Muchos han sido testigos de la historia en Colombia, pero pocos recuerdan que, desde tiempos memorables, son los árboles los protagonistas de un sinfín de acontecimientos como el de la Independencia del país. Se dice que tras la derrota de las tropas de la Unión, al mando del general Antonio Baraya en San Victorino, el presidente Antonio Nariño, en un acto de paz y armonía entre los partidos enfrentados, decide plantar en la plaza mayor de Santafé lo que fue denominado como el árbol de la libertad: un arrayán. Según información suministrada por el Jardín Botánico de Bogotá, el 29 de abril de 1813, Antonio Nariño le dio paso a una fiesta cívica con el objetivo de calmar las fuertes tensiones entre los partidos enfrentados, a través de la plantación de un arrayán (Myrcianthes leucoxyla), un árbol nativo que crece, especialmente, en las montañas colombianas y que gracias a las resistentes ramas con las que cuenta sirvió como representación de la lucha y la libertad. Le puede interesar: Entre uno y dos árboles al año debería sembrar cada bogotano A pesar de que semanas después el arrayán fue derribado, Nariño, en su búsqueda por consolidar la independencia definitiva, ordena a cada uno de los municipios la plantación de un árbol en plena plaza pública, orden que fue cumplida en las poblaciones más notables de Cundinamarca como Guasca, Guatavita, Zipaquirá, Ubaté, Fúquene, Chiquinquirá, Saboya, Sutapelao (ahora Sutatausa) y Sogamoso. Estas son algunas de las especies más comunes en la época de la independencia en Colombia: El nogal

Foto: Pixabay Los muiscas que habitaban la sabana de Bogotá, así como parte de Boyacá y Cundinamarca, adoraban el Nogal como a un dios. Antes de la llegada de los españoles se hacían peregrinaciones a las zonas aledañas en donde había presencia de este árbol. Los conquistadores, para imponer el cristianismo y romper el vínculo con un dios vegetal, mandaron a talar la especie desde lo que hoy es La Candelaria (Bogotá) hasta Tunja. El principal problema fue que al talar se dificultó distinguir entre el nogal y otras especies nativas como el cedro, por lo tanto, miles de individuos fueron derribados. Según el Jardín Botánico, los nogales que sobrevivieron al exterminio español y a los posteriores invasores extranjeros aún siguen de pie. Hoy son los silentes testigos de la historia y por ellos fueron declarados árboles patrimoniales de Bogotá desde 2002. El más viejo de los nogales, que alcanza los 200 años, está ubicado en la calle 77 con carrera novena, de allí surgió el nombre del barrio, que se fundó a comienzos del siglo XX y que lleva por nombre “El Nogal”, haciendo referencia a su más antiguo habitante. Lea también: Movimiento ambientalista colombiano sembrará 100.000 nuevos árboles a 2022 Hoy hace parte de las especies priorizadas, por eso el patrimonio vegetal de nogales en la capital ya alcanza los 7.998 árboles. Ha sido seleccionado por su alta resistencia a la actividad antrópica, microclimas, contaminación y estrés urbano. Además, se caracteriza por ser fuente de alimento y hábitat para la avifauna.   Caucho sabanero

Foto: Jardín Botánico de Bogotá En Bogotá existen árboles que han sido testigos de la transformación de la ciudad, árboles que, por decreto, hoy cargan consigo el título de patrimoniales. Uno de estos es un caucho sabanero de casi un siglo, especie reconocida por haber sido insignia de la ciudad en 1972. Es originario de Soatá, y se destaca por su alta resistencia a los diferentes microclimas de la capital. De hecho, para la Alcaldía de Bogotá, el caucho hace parte de la lista de especies que mejor se adaptan y de las más recomendables para plantar en la capital.   La Ceiba

Foto: Jardín Botánico de Bogotá Según se dice, en Gigante, Huila, José Hilario López plantó una ceiba cuando decretó la abolición de la esclavitud en su mandato presidencial (1849 - 1953). Esta especie también se sembró en las plazas principales de algunas ciudades de zonas más bajas y cálidas, con el fin de conmemorar la libertad. La quina La quina, en el Nuevo Reino de Granada, generó diversos intereses. Para los criollos fue el descubrimiento de una riqueza propia, un tesoro natural que, junto con otros recursos naturales, les permitiría obtener una independencia económica y política. Por otra parte, la planta se utilizaba para combatir el paludismo y la malaria, por lo que para José Celestino Mutis y el imperio español fue una razón más para impulsar su comercialización. Para algunos comerciantes españoles y criollos, la quina fue el recurso que les permitió establecer gran parte de su riqueza. Por ejemplo, Mutis destinó parte de las ganancias a la construcción de la Casa de la Expedición Botánica (Mariquita-Tolima) y el Observatorio Astronómico (Bogotá), del cual fue director el Sabio Caldas y que sería escenario de reuniones y tertulias. Allí, en el Observatorio, el 19 de julio se preparó la conspiración del 20 de julio.