El Bajo Baudó es un municipio con casi 200 kilómetros de costa, el más extenso del litoral pacífico chocoano, con un gran potencialidad para el turismo y la pesca responsable dada su amplia diversidad. De ahí el interés de diferentes entidades de mostrarlo y trabajar en pro de mejorar las condiciones de sus comunidades, preservando los ecosistemas. A través del programa “Plan por un pacífico sostenible”, las fundaciones Plan y MarViva, con el apoyo de la Corporación Autónoma Regional para el Desarrollo Sostenible del Chocó (Codechocó) y la Corporación para el Avance de la Región Pacífica y Darién Colombiano (Corparien) han adelantado varias acciones tendientes a contribuir al desarrollo ambiental y social de los habitantes de la zona. En 2017 se dio inicio a este trabajo que rápidamente comenzó a dar frutos, a partir de la realización de estudios científicos que permitieron determinar las condiciones ecosistémicas, sociales y económicas de esta región. Uno de ellos fue la declaratoria del Distrito Regional de Manejo Integrado “El Encanto de los Manglares del Bajo Baudó”, un área protegida con una extensión superior a las 314.000 hectáreas, en la que se trabaja en la preservación y el uso sostenible de los recursos.
El morro de Sivira es solo uno de los atractivos del municipio del Bajo Baudó en el Pacífico colombiano. Foto Cortesía: Fundación MarViva Andrés Prieto, director de Proyectos de la Fundación Plan, precisa que el proyecto se estructuró en varios frentes. El primero fue hacer un desarrollo científico de aproximación a la zona con el fin de sustentar las bases de por qué es importante avanzar en la protección del área y generar un proceso de gobernanza local en el que estuvieran vinculadas no sólo las autoridades, sino las propias comunidades. Lea también: Manglares del Bajo Baudó el encanto de la nueva área protegida de Colombia Producto de este trabajo, hace unos días se dio a conocer el Atlas Marino-Costero del Bajo Baudó, soportado en ese trabajo científico, que contó con el apoyo de las comunidades, quienes soportaron buena parte de la información sobre sus recursos. En 180 páginas y más de 100 mapas y fotografías sobre la región, se describen las condiciones biofísicas de los más de 200 kilómetros de costa que conforman el Bajo Baudó, dice Jorge Jiménez, director de la Fundación MarViva. En este municipio el 67 por ciento de la población se dedica a la pesca de forma regular y su producción no es menor, pues se generan 23 toneladas de pescado por mes. Los datos científicos permitió determinar que hay 88 especies de peces, pero a la vez cuál es el tipo de pesca más usado y las herramientas utilizadas. Jiménez precisa que un 35 por ciento de los peces están siendo capturados por debajo de la talla mínima, es decir, que no se están dejando reproducir, lo que pone en riesgo que se presente extinción de algunas especies.
Cardúmen de barracudas. Foto cortesía: Fundación MarViva “El Atlas hace un llamado a la urgencia de que el país ponga sus ojos en estas regiones, a veces abandonadas, que se le brinde atención al recurso marino que tiende a decrecer a nivel mundial y se le de un manejo sostenible, más en el contexto de un cambio climático que puede generar que muchas de las comunidades estén en peligro por aumento en el nivel del mar”, dice Jiménez. A su vez, el alcalde del Bajo Baudó, Jhon Jared Murillo, considera que esta es una herramienta de consulta para conocer este territorio, uno de los más diversos del país. “Vivimos en este bello paraíso y no se conoce en detalle la riqueza de recursos naturales con la que contamos. Será útil para docentes, estudiantes y las mismas comunidades”. Para el funcionario, el Atlas es a la vez un elemento que permite planificar para la toma de decisiones, entender en qué áreas se puede realizar determinada actividad económica y cuáles son las áreas de conservación, con la idea de hacer una aprovechamiento racional de los recursos con los que cuenta la región. Mercados inclusivos Otro de los frentes del programa, se centró en el desarrollo de mercados inclusivos y responsables debido a que en el área existen muchas asociaciones de pescadores que requieren insertarse en todo este modelo de desarrollo sostenible soportado en la conservación. En la región hay, según el alcalde del municipio, 15 asociaciones de las cuales 12 están completamente legalizadas. En total son unos 1.200 pescadores, 900 de ellos carnetizados, que soportan su sustento en el aprovechamiento de los recursos marítimos, la principal actividad económica de esta zona. Margarita Barraquer, presidenta ejecutiva de Fundación Plan, explica que precisamente con el sector empresarial el proyecto adelantó acercamientos en Bogotá y Medellín con los restaurantes Pesqueira Charcutería del Mar, la cadena hotelera Decameron y la Organización Takami para fortalecer sus procesos de responsabilidad ambiental y sensibilizarlos frente a la pesca artesanal responsable. Le puede interesar: Cabo Manglares un paraíso natural que será protegido por sus habitantes “Este año se realizó un proyecto piloto para la comercialización de los productos de las asociaciones con el restaurante Pesquería, que les permitió tanto a los pescadores como a los empresarios revisar el modelo de negocio que el proyecto promueve para su sostenibilidad y con la idea de que el proceso que se ha iniciado de protección del territorio continúe”, manifiesta. La idea es que el pescado que se produce en el Bajo Baudó pueda llegar a la mesa de consumidores en diferentes ciudades con el propósito de que las comunidades encuentren la forma de mantenerse de manera sostenible.
Ranita Arlequín. Foto cortesía: Fundación MarViva Según Barraquer, durante el desarrollo del proyecto, que articula la acción ambiental con la social, se involucraron más de 120 familias de pescadores de la comunidad en ejercicios de formación que permitieron el reconocimiento de sus derechos y generar una reflexión sobre ejercicios ambientales que involucran igualdad de género y respeto. La directiva espera que este programa les permita a las familias y a las niñas y niños del Bajo baudó ser partícipes del desarrollo de su territorio y de la construcción de sus propios proyectos de vida. En el proyecto se han invertido alrededor de 1.000 millones de pesos, pero la Fundación Plan trabaja con el fin de obtener más recursos de cooperación internacional que permitan darle continuidad a la iniciativa.