Fonseca trazó el mapa de ruta de su carrera entre los años 2002 y 2006. Primero, con un disco homónimo que hizo aportes a la fusión de los géneros tropical y pop; y luego con el álbum Corazón, donde incluyó el tema Te mando flores, considerado el gran despunte de su éxito artístico. El bogotano alcanzó la consagración en corto tiempo, pero sin perder de vista el dinamismo propio de la industria musical, que a semejanza de Club Colombia, la máxima expresión de la maestría cervecera de nuestro país, vive en permanente crecimiento y capacidad de transformación. No en vano, cada botella es una partitura que evoca esfuerzo, trabajo arduo, conocimiento y pasión. Con esta cerveza, en sus presentaciones dorada, roja y negra, se han hecho las cosas bien: desde la selección de los ingredientes de la más alta calidad, hasta servirla de manera perfecta. Han sido casi setenta años de desafío a la malta para transformarla en una experiencia única y diversa. Y es que cuando las cosas no se hacen bien es mejor no hacerlas. Ahí está el ejemplo de Fonseca, quien en su búsqueda de la excelencia prefiere vivir en continua exploración creativa que quedarse en la zona de confort. Hace poco se arriesgó y reinventó sus grandes éxitos imprimiéndoles un sonido minimalista y sinfónico. Nunca ha sentido miedo a arriesgarse. En cada reto saca lo mejor de sí y demuestra que está hecho de ingenio y temple. Los numerosos desafíos del artista bogotano han sido inspiradores. Además, el cantante, que prende fiestas, que acerca a los enamorados, y que pone en alto el nombre del país por el mundo, siempre dice que con dedicación se superan todos los obstáculos. Su evolución artística es comparable con la de Club Colombia, la cerveza que alcanzó la maestría.  Club Colombia en sus presentaciones dorada, roja y negra: ciento por ciento malta, ciento por ciento maestría.