Las obras de arte rupestre más grandes del mundo yacen a orillas del río Orinoco, en la frontera entre Colombia y Venezuela. Algunos de los grabados superan los 40 metros de longitud. Su hallazgo quedó registrado en la revista Antiquity y fue posible gracias a un extenso trabajo de un equipo de científicos británicos y colombianos, quienes calculan que podrían tener cerca de 2.000 años de antigüedad. Es decir, un descubrimiento sin precedentes debido a su tamaño, antigüedad y significado.
Los grabados fueron encontrados en las formaciones graníticas de los Rápidos de Atures, a ambos lados del río Orinoco, en un área que, del lado colombiano, se extiende desde el municipio de Puerto Carreño, al norte, hasta el Raudal de Maipures, en el Parque Nacional El Tuparro, al sur. A lo largo de esos 100 kilómetros se concentra la mayoría de grabados, algunos de los cuales se encontraron con drones.
La investigación inició en el 2015 y fue liderada por el británico Philip Riris y los colombianos José Ramón y Natalia Lozada Mendieta. Su estudio destaca la magnitud y complejidad de estas representaciones precolombinas, que incluyen serpientes gigantes, insectos y hasta figuras humanas.
Riris, profesor de modelado arqueológico y paleoambiental en la Universidad de Bournemouth (Reino Unido), describió los grabados como “de los más enigmáticos del mundo”, resaltando su escala enorme y su ubicación en una región que históricamente fue un punto de convergencia cultural y comercial entre diversas culturas aborígenes de la región.
“Estas representaciones son varias veces más grandes que un humano adulto en varias dimensiones y se distribuyen a lo largo del río Orinoco, en un punto que fue una zona de intenso contacto e interacción entre diferentes grupos étnicos y lingüísticos en el pasado”, señaló Riris en un comunicado.
De acuerdo con la investigación, algunos de los grabados más grandes representan especies de serpientes, como boas constrictoras o anacondas (la más grande, de aproximadamente 42 metros de largo), las cuales tienen un papel importante en los mitos y creencias de la población indígena local.
“Sabemos que las anacondas y las boas están asociadas no solo con la deidad creadora de algunos grupos indígenas de la región, sino que se las considera seres letales que pueden matar personas y animales grandes (...) Creemos que los grabados podrían haber sido utilizados por grupos prehistóricos como una forma de marcar el territorio, haciendo saber a la gente que ese es el lugar donde vivían y que se esperaba un comportamiento apropiado”, explicó Riris.
Arte y mucha técnica
De acuerdo con otra de las coautoras de la investigación, Natalia Lozada Mendieta, profesora del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de los Andes, se construyó una base de datos de más de 150 grabados individuales, la mayoría ya conocidos, pero algunos descubiertos recientemente.
“Hemos cartografiado 14 sitios. Como están tallados en piedra no se puede hacer un fechado directo, pero hemos encontrado cerámicas con los motivos de serpientes similares a los de los grabados. La fecha estimada de los petroglifos es de aproximadamente hace 1.000 años y podrían ser más antiguos, hasta 2.000 años (...) Este hallazgo fue como un derivado de esa investigación inicial. Nosotros sabíamos de la serpiente gigantesca, pero no se sabía de las otras figuras, sobre todo del lado colombiano; no existían en la literatura. Aunque los locales sí sabían que estaban ahí”, precisó.
Además de las serpientes, se encontraron figuras de cuadrúpedos, aves y ciempiés amazónicos. La investigadora señaló que estos grabados no solo demuestran la habilidad artística y técnica de los antiguos habitantes, también su capacidad para planificar y ejecutar obras de gran escala.
“Algunas de estas figuras están por lo menos a unos 15 o 20 metros de altura. Entonces, o usaron algún tipo de andamio o de liana, o en algunos casos, creemos, hicieron también rapel. Debieron tener algún tipo de instrumento que midiera, puede ser con su mismo brazo, pero algo que midiera las proporciones, porque además hemos visto que en muchas de las serpientes la distancia del zigzag de cada uno de los triángulos es igual, es estándar”, advirtió.
El equipo de investigadores sigue explorando y tratando de entender cómo estos grabados se han mantenido intactos durante milenios. Se han involucrado biólogos y geólogos en el proyecto para analizar la conservación natural de estos dibujos.
Antes de los europeos
Los investigadores también observaron que muchos de estos grabados representaban alguna señal o indicación para quienes navegaban el Orinoco. “Creemos que estaban destinados a ser vistos desde el Orinoco porque la mayoría de los viajes en esa época habría sido por el río. La arqueología nos dice que era un ambiente diverso y había mucho comercio e interacción”, indicó el profesor de arqueología latinoamericana del UCL, José Ramón Oliver.
Por su parte, Lozada Mendieta subrayó la importancia de los hallazgos como evidencia de esa intensa interacción cultural en la región antes de la llegada de los europeos.
“El proyecto inicial tenía como intención entender por qué esa zona del medio Orinoco era un punto de encuentro o de comercio entre diferentes comunidades que habitaban esa zona antes de la llegada de los españoles. Queríamos ver si el Orinoco funcionaba como una gran autopista fluvial donde convergían comunidades de la Amazonía, Guyana, los Llanos y el Caribe (...) Para mí fue muy especial entender que este río era un puente y no el límite entre dos países, y que este tipo de cosas pasaban a lado y lado. Te hace admirar ese trabajo de los pueblos antiguos, ese esfuerzo que debieron haber hecho, esas formas de comunicación”, agregó.
Patrimonio protegido
La importancia de estos hallazgos va más allá del ámbito académico. “Es vital proteger estos sitios para garantizar su estudio continuo y preservación,” afirmó Riris, aclarando que las comunidades indígenas locales han jugado un papel fundamental como guardianes de estos sitios, y su colaboración ha sido esencial para el éxito de la investigación.
Sin embargo, la investigación sigue su curso, con el equipo planeando explorar más áreas a lo largo del río Orinoco y sus afluentes. Cada nuevo descubrimiento no solo agrega una pieza más al rompecabezas de la historia, sino que también refuerza la necesidad de valorar y proteger el patrimonio cultural y natural para las futuras generaciones.
“Gran parte de los sitios con arte rupestre monumental aún no están protegidos. Incluso ya hemos detectado actos de vandalismo. Sería importante que se tomaran medidas para su conservación”, finalizó Lozada Mendieta.