, me sonaba como las cosas que alguien te susurra en un sueño”. Para Cárdenas, la ciencia es una forma de aproximación al conocimiento de todo lo visible y lo invisible. Es decir: una forma de entendernos en relación con algo más. La cita continúa: “Como si el curioso fenómeno electromagnético pudiera revelar que las palabras que se dicen en la radio en realidad vienen del inconsciente, de modo que, durante un buen rato, utilicé el tocadiscos, no tanto para escuchar los discos, sino para escuchar la radio de mi propio horror interior, las señales de radio que me enviaban desde el país de la pulsión de la muerte”. Y así como este, todos los personajes del libro están inmersos en un movimiento que oscila entre lo que son y lo que han dejado de ser por falta de comprensión. La de aquí es la ciencia de lo inexplicable. Por eso a los narradores no les cuesta creer en extraterrestres, brujas, fantasmas o hechizos y encantamientos: su propia vida parece inscrita dentro del terreno de lo paranormal. En Volver a comer del árbol de la ciencia (2018) los argumentos son excusas para pensar. Bueno, como casi en todo libro de Cárdenas (de pronta publicación bajo el sello Tusquets), que se toma muy en serio aquello de irse por las ramas. En la mezcla de géneros de cada texto parece destacar el ensayo, tal vez, por ser la textualidad más cercana al quehacer científico, pero no al de la ciencia académica y acartonada sino a eso que parece ser el lado B del casete. Eso que hace falta observar con todo el cuerpo, incorporando no solo la vista sino también el tacto, el gusto, el oído y el olfato. Tal como hacemos al leer y al recordar, nos dice Cárdenas. O al escribir: “la escritura siente atracción por los bordes, la escritura se desborda, como queriendo dejar de ser escritura, como queriendo volverse tinta, papel, imagen, voz, sonido, olor, presencia”. Así las cosas, si este libro es como un árbol, entonces en el tronco reposa la palabra oral y escrita, esa que usamos para contarnos, pero sobre todo para pensarnos. Le puede interesar: Juan Cárdenas regresa al pecado original
Volver a comer del árbol de la cienciaJuan CárdenasTusquets175 páginas.