*Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y  sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana. Amanece. Algunas veces, el frío en su atmósfera hace temblar a quienes allí habitan. En otras ocasiones, los destellos de sol son suficientes para permitir que los más curiosos puedan apreciar sus suelos, esas zonas de tierra que permanecen cubiertas de agua. Su belleza es de gran magnitud. Las aves suelen posarse entre algunas ramas intactas, y a veces sobre resquebrajadas. Para ellas, algunas migratorias, estos ecosistemas híbridos, pues albergan una diversidad de animales acuáticos y terrestres, se convierten en un hogar acogedor para protegerse y acceder a recursos alimenticios. Los humedales son valiosos ecosistemas que suministran agua, mitigan los efectos del cambio climático y controlan inundaciones y deslizamientos de tierra.

En los años 50, Bogotá era casi que una ciudad de agua, pues contaba con unas 50.000 hectáreas ocupadas por ecosistemas y cuerpos de agua como humedales y lagos.  Foto: Nicolás Acevedo.  Por esto, el 2 de febrero se celebra el Día Mundial de los Humedales y se conmemora el acuerdo dedicado al cuidado y preservación de estos hábitats: la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional, especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas, conocida como Convenio Ramsar. De acuerdo con Emmanuel Escobar, director de la Fundación Fundación Humedales Bogotá, una oenegé que se dedica a rescatar la importancia de estos cuerpos de agua, así como de llevar un registro de la avifauna en la capital desde hace ya diez años, estos tesoros fueron reducidos en Bogotá, por el “crecimiento acelerado y desordenado que ha tenido la ciudad”. Le recomendamos: Humedales de Colombia: El 24,2 por ciento han sido transformados En los años 50, Bogotá era casi que una ciudad de agua, pues contaba con unas 50.000 hectáreas ocupadas por ecosistemas y cuerpos de agua como humedales y lagos. Hoy en día, estas hectáreas se reducen a solo 726. Es decir, se perdió casi que el 98 por ciento de estos. “La ciudad fue creciendo encima del agua. Entonces fue necesario rellenar las lagunas y humedales grandes que existían. Se les echaba escombros, basuras. Encima de eso hoy están nuestras casas, nuestras avenidas, colegios”, cuenta Escobar. Quince de estos ecosistemas en la capital En el país, de acuerdo con el mapa nacional de humedales elaborado con el aporte de los institutos de investigación y el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), dado a conocer por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, hay cerca de 25.941.510 hectáreas de humedales permanentes y temporales. En Bogotá, hoy en día existen 15 humedales reconocidos por el Distrito. Estos son el Juan Amarillo, La Conejera, Córdoba, Jaboque, Torca-Guaymaral, La Vaca, El Tunjo, Tibanica, Capellanía, El Burro, Techo, Santa María del Lago, Meandro del Say, Salitre y La isla.

En la imagen, el humedal La Conejera, lugar donde nació el movimiento ambiental en defensa de los humedales. Foto: Fundación Humedales Bogotá.  Sin embargo, de acuerdo con el director de Humedales, en la ciudad hay unos 80 cuerpos de agua más que todavía no han sido declarados ni protegidos. Estos tesoros son importantes para la ciudad por un sinfín de características. Sin embargo, Escobar destaca tres. La primera de ellas, es que cumplen una función reguladora. “Son cruciales para la regulación del ciclo. En Bogotá, llueve mucho a pesar del cambio climático. Los humedales son los que han ayudado a controlar y prevenir las inundaciones”, describe. Le sugerimos: Crean misión de expertos para velar por la recuperación de los humedales Además, según describe el director de la entidad, toda esta agua se acumula en estos ecosistemas y ayuda a recargar acuíferos, cuencos de agua mineral que podrían ser reservorios de agua en el futuro. Esta característica, en un planeta sediento que ya se preocupa por el acceso al preciado líquido, se alza como una esperanza pero a la vez como un compromiso de los capitalinos para cuidar de estos ecosistemas. Además, los humedales también permiten a los citadinos respirar un aire más limpio, son casi unos pulmones al interior de la urbe. “Ellos mejoran la calidad del aire, que es un reto para la ciudad. Más ahorita por la pandemia y con tantos problemas respiratorios. Los humedales, entre otras cosas, retienen el polvo, captan el dióxido de carbono y producen oxígeno”, dice Escobar. Le recomendamos: Compostaje en casa: ¿Cómo se hace y por qué es tan importante? La última de las características que destaca el director de la fundación es que se trata de sitios estratégicos para la conservación de la biodiversidad. “Hay una gran cantidad de aves, que son únicas en el mundo. También plantas. Un ejemplo es la Margarita de pantano, que solo se encuentra en el Humedal La Conejera. Mucha de la biodiversidad que aún queda es gracias a los humedales”, asegura. Alados, mamíferos, vegetales y más… Estos oasis son el hábitat de una gran cantidad de especies de flora y fauna. Por sus pasajes, no solo posan alas y plumas, sino también una gran variedad de mamíferos, peces, insectos, crustáceos, ciempiés y otros. De acuerdo con los registros de la fundación, en los humedales de la ciudad habitan 208 especies de aves y más de 10 de mamíferos. Uno de los alados endémicos que allí se avistan es la tingua bogotana. Una pequeña ave que se alimenta de gusanos y lombrices y que, lamentablemente, se encuentra en peligro de extinción debido a la destrucción de sus hábitats.

En la imagen la tingua de la capital. Foto: Fundación Humedales Bogotá.  En los humedales de la ciudad además han sido registradas aves migratorias que no solían habitar estos ecosistemas, pero que por distintas condiciones, incluido el cambio climático, han llegado a estos espacios biodiversos. Un ejemplo de estas es el falaropo tricolor, un ave que se encuentra en Norteamérica, al oeste de Canadá y Estados Unidos, y que inverna en el norte de Perú, Uruguay y Tierra del Fuego (provincia Argentina). Según dio a conocer la Fundación Humedales Bogotá, el pasado octubre, María Camila Fierro, bióloga de manejo de fauna egresada de la Universidad Nacional, hizo el primer registro del falaropo tricolor en estos entornos de diversidad biológica, específicamente en el Juan Amarillo o Tibabuyes. Los pulmones de la ciudad en peligro A pesar de su vital importancia, la situación de los humedales es preocupante. De acuerdo con un listado actualizado y dado a conocer por la fundación a finales del año pasado, de los 15 humedales reconocidos en la capital, siete fueron catalogados por la entidad como “en cuidados intensivos” debido al grado de vulnerabilidad que presentan. Este es el caso del Jaboque, Meandro del Say, Juan Amarillo, Techo, El Tunjo, La Isla y Tibanica. Los siete restantes (El Burro, La Conejera, Capellanía, Salitre, Santa María del Lago, La Vaca y Torca-Guaymaral), según dio a conocer la entidad, se encuentran catalogados como en cuidados intermedios. “Algunas obras que se habían prometido que se iban a parar no se pararon. Los impactos de las obras de la Alcaldía anterior se siguieron sintiendo. Una sugerencia para la Alcaldía es que podamos tener un modelo de administración que sea largo plazo, que no tenga vacíos puesto que en esta época no están con contrato todas las personas que se encargan de la administración de los humedales de Bogotá”, dice Escobar. Para el experto, con la administración distrital anterior se dejó una mala herencia y, actualmente, con la pandemia, no se ve a los humedales como una manera preventiva de atender toda la situación.

La ciudad ha intentado recuperar sus humedales, lo que ha convertido al país en un ejemplo a seguir en otros países. Foto: SDA.  “Invertir en los humedales es invertir en la salud de todos. Ojalá no se reduzca el presupuesto. Hay que adaptarnos al cambio climático y Bogotá está quedada en eso”, manifiesta. Volver a la esencia La ciudad ha intentado recuperar sus humedales, lo que ha convertido al país en un ejemplo a seguir en diferentes lugares del mundo. Por ejemplo en Chile, donde según cuenta Escobar, se están dando luchas sociales para defender estos ecosistemas. A pesar de estos esfuerzos y de contar con políticas sobre humedales muy bien elaboradas, “a la hora de la ejecución estas se quedan cortas”. “Tenemos la Política Nacional de Humedales. En Bogotá también tenemos una política que debo decir está muy bien construida pues fue hecha junto con la comunidad que defendió los humedales y las instituciones. El problema es que esta hoja de ruta no se ha llevado fielmente, al pie de la letra”, explica Escobar. Para cuidar estos cuerpos de agua, a su vez, se necesita de la ciudadanía y de una conciencia ambiental y de reconocimiento de lo propio. El experto asegura que la gran deuda que “tenemos los bogotanos básicamente es que la mayoría no conocen sus humedales, ni dónde están, ni para qué sirven. Y los que sí los conocen, todavía nos falta mucho más”. Si bien, este aspecto ha mejorado, pues Escobar desde su fundación ha sido testigo de esta evolución, todavía hace falta trabajo desde esta materia. “Bogotá es agua, pero sus habitantes no lo saben. Estamos olvidando nuestra esencia”, finaliza.