En las calles de Palomino, un pequeño corregimiento del municipio de Dibulla, al occidente de La Guajira, es común ver turistas y locales que llevan colgado en su hombro un inmenso flotador negro que parece un gran neumático.
Muchos de ellos en motos, y otros en camionetas que facilitan la carga de hasta siete de estos flotadores, se adentran al interior de la Sierra Nevada en busca de una aventura natural que no se puede vivir en otro lugar: deslizarse por las frías corrientes del río Palomino.
A medida que avanzan por la carretera, los guías locales, quienes hacen estos recorridos dos o hasta tres veces al día, cuentan historias de la sierra, el municipio y su crecimiento. En los últimos años Palomino ha tenido un desarrollo económico y turístico notorio gracias a extranjeros y nómadas digitales que se han dejado fascinar por el estilo de vida de este pueblo a orillas del mar Caribe.
Después de adentrarse en la tupida selva que nace de la Sierra Nevada de Santa Marta, los turistas deben emprender un trayecto a pie para entrar en contacto con la naturaleza. Observan majestuosos paisajes, aves y comunidades indígenas que habitan en la región.
Finalmente, el recorrido llega hasta Pozo Caimán, el lugar donde inicia la verdadera aventura. El silencio y la transparencia de sus aguas dan la bienvenida a quienes están a punto de hacer tubing, un recorrido en descenso por el río Palomino hasta desembocar en el mar Caribe.
El trayecto puede durar entre dos y tres horas dependiendo de la velocidad de la corriente y de cuántas paradas decida hacer el grupo para disfrutar del paisaje o nadar. Este río serpentea entre la exuberante selva, pasando por tramos calmados que permiten relajarse y contemplar el entorno, y corrientes que forman pequeños rápidos que aportan una dosis de emoción, diversión y adrenalina.
A mitad de camino, y para los turistas más arriesgados, se encuentra una formación de manglares y árboles cubiertos de lianas; el lugar es ideal para treparse, agarrar la cuerda, tomar impulso y saltar en caída libre y de una altura considerable de nuevo al río. En ese punto del trayecto son comunes las risas y los gritos de niños de la región, que juegan a orillas del río y animan a los adultos que temen saltar.
Según Tatiana Oquendo, una joven paisa que visitó La Guajira en junio del año pasado, embarcarse en esta aventura por el río Palomino despertó sus sentidos.
“Lo que más disfruté fueron los miles de corrientes; corrientes de calma al bajar por el río en medio de dos montañas, el silencio combinado con las risas de quienes me acompañaban, la corriente de la adrenalina de los rápidos, y la corriente del hambre que fue saciada con una de las mejores empanadas de camarón en medio de la nada”, aseguró.
Poco antes de finalizar el recorrido, y como mencionó Oquendo, “en medio de la nada” los turistas pueden disfrutar un pequeño lugar a orillas del río que vende empanadas de camarón o arepas de huevo, ambas preparaciones típicas de la región y con un sabor que solo se puede degustar si se atraviesa el río.
Al llegar al punto donde el río se encuentra con el mar Caribe, los visitantes son recibidos por una hermosa playa de arena blanca, de nuevo Palomino. En ella pueden descansar de la jornada, emprender el regreso hacia su hostal o simplemente contemplar de cerca cómo las aguas dulces se funden con las olas del mar.