La economía existe para mejorar la vida de las personas. Eso decía el economista Alan Krueger, quien en 1999 probó que el salario mínimo, al contrario de lo que los neoclásicos decían, no promovía el desempleo. Ese concepto, su afiliación a la universidad de Princeton y hacer parte del consejo de Asesores económicos del gobierno de Barack Obama le ganaron el respeto de sus colegas. Por eso su muerte, hace cinco meses, dejó una profunda tristeza. Pero Krueger no se fue sin dejar una obra que hoy sale póstumamente. En ella habla de una temática que le apasionaba: la música, para explicar la economía. Rockonomics, como se titula su libro, ofrece una mirada detrás de bambalinas de lo que la música enseña sobre la vida y la economía. La música fue una de las primeras industrias en verse afectada por la irrupción de los medios digitales. Solo basta recordar cómo la posibilidad de compartir archivos mp3 debilitó el negocio y promovió otro tipo de esquemas para sacar provecho económico de este arte.
Para nadie es un secreto que la venta de CDS viene en picada desde 2000, a tiempo que las aplicaciones que transmiten música han venido en alza. A pesar de eso, los 48 músicos más exitosos de 2017 ganaron 80% de sus ingresos de conciertos presenciales, mientras que las regalías de sus discos aportaron solo 5%. Cualquiera sabe que la música es un negocio riesgoso. Pero según Krueger hoy lo es más, pues el mayor crecimiento se ve entre personas que trabajan como freelance, casi siempre compartiendo esa labor con otros trabajos para alcanzar a pagar las cuentas a fin de mes. Algo parecido a lo que sucede con los conductores de Uber, los rappitenderos y otras nuevas profesiones que ha creado la tecnología. Es una paradoja, pues la lógica indicaría que con los avances digitales incluso los cantantes locales podrían llegar a más audiencias. Pero ha sucedido lo contrario. En lugar de tener más músicos con relativo éxito, la globalización concentró gran parte del ponqué de la música en unos pocos. Ese efecto "el que gana se lleva todo" implica que la población de músicos se segmenta entre ganadores y perdedores, lo que incrementa la desigualdad.
Las cifras lo demuestran. 0,1% de los artistas recibieron más de la mitad de todas las ventas de álbumes en 2017 y el 1% de los más exitosos. Es decir, las megaestrellas reciben más ganancias por sus conciertos que 99% de los músicos que van en la cola. Este fenómeno se explica porque hoy hay más música disponible, pero muchos se quedan con los más conocidos porque resulta abrumador buscar nuevos músicos en ese mar de opciones. Spotify cuenta con 35 millones de canciones y dicen que una persona demoraría siete vidas para escucharlas todas. Eso explica también por qué las bandas viejas se han beneficiado por los cambios en el negocio.
Krueger insistía en que la música refleja lo que pasa en una sociedad donde la clase media ha desaparecido, por lo que resulta más difícil ganarse la vida. "Es más duro porque el piso en el medio se ha erosionado", decía. El libro viene bien para el público en general y en especial para aspirantes a músicos.