En 1992, durante la Convención Marco de Naciones Unidas se estableció el Convenio para la Diversidad Biológica que buscaba conservarla, usarla sosteniblemente y garantizar la distribución justa y equitativa de beneficios por el uso de recursos genéticos.Pasó mucho más de una década para que se estableciera el Protocolo de Nagoya, que vendría a retomar el tercer objetivo de dicho Convenio en relación a garantizar el acceso a los recursos genéticos y la participación justa y equitativa de los dividendos que se deriven de estos. Colombia fue el primer país en firmar el Protocolo y desde entonces ha venido trabajando en un marco regulatorio basado en la Decisión 391 de 1996 de la Comunidad Andina de las Naciones, que ha permitido que a octubre de 2016 en el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS) se encontraran registrados 127 contratos de acceso a recursos genéticos.
Uno de estos corresponde a un desarrollo biotecnológico único en el mundo. El colorante azul natural derivado de la ‘Genipa americana’, una especie con un componente genético que se encuentra en su fruto conocido comúnmente como jagua, y que crece en el pacífico colombiano. Justo de la pequeña población de Vigía del Fuerte (Antioquia), a orillas del río Atrato, muy cerca de Bojayá y Bella Vista fue de donde comenzó a salir la jagua para ser procesada en los laboratorios de Ecoflora en Medellín y luego volar a diferentes lugares del país y del mundo. Todo un descubrimiento e invención que vino a pintar de azul una zona de Colombia golpeada fuertemente por el conflicto armado, y que permitió a los habitantes de la comunidad reencontrarse, redescubrir su territorio y las posibilidades que éste les ofrecía, además de la madera. “Nosotros siempre habíamos visto el árbol, pero pensábamos que para lo único que servía era para que los indígenas se pintaran la piel con la fruta, y nosotros los afro la usábamos como herramienta de trabajo”, afirma Nemecio Palacio, miembro de la comunidad y cofundador de la comercializadora PLANETA SAS.
Nemecio y PLANETA SAS son otros actores de esta historia, al igual que el Global Environment Fund Facility (GEF), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Fondo Acción, Ecoflora y, por supuesto, MADS, pues el desarrollo del azul de jagua se da en el marco del proyecto financiado por el GEF, implementado por el PNUD y ejecutado por el Fondo Acción, “Desarrollo y producción de colorantes naturales en la región del Chocó de Colombia, para las industrias alimenticias, de cosméticos y cuidado personal, bajo las disposiciones del protocolo de Nagoya”.En 2004, la empresa Ecoflora Cares comenzó un proceso para desarrollar un colorante azul a partir de la ‘Genipa americana’, y en ese camino se encontró con que para poder acceder a él necesitaba la aprobación del MADS. En 2011 la compañía adelantó los trámites ante la institución, sin embargo en ese momento el camino no era claro, lo que generó demoras en el proceso. “Nosotros pretendíamos atender a una necesidad de la industria alimentaria, por eso lo que se le hace a la jagua es quitarle la propiedad o función de pigmentar la piel, es decir, puede ser manipulada sin machar, esa manipulación nos obligaba a contar con la autorización del Estado”, recuerda Nicolás Cock, cofundador de Ecoflora.Según, Carlos Ospina, miembro del grupo de recursos genéticos de MADS, los recursos genéticos son bienes públicos que hacen parte del reservorio de la Nación y se requiere el permiso del Estado para usarlos. Todas aquellas actividades que se realicen con recursos genéticos, que pretendan la separación de las moléculas de ADN o ARN u otro tipo de moléculas o su purificación necesitan autorización como lo manifiesta el régimen normativo de acceso a recursos genéticos basado en la Decisión 391 de 1996 de la CAN.
Un paso muy importante fue el trabajo con las comunidades, generar confianza y que comenzaran a reconocer la riqueza de su territorio. En 2016 se creó PLANETA SAS (Productos limpios, amigables, étnicamente y ambientalmente del Chocó Biogeográfico), una empresa conformada por 10 socios de la región, y que busca ser un agente catalizador entre la biodiversidad del bosque y sus recursos no maderables con los mercados de mayor valor, mediante su uso sostenible, generando posibilidades de ingreso, inclusión y conservación para la región del Chocó Biogeográfico. Aún existen muchos retos, no solo para la jagua sino en general para acceder a recursos genéticos, y la división justa y equitativa de los beneficios. Para Natalia Arango, directora técnica de Fondo Acción uno de los desafíos más grandes tiene que ver con el mercado. “Si bien las comunidades y algunas empresas se están preparando, el eslabón estratégico es que haya un interés comercial e industrial para desarrollar esas cadenas asociadas al acceso de recursos genéticos y que los beneficios económicos y no económicos lleguen al país y a las comunidades”, afirmó.
El potencial de Colombia es alto, no en vano es el segundo país más diverso del mundo, no obstante, es fundamental que las reglas sean claras y que los mercados se impulsen para de esta forma sacar adelante muchos más productos biotecnológicos. Como lo manifestó Jimena Puyana, oficial de medio ambiente y desarrollo sostenible de PNUD, cada vez la biodiversidad se vuelve un factor más importante para el desarrollo del país y del mundo, no en vano los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una agenda global acordada mundialmente que retoma y reconoce que el desarrollo no solo es económico.