El ruido y las bocanadas de humo de los carros y el transporte público, la pitadera de los conductores, los altos decibeles que salen de los establecimientos comerciales y el paso constante de los aviones, hacen parte del día a día de las grandes urbes y la rutina de sus habitantes.Ese paisaje sonoro y acelerado sufrió un revés de tajo durante los primeros meses de 2020, cuando la propagación de la covid-19 obligó a que cerca del 60 por ciento de la población mundial permaneciera encerrada en sus viviendas durante meses, un aislamiento global sin precedentes. Le sugerimos: Disminución de la contaminación sonora, otro impacto positivo del confinamiento En Colombia, las primeras medidas para contener los contagios del coronavirus dejaron ver un rostro que nadie había visto: calles desoladas, un aire menos polucionado, ni un solo avión sobrevolando y sonidos de la naturaleza que dejaban perplejos a los ciudadanos.
Más de 200 ciudadanos participaron en la campaña del Instituto Humboldt ¿Cómo suena mi ciudad? Paisajes sonoros desde tu ventana”. “El confinamiento provocó una enorme reducción de las actividades humanas y el ruido asociado. Ante eso, decidimos aprovechar esa oportunidad para medir los impactos del ruido en los paisajes sonoros urbanos y explorar los efectos de la intensidad de la urbanización independientemente de la actividad humana”, dijo Juan Sebastián Ulloa, investigador del programa de evaluación y monitoreo de la biodiversidad del Instituto Humboldt.Para medirle el pulso al ruido de Colombia en épocas de la cuarentena, el Instituto Humboldt lanzó la campaña “¿Cómo suena mi ciudad? Paisajes sonoros desde tu ventana”, en la cual los colombianos grabaron desde sus ventanas y con sus teléfonos inteligentes, los sonidos de las principales ciudades durante dos periodos del confinamiento del año pasado.“Las grabaciones fueron tomadas durante el mes de abril, cuando se decretaron severas restricciones de movilidad, y entre mayo y junio, un período de restricciones menores. Más de 200 personas, distribuidas en ciudades de 20 departamentos de Colombia, grabaron los sonidos de las urbes desde su ventana y con sus teléfonos celulares”, precisó Ulloa. Le puede interesar: ¿Sabe qué hacer si se encuentra un zorro cangrejero en su jardín? Los ciudadanos registraron 5.717 paisajes sonoros de 90 segundos. “Durante el aislamiento estricto, es decir en abril, los sonidos originados por la vida silvestre dominaron en 59 por ciento de los registros, con una contribución especial de las aves e insectos”, informó el investigador del Humboldt.En el mes de cuarentena obligatoria, el 50 por ciento de los sonidos captados por la ciudadanía vino por parte de las aves; más del 10 por ciento, de los insectos y menos del 5 por ciento de anfibios como ranas.Por su parte, los sonidos originados por los humanos, como transporte, altavoces, sirenas y construcciones, dominaron solo el 18 por ciento de los registros sonoros en durante el periodo de confinamiento estricto.“Con la relajación de las medidas de aislamiento, es decir en los meses de mayo y junio, detectamos una reducción del 11 por ciento para los sonidos de fauna silvestre y un incremento del 60 por ciento para sonidos de origen antrópico, evidenciando así una rápida transformación del paisaje sonoro”, precisó Ulloa.
Así fue la participación de los colombianos en la campaña sobre paisajes sonoros durante la cuarentena. Mapa: Instituto Humboldt. Los habitantes de Cundinamarca (1.758 registros), Bogotá (1.190 registros), Antioquia (1.679 registros), Medellín (968 registros), Valle del Cauca (874 registros) y Cali (366 registros), fueron quienes más participaron en la campaña de los sonidos de la cuarentena desde la ventana.Hernando García Martínez, director del Instituto Humboldt, dijo que esta iniciativa permitió medir por primera vez los efectos de las actividades humanas en el paisaje sonoro de las ciudades. “Este trabajo puede ser el punto de partida para realizar un trabajo mancomunado entre la academia y la ciencia para desarrollar proyectos de ciencia ciudadana como estrategias pedagógicas”, sostuvo. Para los expertos del Instituto Humboldt, el uso de transportes alternativos, el cuidado de las zonas verdes que sirven como barreras sonoras y un uso más consciente de los altavoces, pueden reducir sus niveles de ruido, “creando así ambientes más sanos dentro de las urbes, tanto para nosotros como para la fauna silvestre que habita en ellas”, dijo García.
Con sus celulares, los ciudadanos grabaron los sonidos de sus ciudades durante la cuarentena. Foto: Instituto Humboldt. Insumos para la ciencia Con los resultados de este ejercicio sonoro de ciencia participativa durante la cuarentena del coronavirus, nueve investigadores del Instituto Humboldt crearon un artículo científico que acaba de ser publicado en una revista de alto prestigio en el mundo de la ciencia: Biological Conservation.“Escuchando a las ciudades durante el bloqueo de covid-19” fue escrito por Juan Sebastián Ulloa, Angélica Hernández-Palma, Orlando Acevedo-Charry, Bibiana Gómez-Valencia, Cristian Cruz-Rodríguez, Yenifer Herrera-Varón, Margarita Roa, Susana Rodríguez-Buriticá y Jose Manuel Ochoa. Lea también: ¿Cuáles zonas de Bogotá le han bajado más al ruido durante la cuarentena? “Las restricciones de movilidad crearon una oportunidad para comprender los impactos de la urbanización y las actividades humanas en el paisaje sonoro, y a su vez los efectos de la contaminación acústica en las personas y la vida silvestre”, afirman los autores del artículo.Por ejemplo, en abril las políticas gubernamentales anunciaron un cierre de todos los lugares de trabajo no esenciales y actividades recreativas al aire libre, lo que arrojó una reducción en la movilidad en cerca del 72 por ciento. “Por su parte, entre mayo y junio, se observó una reactivación parcial de la movilidad de 12,4 por ciento”, afirma el artículo. Los más de 200 ciudadanos tomaron los registros sonoros durante dos días a la semana, tanto al amanecer como en la puesta del sol. Los participantes también reportaron sonidos que percibieron desde sus ventanas, como presencia de fauna, transporte motorizado, construcción, altavoces, voces humanas, animales domésticos, lluvia, viento o trueno. Le recomendamos: ¿Qué fue ese sonido que estremeció a Manizales? De los más de 5.000 paisajes sonoros registrados por la ciudadanía, los nueve científicos del Instituto Humboldt seleccionaron cerca de 1.900 en tres urbes principales y 19 ciudades más pequeñas, por ser los más adecuados para analizar.“Las grabaciones y formularios adjuntos de la ciudadanía fueron depositados en el repositorio del Instituto Humboldt (https://doi.org/10.15472/enzm9u). Con toda esta información medimos los cambios entre los dos períodos de la cuarentena desde tres perspectivas: los niveles de presión sonora (SPL), la estructura acústica del paisaje sonoro y la percepción humana”, apuntó Ulloa.Una de las conclusiones de los científicos es que a medida que se iban suavizando las restricciones derivadas por la pandemia, se presentó un aumento significativo en la percepción de los sonidos creados por humanos sobre los sonidos de la vida silvestre.
Los sonidos de las aves mandaron la parada durante el confinamiento obligatorio del mes de abril. Fuente: Instituto Humboldt. "Un aumento de tan solo 12 por ciento en las actividades humanas tuvo una marca detectable en estos paisajes sonoros, con ciudades cambiando significativamente hacia niveles de presión sonora más altos, con un incremento en un 128 por ciento y predominio de sonidos antrópicos”.El impacto acústico de las actividades humanas fue proporcional al nivel de urbanización. Sin embargo, la intensidad del cambio percibido por los ciudadanos no estuvo relacionado con el nivel de urbanización.Bogotá mostró el aumento más fuerte en niveles de presión sonora, pero el cambio percibido fue uno de los más débiles, comparable al de pequeñas ciudades. Para explicar este resultado, argumentamos que los altos niveles de ruido enmascaran y afecta la percepción de la vida silvestre en las grandes urbanizaciones.
Los 5.717 paisajes sonoros grabados por los ciudadanos tuvieron a las aves como protagonistas. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt). En muchas ciudades, nos encontramos con paisajes sonoros saturados, donde poco puede emerger con claridad, la perspectiva se reduce y por ende los cambios son difíciles de percibir. Así, los elevados niveles de ruido pueden trastornar la interacción humano-naturaleza, y socavar las actitudes positivas de las personas hacia la naturaleza.En Medellín y Cali, ciudades moderadamente urbanizadas, los investigadores evidenciaron un efecto amortiguador del ruido por la cantidad de espacios verdes. “Ambas urbes tienen índices similares de vegetación que son comparativamente más altos que los más urbanizados, lo que sugiere que las ciudades más verdes podrían promover una mayor diversidad de sonidos naturales”. Puede leer: Contaminación acústica deteriora la inteligencia de los pájaros, según estudio Para Ulloa, la mayoría de las ciudades están creciendo rápidamente priorizando la infraestructura sobre los espacios verdes, algo que debe cambiar. La gestión adecuada del paisaje sonoro con espacios verdes podría aumentar el uso de hábitats por parte de la vida silvestre, lo que a su vez puede facilitar las interacciones entre los seres humanos y la naturaleza.
Los habitantes de Cundinamarca fueron los que más reportaron sonidos durante la cuarentena. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt). “Una de las grandes lecciones de este ejercicio durante la pandemia fue que los ciudadanos abrieron sus oídos y ojos y experimentaron la vida silvestre circundante en las ciudades desde sus ventanas, mostrando que incluso las actividades en interiores pueden diseñarse para fortalecer su conexión con la naturaleza”, anota el investigador.El investigador del programa de evaluación y monitoreo de la biodiversidad del Humboldt recalcó que toda la información analizada en este ejercicio ciudadano puede servir para la planificación urbana en países en desarrollo como Colombia, donde la expansión urbana se está produciendo de manera rápida y no planificada.“Es evidente que las actividades humanas están transformando los paisajes sonoros, produciendo una sobrecarga acústica mucho más fuerte que la mayoría de los sonidos naturales. Estudios como estos permiten abrir el panorama para empezar a gestionar mejor estos paisajes para no seguir fracturando esa relación entre el hombre y la naturaleza”, puntualizó.