La Orinoquía y la Amazonía colombiana son dos de las regiones más biodiversas del país, con vastos recursos naturales que albergan una riqueza inigualable en flora y fauna. Sin embargo, el desarrollo sostenible en estas áreas enfrenta retos que necesitan ser atendidos para no comprometer su valioso entorno natural.
La deforestación, la ganadería extensiva, la minería ilegal y la falta de infraestructura son algunos de los principales obstáculos. Según el Ministerio de Ambiente, en la Amazonía se talan aproximadamente 150.000 hectáreas de bosque cada año. Esta práctica no solo amenaza la biodiversidad, también afecta los servicios ecosistémicos vitales, como la regulación del clima y la provisión de agua.
“La conservación de la Amazonía representa el desafío más urgente de nuestro tiempo. Este vasto ecosistema alberga una biodiversidad única y es crucial para el equilibrio global y la preservación de la vida en la Tierra. Sin embargo, enfrentamos amenazas como la minería ilegal, la contaminación con mercurio en los ríos y la presencia de grupos armados, que ponen en riesgo tanto a nuestra población como a nuestra riqueza natural”, reconoció el gobernador del Amazonas, Óscar Sánchez.
Lo mismo piensa el gobernador del Putumayo, Carlos Andrés Marroquín, quien añadió la falta de infraestructura básica y acceso limitado a tecnología, así como la necesidad de mejorar la formación técnica para impulsar proyectos sostenibles. “Enfrentamos graves problemas de seguridad debido a la presencia de grupos armados y conflictos vinculados al narcotráfico, que han impactado negativamente en nuestra región, afectando la inversión, el turismo y aumentando la presión sobre nuestros recursos naturales”.
En la Orinoquía, el departamento de Arauca, con sus 9 áreas protegidas que abarcan 530,190.21 hectáreas, además de 8 reservas naturales y una economía diversificada, enfrenta también un desafío y es establecer nuevas áreas de conservación y promover prácticas sostenibles en ganadería y cultivos como el cacao. Según Renson Jesús Martínez, gobernador de Arauca, están implementando acciones para mitigar el cambio climático y restaurar bosques vitales.
Además, Martínez dice que buscan promover la economía forestal, apoyar negocios verdes registrados ante el Ministerio de Ambiente y fortalecer cinco reservas naturales de la sociedad civil con turismo y bioeconomía. “Estamos implementando acciones de mitigación y adaptación al cambio climático, con provisión de agua y energías alternativas en ganadería sostenible y cacao sin deforestación”, añadió.
La expansión de la frontera agrícola y ganadera es otra amenaza, exacerbada por la falta de planificación territorial. Sin embargo, también existen oportunidades para un desarrollo económico sostenible mediante el turismo ecológico, la agricultura sostenible y la bioeconomía.
“Nuestro plan de desarrollo promueve una población con múltiples medios de sustento para reducir la presión sobre nuestros recursos naturales. Incluye diversificar cultivos agroforestales como la chagra, mejorar la infraestructura para acopio y transformación de productos, fomentar cadenas cortas de comercialización, fortalecer asociaciones comunitarias e incentivar un turismo ecológico que minimice su impacto ambiental”, explicó Sánchez.
El Vichada enfrenta también otros retos como su ordenamiento territorial para desarrollarse de manera respetuosa con los ecosistemas y la biodiversidad, mientras que aprovecha sus vastas áreas aptas para cultivos y turismo sostenible. “Las oportunidades radican en implementar biotecnología y agroforestería comunitaria, así como en el uso sostenible de productos no maderables del bosque como los frutos del moriche”, precisó Alcides Aguilera, secretario de Agricultura y Desarrollo Económico del Vichada.
Para el Vichada es crucial conservar más de 6 millones de hectáreas y desarrollar responsablemente otras 4 millones para la agricultura de bajo carbono, reduciendo así las emisiones de gases. “El Plan de Ordenamiento Territorial también es fundamental para estructurar este crecimiento estratégico y fortalecer la producción agrícola interna para alcanzar la seguridad alimentaria y proteger la selva amazónica”, explicó Aguilera.
Riqueza natural
La bioeconomía, que implica el uso de recursos biológicos renovables para la producción de bienes y servicios, es otro pilar clave. Iniciativas como el cultivo y comercialización de plantas medicinales y aceites esenciales no solo proporcionan ingresos, sino que promueven la conservación de los ecosistemas.
“Hemos identificado una importante oportunidad vinculada a la creciente demanda de productos orgánicos y sostenibles, como el ASAI, una fruta amazónica con beneficios nutricionales y farmacéuticos, que también contribuye a servicios ecosistémicos como la generación de nutrientes para el suelo y la captura de CO2. Aprovechando el interés global en la sostenibilidad, estamos seguros de que existe un mercado asegurado para estos productos y servicios de bioeconomía, promoviendo así la agricultura sostenible como una solución viable para generar ingresos dignos”, resaltó el gobernador del Putumayo.
Además, dijo que es crucial invertir en capital humano. “Los conocimientos ancestrales de nuestros campesinos y comunidades étnicas sobre el uso sostenible de recursos naturales pueden integrarse efectivamente en estrategias de agricultura sostenible, bioeconomía y ecoturismo”.
Actualmente, la gobernación del Amazonas trabaja también con actores locales y nacionales en proyectos que fortalecen cadenas productivas clave como frutos amazónicos, piscicultura, cacao, y productos forestales maderables y no maderables.
“Hemos implementado iniciativas como el pago por servicios ambientales e incentivos a la conservación en la microcuenca de la quebrada Yahuarcaca, vital para el abastecimiento de agua de la capital departamental. Nuestro enfoque también incluye la creación de un centro de transformación productiva para actividades de bioeconomía, con la aspiración de contar con el respaldo del Ministerio de Ambiente en este esfuerzo”, añadió el gobernador Sánchez.
Por su parte, Juan Camilo Cárdenas, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, advirtió que cambiar la mentalidad de los modelos de desarrollo rural tradicionales es vital para estas regiones. “Adaptar el modelo agrícola y pecuario de otras regiones a la Orinoquía y Amazonía podría ser un error. Un modelo de bioeconomía y agricultura sostenible para estas áreas debe considerar el manejo de zonas inundables, fluctuaciones entre sequías y épocas húmedas, vegetación de sabanas y selvas, suelos pobres en nutrientes, nuevas formas de irrigación, y la protección de corredores ecológicos para evitar la fragmentación”, explicó el experto.
El camino al cambio
Para avanzar hacia un desarrollo sostenible en la Orinoquía y la Amazonía, es necesario que los gobiernos, las empresas y las comunidades trabajen juntas.
“Avanzar hacia una economía baja en carbono implica transiciones centradas en bioeconomía, bienestar de las comunidades y estrategias de restauración. Este enfoque permite enfrentar los desafíos de cambiar los sistemas alimentarios para lograr una producción con beneficios sociales y ecológicos, aprovechar estos sistemas en el turismo rural y de naturaleza, e integrar áreas para la restauración productiva y la conectividad de regiones de alta importancia ambiental”, explicó Alejandra Laina, gerente de Recursos Naturales del World Resources Institute (WRI).
Para eso, se necesita fortalecer las alianzas público-privadas y es crucial identificar financiamiento a largo plazo, mejorar cadenas de suministro y comercio rural-urbano, y promover la restauración y ordenamiento territorial sostenible, opina la experta. “Colaborar con gobiernos, comunidades y sector privado permitirá financiar y establecer acuerdos duraderos, superar barreras de política, fomentar circuitos cortos de comercialización y avanzar en bioeconomía y restauración, mejorando la calidad de vida y recuperando ecosistemas”, añadió la experta.
Es crucial también que todas las actividades agrícolas, turísticas y de aprovechamiento territorial incluyan acciones de conservación y medidas regenerativas que contribuyan a la recuperación de los ecosistemas, agregó Jeimy Cuadrado, coordinadora de Recursos Naturales y Medios de Vida Sostenibles WWF Colombia, sobre el potencial de estas regiones.
Actualmente, WWF apoya a unas 50 comunidades en el fortalecimiento de sus medios de vida mediante el uso sostenible de la biodiversidad y los ecosistemas, potenciando economías locales y prácticas sostenibles.
Otro de los temas cruciales es mejorar la infraestructura. Las carreteras y las instalaciones básicas deben ser adecuadas para soportar un turismo ecológico sostenible y la comercialización de productos de bioeconomía. Asimismo, la formación de las comunidades locales en prácticas sostenibles y en el manejo de negocios es fundamental.
El apoyo gubernamental a través de políticas públicas sólidas es esencial. Una propuesta concreta, según Cárdenas, sería que los recibos del agua de los habitantes de las zonas andinas incluyan un rubro de compensación para la Amazonía y Orinoquía, destinando esos recursos a la conservación de sus bosques.
“Esto reconoce la interdependencia entre estas regiones y el resto del país, compensando los servicios que nos prestan. La Orinoquía y la Amazonía pueden construir relaciones de colaboración con el resto del país, aportando a la seguridad alimentaria y proporcionando servicios ecosistémicos cruciales. La provisión de agua en las ciudades andinas depende de la estabilidad de los “ríos voladores”, cuya conservación en la Amazonía y Orinoquía es esencial para garantizar el suministro de agua potable en Bogotá y otras ciudades, especialmente ante la creciente volatilidad climática”, aseguró Cárdenas.
Del mismo modo opinó Giovanni Reyes-Moreno, profesor investigador de la Universidad Nacional, sede OrinoquÍa, quien cree que los retos y oportunidades para un desarrollo sostenible y un régimen de unidad nacional en Colombia se encuentran en la adecuada gestión de estas regiones clave.
“Estas áreas presentan diferencias marcadas en sus ecosistemas y requieren políticas públicas específicas que trasciendan gobiernos y se adapten a sus características únicas. Mientras que la Orinoquía se compone de sabanas inundables adecuadas para la ganadería, la Amazonía está cubierta por densos bosques tropicales con alta retención de carbono, pero también vulnerables a incendios forestales y suelos pobres”, agregó el gobernador.
Las políticas deben ser, según el experto, estables y de largo plazo, enfocándose en la fragilidad y biodiversidad de estos ecosistemas. “Es fundamental involucrar a las comunidades locales en modelos de desarrollo como el turismo ecológico y la agroforestería, asegurando que las prácticas sean sostenibles y culturalmente apropiadas. Además, la intervención académica y multidisciplinaria puede proporcionar las herramientas necesarias para lograr una integración efectiva y respetuosa de estos territorios dentro del desarrollo nacional”, aseguró Reyes.
Es fundamental desarrollar estrategias para un crecimiento sostenible en estas regiones, enfocándose en políticas públicas que protejan el medio ambiente y aprovechen los servicios ecosistémicos disponibles. “Estas áreas poseen un enorme potencial económico a través de la biodiversidad y otros recursos naturales, pero es crucial gestionarlos con ingenio y responsabilidad para evitar la explotación desmedida. Además, las transiciones hacia energías renovables y prácticas agrícolas sostenibles deben ser gradualmente implementadas para mitigar impactos negativos a largo plazo”, recalcó Reyes.
El desarrollo sostenible en la Orinoquía y la Amazonía es un desafío complejo, pero también es una oportunidad única. Si se logra encontrar un equilibrio entre la conservación y el progreso económico, estas regiones pueden convertirse en un modelo de desarrollo sostenible para el mundo.
“Las comunidades locales son las gestoras de la riqueza de sus territorios, su biodiversidad y su cultura, son ellas quienes tiene la oportunidad y la responsabilidad de orientar el desarrollo de sus territorios a modelos sostenibles, pues es el capital natural y social del que se derivan los beneficios económicos que se pueden generar”, concluyó Cuadrado.