En 1925 el sector agropecuario en Colombia representaba el 57 por ciento del PIB nacional. Un cuarto de siglo después, la cifra se redujo al 14 por ciento y hoy corresponde al 1,6 por ciento, según los reportes de Fedegán. No obstante, la ganadería sigue desempeñando un papel relevante en la economía del país. De hecho, su participación en el producto interno bruto dobla a la de otros sectores como el café, cuyo aporte es del 0,7 por ciento.
Y si hay un departamento donde esta importancia se confirma es Córdoba. En 2019, el inventario bovino de Fedegán registró que había casi 2.134.700 reses que pastaban en sus calientes llanuras. Esta cifra lo consolida como una de las potencias ganaderas del país, solo superada por Antioquia y virtualmente empatada con Casanare. Aunque no ocupa el primer lugar, la región cordobesa siempre se ha asociado con la cultura bovina y hay razones históricas que lo explican.
Alberto Anaya Pérez, zootecnista, docente de la Universidad de Córdoba y miembro de la Academia de Historia del departamento, cuenta que la ganadería es la “vocación del sinuano”. Así ha sido desde la llegada de las especies bovinas a Suramérica, en el segundo viaje de Cristóbal Colón, y su posterior asentamiento en la Región Caribe. Sin embargo, solo hasta finales del siglo XIX la explotación industrial ganadera arrancó.
En esa época, en Montería y en la región tomó fuerza la explotación de materias primas como la madera. Debido a la bonanza de esas exportaciones se produjo una migración hacia esta zona y, con ella, una expansión agrícola. “Por los procesos que usaban, la tierra se empobreció rápidamente y lo que quedó fue pasto. Estos factores, sumados a la destrucción del monte, dieron paso al desarrollo de la industria ganadera”, complementa Joaquín Viloria de la Hoz, investigador del Banco de la República.
Revolución sostenible
De acuerdo con los reportes departamentales del Dane, publicados a mediados de 2019, el sector agropecuario equivale al 10,3 por ciento del PIB de Córdoba, y representa el 7,5 de sus exportaciones. Este buen escenario impulsó a los ganaderos de la región a embarcarse en una ambiciosa transición hacia una ganadería regenerativa. Es decir, una producción sostenible a nivel económico, respetuosa con el medio ambiente y capaz de transformar al departamento.
“El centro de cualquier estrategia es el árbol”, declara Sergio Mejía, investigador de Agrosavia. “Sirve de sombra para el animal, de parasol para el pasto, y de fijador de nutrientes y humedad en el suelo. También, durante las sequías, aporta frutos que compensan la falta de vitaminas y minerales que tiene el ganado en esa época. Por eso estamos promoviendo el sistema silvopastoril: que se planten o se dejen crecer árboles hasta que haya entre 30 y 32 por ciento de sombra por potrero”, explica.
Otros componentes de esta iniciativa incluyen dejar de usar agroquímicos que desactivan la actividad biológica del suelo, implementar la rotación de potreros para que los pastos puedan regenerarse y, en el caso de Córdoba, recuperar las especies criollas como el romosinuano que, al estar naturalmente adaptadas al medio, requieren menos cuidados y no tienen un impacto tan significativo en el entorno.
La carrera hacia la ganadería sostenible en tierras cordobesas se está impulsando desde diversas organizaciones públicas y privadas, de tal forma que es difícil determinar cuántos ganaderos participan en el proceso. Juan Carlos Pérez, ingeniero agrónomo e investigador de Agrosavia, calcula que las capacitaciones impartidas por la organización ya han llegado a alrededor de diez municipios y, en cada uno de ellos, se han alcanzado entre 50 y 100 ganaderos. Por ello es optimista con el ritmo de esta revolución verde. “En seis u ocho años, o incluso en menos tiempo, se podría alcanzar la sostenibilidad”, concluye.
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