Los investigadores creen que cuando una oruga muerde una hoja los receptores de presión lo perciben y en ese momento la planta dispara una sustancia hacia la hoja que la hace incomible para ese animal. La sustancia luego fluye rápidamente hacia el resto del árbol y todas las hojas se vuelven repulsivas. Como en el cuerpo humano toda esta información se transmite eléctricamente. Le sugerimos: Reforestación en seis países podría detener el cambio climático Pero sentir dolor no significa percibir y reaccionar, sino evaluarlo como un sentimiento desagradable. En humanos y animales esto solo ocurre a través del cerebro, algo que de momento no se ha encontrado en ningún árbol; así que los árboles reaccionan a las agresiones, pero no se puede decir que sientan realmente dolor.