El gran reto para Colombia es poder pasar de la retórica a la acción, de los titulares auto-promocionales del Gobierno a la obtención de resultados medibles y corroborarles encaminados a disminuir los niveles de pobreza e inequidad. Se trata de merecernos de verdad entrar al club de los países desarrollados cumpliendo con los estándares establecidos por la OCDE sin olvidar que estamos a años luz de lograrlo; así mismo, se trata de que el presidente Santos se merezca ganar el premio Nobel de la Paz sin forzarlo y obtenerlo una vez se logre firmar un acuerdo, no solo a partir de un acto simbólico, sino hacerlo con toda una estructura institucional, jurídica y social capaz de garantizar la terminación del conflicto con las FARC de manera permanente y sostenible en el corto, mediano y largo plazo. Todo ello con una premisa fundamental: garantías de no repetición. Es necesario poner las cosas en perspectiva y no decirnos mentiras. Si bien es válido y adecuado aspirar a que Colombia se constituya en un referente y un ejemplo para la región latinoamericana y para el mundo, por ser una democracia respetuosa del Estado de Derecho, por ser un país que logró superar un conflicto interno con una de las guerrillas más antiguas y anacrónicas del siglo XX y XXI en occidente, por ser un país con una clase media amplia y consolidada, así como también por tener una industria pujante y globalizada –todo ello respetando los principios de economía de mercado, libre competencia e impulso a la iniciativa individual– es entonces crucial que tengamos claro a qué retos nos enfrentamos. Estos retos no son menores. Se llaman Roy Barreras, Eduardo Montelegre, José Obdulio Gaviria, alias ‘Don Berna’, entre otros. ¡Todos ellos son voladores sin palo! Sabiendo esto, es necesario obrar en consecuencia y como primera medida impedir que haya zonas grises en la normatividad vigente. El caso más latente se observa con el poder desmedido de la Fiscalía General de la Nación, pues no hay claridad en los controles y contrapesos relativos al poder que tiene el fiscal –algo muy similar pasa con la Procuraduría–. Pero además de los vacíos que hay en términos de controles y contrapesos, hay una evidente falta de estrategia por parte del gobierno cuando cumple su papel de director de orquesta: ¿cómo es posible que el mismo día en que se debatía y se votaba el proyecto de reforma constitucional para facilitar la implementación de los acuerdos de La Habana y pretender con ello otorgarle facultades extraordinarias al Presidente de la República, para expedir las normas necesarias para la puesta en marcha de lo pactado entre el Gobierno y las FARC, no solo el Senador Roy Barrera –quien otrora fuera Uribista furibundo– tacha a la oposición como terroristas, sino que también el fiscal compulsara copias ante la Corte Suprema de Justicia para que determine si debe abrirse una investigación contra Álvaro Uribe alegando que fue prácticamente autor intelectual de la masacre cometida por paramilitares en El Aro, ¡Absurdo! Hay que saber a quién darle vuelo en su propio partido, sobre todo cuando todo su capital político está depositado en el proceso de paz con las FARC, y el Senador Barreras es sin duda un volador sin palo y es leal solo a sí mismo. Pero más allá de eso, apelo nuevamente a mi argumentación inicial si pretendemos ser una democracia madura y responsable y es que se tienen que evitar situaciones absurdas como tachar a la oposición de terrorista, aprovechar una legislación transitoria para la paz para juzgar a un expresidente antes que a cualquier guerrillero, y tampoco se le puede dar credibilidad ciega a un criminal como ‘Don Berna’ quien tiene más de una razón para odiar al expresidente Uribe, sobre todo cuando decide hablar en época preelectoral. Seamos serios, enfrentemos nuestras debilidades con altura y asumamos con responsabilidad los retos que tenemos por delante. El verdadero legado de un gobierno no está en cubrir con titulares taquilleros todos los medios de comunicación, ni lograr repuntar en las encuestas de percepción ciudadana, tampoco está en que nuestro presidente sea un Nobel de Paz cuando en el país hay un conflicto permanente que va más allá de la lucha guerrillera de las FARC. El verdadero legado está en el desarrollo de políticas eficientes que incluyan a todos los colombianos, que se fortalezcan los partidos políticos con visión de largo plazo, pero sobre todo está en evitar el desenfreno de esos voladores sin palo. Esto solo se logra con estrategia y con normas claras. Acá carecemos tanto de uno como de lo otro. @marcelaprietobo