Nació en Cali hace 31 años y dice que la música siempre ha estado presente. Lina González Granados estudió piano y luego dirección. Ahora cursa su doctorado en Boston University y fundó Unitas Ensemble, una orquesta de cámara especializada en repertorio latinoamericano. Con esta labor obtuvo un reconocimiento dentro de los treinta jóvenes más influyentes de Massachusetts (30 under 30) en 2016. Y, recientemente, grabó con su orquesta el primer álbum en compañía de Saul Bitran (ganador de dos premios Grammy).González es la primera hispana elegida por la maestra estadounidense Marin Alsop como ganadora de la Taki Concordia Fellowship para las temporadas 2017- 2019, un premio que incluye compromisos con varias orquestas y asesoría profesional para mujeres directoras que empiezan su carrera profesional. También fue seleccionada dentro de un grupo de seis directoras que llevan la batuta de The Dallas Opera. La directora le cuenta a SEMANA sobre sus logros y proyecciones.SEMANA: ¿Cómo empezó su trayectoria en la música?Lina González: En mi familia no había nadie más que estudiara música. Todos son médicos, ingenieros o tienen perfiles parecidos. Pero de todas maneras siempre hubo música y yo empecé a estudiar piano desde pequeña, aunque ya con más seriedad desde los catorce años. Luego entré a la universidad y, como yo soy hija única, quería estar con la gente. Me tocaba encerrarme a practicar piano hasta que me di cuenta que quería y necesitaba trabajar y fortalecer las relaciones que la música me permitía tener. Entonces cuando tenía diecinueve años me cambié a estudiar dirección.SEMANA: ¿La afecta en su profesión el hecho de ser mujer dentro de un gremio que es evidentemente masculino?L.G.: Es una pregunta muy difícil, y también muy personal. No sé si aplique en general pero mi respuesta es sí. Y aplica para todas las nacionalidades. Vivimos en un mundo en donde se necesita normalizar la posición de la mujer en una situación de liderazgo. Y esto es aun más lento en la dirección de orquesta porque es un liderazgo en tiempo real. Todas las colegas que conozco a nivel internacional han tenido que salir a buscar experiencia en otros lugares.SEMANA: ¿Cuáles han sido sus referentes y maestros?L.G.: Mis tres mentores principales estudiaron con Leonard Bernstein, puedo aprender de diferentes personas y cada una me enriquece infinitamente. Si no fuera por eso tal vez nunca hubiera conocido, por ejemplo, a Marin Alsop, que ha sido una de las responsables de que mi carrera tenga notoriedad; con ella estaré de directora asistente con la Orquesta de Chicago este verano en el prestigioso festival de Ravinia. He estado bajo la instrucción de maestros como Jim Ross y Bernard Haitink en el Festival de Música de Lucerna en abril de 2017. También he recibido clases con Kenneth Kiesler, Andrés Orozco-Estrada (colombiano), Mark Gibson y Benjamín Juárez Echenique, entre otros. Gracias a grandes ejemplos en mi vida como Marin, Alondra de la Parra y otras colegas, ha sido posible ver el otro lado de la historia, donde no es imposible tener un lugar en la gran esfera de artistas.SEMANA: ¿Cómo es la conexión que siente con la orquesta cuando se para en el podio y empuña la batuta?L.G.: Definitivamente es un privilegio enorme poder liderar un proceso artístico tan importante y a la vez tan complejo como es un concierto con una orquesta. Aunque mis niveles de concentración son altos, la adrenalina y las emociones que cada género me hace sentir siempre están presentes, pues es imposible comunicar sin sentir. Entonces siempre me conecto con la esencia de la música, a veces es felicidad, a veces es tristeza, en general son muchas emociones al mismo tiempo.SEMANA: ¿Su forma de dirigir cambia según la orquesta?L.G.: Creo que todas las orquestas tienen algo en común que es hacer música al mejor nivel posible. Musicalmente, incluso de ciudad en ciudad, es completamente distinto. La orquesta de Dallas, por ejemplo, reacciona un poco más lento a la información de la Batuta que la Orquesta de Lucerna en Suiza, para la que todo pasa muy rápido.SEMANA: ¿Cómo ve el panorama musical en Colombia?L.G.: Trato de seguir de cerca los procesos que suceden en Colombia y también con la diáspora musical colombiana en el mundo. Creo, con satisfacción, que hay ciudades donde el compromiso artístico y ciudadano es muy alto, y por eso se puede hablar de progreso. Desde afuera veo con orgullo y felicidad el crecimiento de los movimientos artísticos juveniles y el nivel del repertorio de las orquestas que es superior a lo que pasaba cuando me fui. Hay procesos muy importantes en Bogotá y Medellín, y aunque nunca he participado en el Festival de Cartagena, definitivamente es un espacio que ha puesto a Colombia en el panorama mundial. Cuando viajé a Nueva York y a Boston, salí en busca de oportunidades que definitivamente no existían (al menos en Bogotá, que fue donde estudié). Pero ahora, mis colegas directores colombianos tienen muy buenas oportunidades de estudiar en el país antes de salir, si eso es lo que desean. Tengo un propósito que es ayudar con mi historia a los jóvenes colegas del país. Además, se necesita apoyo para nuestras mujeres compositoras, directoras y solistas; yo, por ahora, lo hago desde la distancia. Pero volver siempre es el mayor mérito.