Hace algunos años, los baby boomers pudieron revivir años felices con la primera versión de Mamma Mía, una comedia musical risueña y amable, muy en el tono del cine feel good que encanta a esos nacidos entre 1947 y 1964. Al fin y al cabo, les permitía recordar, en el ambiente más amable e idealista posible, los hits del grupo ABBA, que edulcoraron sus corazones en los años setenta. Y curiosamente la película terminó por cautivar a generaciones mucho más jóvenes.
A un reparto robusto se suma Cher, cuya voz no ha perdido potencia y quien dinamiza la historia junto a Andy García, que se suma con facilidad al combo de viejos galanes que ya integraban Pierce Brosnan, Colin Firth y Stellan Skarsgard.
Ante su éxito clamoroso, podría decirse que la secuela se había demorado en llegar. La dramaturga Catherine Johnson concibió la historia original en 1997, cuando se propuso escribir el libro/guion para un musical dedicado al grupo sueco, que bautizó como uno de sus más grandes éxitos. El cine tocó a la puerta en 2008, impulsado por Tom Hanks y su mujer, Rita Wilson, en el rol de productores junto a los dos creadores de ABBA, y le cambió la vida. Ahora, diez años después de su debut, regresa a la pantalla grande con Mamma Mía: Here We Go Again. Como era de esperarse la cinta una vez más echa mano a la fórmula despreocupada y revive la joie de vivre que caracterizó a su antecesora y la hizo tan memorable.
Ahora la segunda parte pasa al tablero, y a juzgar por las reacciones de prensa que llovieron esta semana, tras el estreno de la cinta en Londres y en Estocolmo, Mamma Mía: Here We Go Again recarga la experiencia.
Primer baile
A pesar de su estelar elenco, en el que se destacaron Meryl Streep, Pierce Brosnan, Colin Firth, Amanda Seyfried y Stellan Skarsgard (todos regresan en la segunda parte), muy pocos imaginaron que la adaptación al cine, que costó 52 millones de dólares, iba a facturar como lo hizo en 2008, cuando recaudó más de 600 millones. Era cine de nicho, pero el nicho resultó mucho más grande de lo imaginado y sumó a ABBA millones de seguidores de varias generaciones y todas partes del mundo. Esto hizo que pasaran inadvertidas las muchas críticas que despedazaron a la película por ser lo que era. La audiencia, desde sus calificaciones, también desnudó una realidad. La mayoría de puntuaciones fueron de 10 sobre 10, o de 1 sobre 10. Es decir, a Mamma Mía la amaron o la odiaron porque es despreocupada en extremo, no se toma en serio, algo que no le gusta a todo el mundo.
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En la trama inicial, desarrollada en las islas griegas (aunque también tiene escenas rodadas en la espectacular Croacia), la joven Sophie (Amanda Seyfried) se va a casar y quiere saber quién es su padre antes de dar ese paso. Por eso, fisgonea y encuentra el diario que su madre, Donna (Meryl Streep), llevó el verano en el que quedó embarazada. Ahí descubre que ella tuvo romances con tres hombres fascinantes (Skarsgard, Brosnan y Firth), les envía cartas haciéndose pasar por su madre y los convoca a su fiesta con la intención de resolver el secreto. Los tres responden al llamado y llegan al paradisiaco paraje. El encuentro de estos personajes, con otros cómicos y cautivantes como Tanya (la brillante Christine Baranski en el papel de una amiga de juventud de Donna), entremezclados con la música de ABBA, crean una experiencia en la que, más allá de tramas, los baby boomers reviven su juventud y las nuevas generaciones descubren por qué esos suecos aún mueven fibras. Después de todo, ABBA parecía tener un éxito musical para todo tipo de ánimos.
Nueva danza
Ahora la segunda parte pasa al tablero, y a juzgar por las reacciones de prensa que llovieron esta semana, tras el estreno de la cinta en Londres y en Estocolmo, Mamma Mía: Here We Go Again recarga la experiencia. Para muchos críticos supera a la original y varios factores contribuyen. A un reparto ya robusto, suma la presencia de la diva Cher (cuya voz no pierde un ápice de potencia) y de Andy García (una adición natural al grupo de galanes maduros como Brosnan y Firth). En lo que a la trama respecta, el relato retoma poco después del final de la primera, pero también dedica una parte esencial a mirar hacia atrás. El flash back retrata los días de juventud sexual de Donna, en los que aparece una cantidad considerable de jóvenes mujeres y hombres exageradamente guapos.
ABBA (Benny Andersson, Björn Ulvaeus, Agnetha Fältskog y Frida Lyngstad), estalló en 1974 cuando ganó el Eurovisión con ‘Waterloo‘ y se convirtió en uno de los grupos más reconocidos en la tierra con más de 11 millones de discos vendidos.
Para fortuna de la cinta, la bella Lily James interpreta a Donna joven. James se dio a conocer en Downton Abbey, y ya ha dado pasos interesantes en el cine, como en el rol que interpretó en Darkest Hours junto a Gary Oldman (por el que este ganó su esperado Óscar a mejor actor). Se habla mucho de ella, pues se roba el show. Una pasada por Twitter deja entrever que no solo hace el gran papel que impulsa la cinta, sino que se ha elevado como un ícono de moda y de liberación en menos de una semana. Ese hecho también demuestra que los equipos de arte y vestuario dieron en el clavo.
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No todo es alabanza. Como en la primera cinta, las actuaciones despreocupadas dividen al público. Para muchos Meryl Streep (aparece mucho menos) pierde credibilidad, y uno de sus viejos amores, Pierce Brosnan, quien dejó una huella en la primera con su canto horripilante, regresa, pero canta menos y en una clave más generosa con sus cuerdas vocales. Varias críticas han atacado el repertorio de canciones, que integra hits ya repasados en la primera (Waterloo, Chiquitita, Super Trouper, Fernando, Dancing Queen o Mamma Mía!), pero añaden composiciones menos conocidas de ABBA, lo que resulta, en algunos puntos, anticlimático.
“Es raro el día en el que no se nos acerca alguien para decirnos lo mucho que les marcó nuestra música. Emocionalmente, nuestra fama es una lección de humildad”.
La periodista Jenni Murray publicó en el diario The Times una nota sobre cómo la primera Mamma Mía, que ha visto en teatro 8 veces y 25 en cine, curó heridas en la relación entre ella y su madre y les ayudó a entenderse, aceptarse, disfrutarse. Lastimosamente para ella, esta segunda “se siente como un montón de gente –ya millonaria– tratando de ordeñar un éxito fenomenal del pasado”. Pero su voz representa a una minoría. Del otro lado, críticos como Kevin Maher de The Times, Brian Lowry de CNN y Mark Kermode de The Observer le dan entre cuatro y cinco estrellas. Este último asegura que el director Ol Parker entrega una experiencia más fluida que la primera, llena de elegantes movimientos de cámara, coreografías divertidas y, más importante aún, un impacto emocional inesperado y profundo.
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ABBA para todos
No habría Mamma Mía sin ABBA y no habría ABBA sin Benny Andersson y Björn Ulvaeus. Los músicos y productores empezaron el proyecto en los años sesenta, en 1969 conocieron a quienes se volverían sus colegas y esposas, Agnetha Fältskog y Anni-Frid ‘Frida’ Lyngstad. En 1974 se llevaron el Eurovisión con Waterloo y nunca miraron atrás. Se convirtieron en uno de los grupos más reconocidos en la faz de la tierra con más de 11 millones de discos vendidos, cifra que lo pone por encima de The Rolling Stones y U2. En 1982 se separaron, y en su trayectoria cosecharon 25 hits del top 40 (con 9 número 1; el más grande, Dancing Queen).
En esta etapa, en la que su obra es el punto de partida de obras, películas y museos, Andersson y Ulvaeus confiesan que a sus 71 y 74 años ya no están para el trajín de hacer gira, y las mujeres están aún más alejadas de los reflectores. Pero eso no los detiene. En abril se reunieron con sus exesposas para grabar dos nuevas canciones que estrenarán en el musical teatral que lanzarán luego de que termine el trajín de Mamma Mía. En este, debutarán las canciones y ellos aparecerán en forma de hologramas, pues, según dijeron al diario madrileño El País, “queremos mantener el contacto con los fans sin montar en el autobús”. Y añadieron a manera de conclusión: “Es raro el día en el que no se nos acerca alguien para decirnos lo mucho que les marcó nuestra música. Emocionalmente, nuestra fama es una lección de humildad”.