Brenda Mery Mazuera murió a los 78 años con un sueño por cumplir: ver la carretera de su municipio asfaltada. Vivía en Barrancas, zona rural de Palmira (Valle del Cauca); un corregimiento familiar, con una población de 2.300 habitantes, en su mayoría son productores de cerdos en mediana y pequeña escala. Una tierra fértil para los cultivos de papaya y de piña, además sede de las plantas de producción de reconocidas marcas como Manuelita, Ingenio de Oriente, Huevos Santa Anita, Nápoles y Proterra.
Sin embargo, desde que se fundó hace más de 110 años, no habían transitado por allí maquinarias ni intenciones de inversión para mejorar las vías de acceso. “La vía sí aparecía asfaltada, incluso tres veces, pero en los documentos de planeación municipal, es decir, que se habían desviado los recursos en varias oportunidades mientras acá literalmente seguíamos viendo un polvero”, contó Julián Martínez, presidente de la Junta de Acción Comunal del corregimiento de Barrancas.
Hasta 2021, a pesar de las peticiones y reclamos constantes de la comunidad, el Departamento para la Prosperidad Social (DPS) asumió la inversión para proyectos de vías terciarias en los departamentos del Valle, Cauca y Nariño, siendo Barrancas uno de los beneficiarios. “Inicialmente se había hablado de 2.170 metros de pavimentación con una inversión de 3.900 millones de pesos, pero por falta de recursos tuvieron que recortar el presupuesto a 2.900 millones de pesos y la distancia a 1.290 metros. Actualmente, las obras tienen un avance del 85 por ciento, faltan las cunetas y la señalización”.
Emocionado, Julián intenta encontrar las palabras para expresar lo que esto ha significado para su calidad de vida. “Yo no sé cómo explicarle lo que sentimos, pero ver a los niños andar en sus patines, en sus bicicletas sin que corran peligro por el mal estado de la vía es algo que no tiene comparación. Le hemos enviado fotos a los amigos que ahora viven en otros países y sienten esas ganas de volver. De verdad que es supremamente importante el cambio de ánimo que estas inversiones generan en poblaciones que se sentían olvidadas, principalmente en zonas rurales”.
Con esta afirmación coincidió Luis Eduardo Toro Serna, habitante de la vereda La Soledad, del municipio de Córdoba (Quindío), quien se vio beneficiado con la implementación de placas huellas en este territorio. “Antes era incómodo, se sufría mucho por esos pedreros que tocaba caminar y si íbamos en motocicleta era peor por las caídas. Ahora nos cambió la vida porque ya entran carros y motos, la vía quedó excelente. Ya en una emergencia sabemos que pueden venir a rescatarnos”.
Impulsar la conectividad
Más allá de ser útiles en caso de emergencia, en el desarrollo económico y rural se han demostrado los múltiples beneficios que tiene la infraestructura vial para el progreso de los habitantes del campo. Por ejemplo, para la agricultura, principal actividad en las zonas rurales, representa la apertura de mercados para sus productos y el acceso a insumos y bienes de capital como maquinaria agrícola, camiones, vehículos de transporte público y privado. Además de facilitar el acceso a los servicios financieros, de apoyo a la producción agropecuaria, de salud, de educación, entre otros; de esta manera se generan nuevas oportunidades y se impulsa el desarrollo y la transformación de los territorios.
Por años, estos beneficios han estado pausados por el rezago que tiene Colombia en su red vial rural y han motivado la toma de decisiones importantes como lo anunció el pasado mes de octubre la viceministra de infraestructura, María Constanza García: “El Gobierno colombiano tiene en planes invertir 8 billones de pesos en 33.000 kilómetros de vías terciarias. Actualmente, el 90 por ciento de la red terciaria está en mal estado y la inversión, que se hará en los cuatro años del Gobierno de Gustavo Petro, es necesaria para impulsar la conectividad y el desarrollo rural”.
La cifra adquiere mayor valor si se tiene en cuenta que el 85 por ciento de la carga y movimientos que se realizan en Colombia se hacen por modo carretero. Entre estos se encuentra el de los turistas extranjeros que visitan el país en busca de lugares alejados de las ciudades para disfrutar de la naturaleza. De esto ha sido testigo Jorge Antonio Escobar, habitante del municipio de Filandia, Quindío. “A nosotros la implementación de placas huellas nos ha beneficiado principalmente porque somos un territorio para el turismo, con eso se mueve la economía y se valoriza mucho más el municipio”.
En otras regiones como Norte de Santander, el mejoramiento de las vías terciarias se ve reflejado en un beneficio comercial. Así sucedió con la implementación de placas huellas en un tramo de 401 metros lineales en los corregimientos de Ricaurte y Puerto Villamizar, que han permitido la comercialización de productos como café, maracuyá, melón, limón, leche, huevos, entre otros. En palabras de Edwin Raúl Hernández, presidente de la Junta de Acción Comunal en la vereda El Descanso, “esta obra nos beneficia para el transporte de nuestros productos hacia la ciudad. También mejora las condiciones de la ruta escolar y favorece el transporte público, lo que trae progreso a nuestras comunidades”.
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