Muchos en Colombia suponen que el 'espíritu distinto' se respira en el aire de esta región. Otros creen que por nacer en estas tierras hacen parte de una genética feliz que agrupa los cromosomas de la mentalidad empresarial en "una raza superior" de colombianos de primera clase, "antioqueños a mucho honor".Otros colombianos, desde afuera, piensan y preguntan: ¿qué tienen de especial estos antioqueños creídos? Actúan como si fueran distintos, como si ellos no formaran parte del declive anímico, de la impotencia colectiva que llamamos colombianidad. Esta diferencia regional produce odio y amor. Para los propios antioqueños es un mito, aunque también la diferencia la hacen los hechos. Nadie sabe definir qué es 'el empuje paisa' pero, cuando menos, es una curiosidad. Es una tradición que ha fabricado la costumbre de actuar muchos años en el mismo sentido, sea por el empeño de no traicionar el mito o, a veces, por el hábito de sentirse mejores, como una vocación de calidad intrínseca, que termina confundiéndose con falso orgullo. El falso orgullo de 'la raza antioqueña' es en el fondo un complejo. Estigmatizador como todos los que presuponen a un ser 'superior', por su piel, origen o condición, sin que haya mérito propio, por pura ficción. El orgullo paisa ha sido alentado por personas que tienen nostalgia de grandeza y nobleza, de un tiempo ido, sin tener un presente digno. Hablan de arrieros, de colonizadores, de una epopeya de campesinos ávidos de tierras, aventuras y propiedades, que salieron de Antioquia y llegaron hasta donde su ambición les alcanzó, con un carácter de apostadores codiciosos, improvisadores recursivos para hablar y trabajar e irrespetuosos con la naturaleza "que estorbara". La hipérbole paisa, la pasión por exagerar, es característica y contrasta con el modo de hablar en diminutivo, disimulado con eso de decir "hacéme un favorcito", "regalame un tintico". La exageración paisa pregona la Catedral de Medellín como "la de ladrillo cocido más grande del mundo", la piedra del Peñol como la más grande del mundo y muchas otras exageraciones de ese calibre. El deseo de ser importantes, distinguirse y superar complejos se esconde detrás del diminutivo y se expresa en la grandilocuencia. Lo malo de esta tipificación del empuje paisa es que desconoce un pasado honroso, del que todavía quedan vestigios de una consistente organización social. Existieron unos dirigentes privados y públicos que se propusieron durante un siglo dimensionar la región, darle identidad y erigir el prototipo antioqueño de austeridad, trabajo, honradez, dedicación, en función del mejoramiento social, sin la obsesión del lucro como es ahora. Aquel 'empuje paisa' del arriero olvida que hubo también un proyecto ciudadano, político, militar, intelectual, científico, artístico, que logró darle a la región un empujón y que a pesar del frenazo sufrido en este siglo XX aún le da una ventaja comparativa. El proyecto regional de los intelectuales antioqueños del siglo pasado y principios del siglo XX sumó una constelación de inteligencias con valor personal puestas al servicio de la sociedad. Personas como Manuel Uribe Angel, médico que puso al día la ciencia identificada con su medio; Pedro Justo Berrío, que impuso el sistema de educación prusiano; Rafael Uribe Uribe, militar que conoció de agricultura y desarrollo del país; Juan del Corral, dictador que declaró la independencia local y dio libertad a los esclavos; decenas de intelectuales que produjeron corrientes de ideas y las publicaron: entre ellos José María Faciolince, que creó Los amigos del país; o Fidel Cano, maestro librepensador, que orientó la independencia política y social; Mariano Ospina Rodríguez, quien hizo una constitución de Medellín con proyecto educativo; la Universidad de Antioquia, que hace 200 años se convirtió en polo de desarrollo. Una lista, en fin, que pasa por Carlos E. Restrepo y cientos más, armaron una conciencia y una diferencia regional. Pero luego una lucha clerical y anticlerical, de sectarismos, retrocedió el avance. Sumió a la región en pugnas por el poder, en la 'antropofagia' entre antioqueños, que es la cara oscura del empuje paisa y del proyecto civilizador que alentaron estos pensadores y dirigentes. Testimonio del alto nivel de conciencia alcanzado son las obras de Tomás Carrasquilla y su identidad regional; Francisco Antonio Cano y la saga de artistas de significado universal hasta Fernando Botero; la ciencia que tiene en Antioquia alcance local e internacional y une a Manuel Uribe Angel con científicos como la doctora Angela Restrepo en el Centro de Investigaciones Biológicas, o los médicos del Grupo de Trasplantes, cabezas visibles de la ciencia en Colombia. Hombres cívicos concibieron la Sociedad de Mejoras Públicas y trazaron un derrotero de progreso a los gobernantes locales y avizoraron lo que hoy es Empresas Públicas de Medellín. Visionarios pioneros de la industrialización antioqueña lograron lanzarse en los años 20, con escasos recursos salidos de la pródiga minería, del incipiente comercio, del cultivo del café, a conseguir maquinaria y técnicas que este país no tenía. Crearon empleo y generaron riqueza, desarrollo social. El opuesto a la codicia reciente de magnates ilegales, con su ignorancia de todo lo que no es "el negocio", y que llevaron por unas décadas la región al traste. La transformaron en primera generadora de violencia en el país porque su ambición de dinero se multiplicó por millardos. Nació el reconocido arquetipo del paisa ambicioso, ignorante del otro, de sus derechos y capacidades, que se multiplicó a una velocidad que la sociedad no pudo controlar. Exterminadores, antisociales, ricachos de cuello blanco y manos negras, de espíritu corruptor: el virus más contagioso conocido.El malentendido del empuje paisa como una 'avivatada' produjo los narcotraficantes como alumnos aventajados de esa intrepidez de otro signo: con artículos y comercio ilegales fueron capaces de producir el volcamiento de los valores en una sociedad antes austera, industriosa, recatada que, en la danza de los millones, reventó en cientos de violencias represadas. Los antioqueños se desconcertaron con los efectos indeseables del 'empuje'. Aquella "Antioquia grande y altiva", que corresponde al collar de arepas con que condecora ciclistas, toreros, pintores y a todo visitante que acepte esta capacidad para ser típicos, folclóricos, simplistas y exagerados, miró esta cara oscura.Después de reconstruir la autoestima la región muestra el 'empuje paisa' con la ciudad más contemporánea en infraestructura. Y es cierto: metro, vías rápidas, túneles, Empresas Públicas y servicios extendidos, saneamiento del río en plantas de oxigenación, distancias aún llevaderas, un gran museo Botero y una ciudad cultural, en la que quiere transformarse Medellín, para asomarse distinta al próximo siglo, con un proyecto colectivo que atienda necesidades de todos y no alimente más el desequilibrio. Por ahora la suma de ciudadanos contemporáneos y campesinos implantados en la ciudad a la fuerza han formado este Medellín actual. Verde por su siembra de árboles, sus montañas eternas y cambiantes, su clima exuberante de lluvias y soles; su peculiar clase dirigente, parca y reñida con el destino público, que sufre las consecuencias de su encerramiento dentro de los límites de los balances de sus empresas; de sus políticos, venidos de clases excluidas; unos más, otros menos, todo eso forma la Medellín de hoy, y con ella Antioquia pretende llegar mejor al siglo XXI, ansiosa de estar de primera en la fila. *Ana María Cano Periodista Editora y cofundadora de La Hoja de Medellín solidaridad