El buen hijo siempre regresa a casa dice un dicho muy popular y en este caso se trata de Eli Saúl Martínez. Momposino de nacimiento y quien en varias oportunidades salió de Santa Cruz de Mompós a estudiar o probar suerte, pero el camino siempre lo llevó de regreso al barrio Santa Cruz, uno de los más poblados del municipio. El año pasado, en medio de la pandemia, terminó de nuevo en el hogar materno. Entre cuarentenas y toques de queda no había mucho por hacer en Cali, en cambio en su comunidad encontró cómo aportar.
Comenzó a ayudar a los niños con las tareas que les asignaban a distancia. “En realidad no reciben clases; en el mejor de los casos les dan unas guías, unas fotocopias para que las trabajen, pero a veces ni las entienden o las completan por obligación. Además viven en condiciones bastante precarias en un terreno invadido, donde la mayoría de las viviendas están forradas en plástico”.
Así nació, bajo el nombre de BiblioBarrio Mompós, la idea de acercarlos a la lectura a través de talleres artísticos en los que inicialmente les enseñó a pintar. Poco a poco se fueron sumando personas e ideas y se creó el taller de guitarra. Les donaron los primeros instrumentos y apareció un profesor entre la misma comunidad. Al poco tiempo estaban abriendo el curso de violín. Sin embargo, Eli Saúl, 29 años, en realidad es un artesano. Estudió joyería en la Escuela de Artes de Mompós. “Me gusta pintar, pero soy un pintor empírico; tampoco soy profesor ni músico. Lo que sé hacer es filigrana momposina”.
Martínez explica que Bibliobarrio Mompós nació en tiempos de pandemia “para apoyar a los pelaos que no estaban recibiendo educación virtual, por no tener medios de conexión”. Los talleres, programados todas las tardes de lunes a viernes, se realizan en el patio de la casa que Eli Saúl acondicionó. En promedio participan 10 niños por actividad. Adicionalmente les construyó una huerta orgánica para enseñarles sobre sostenibilidad y elaboran ladrillos con materiales de reciclaje. “Todo ha sido un trabajo colectivo, nunca he estado solo”.
Las donaciones han sido claves para poder contar con los instrumentos. “Hay muchas personas que se compraron una guitarra, un violín o un piano, en alguna oportunidad con la motivación de aprender a tocarlo, pero luego por las ocupaciones se olvidaron’, comenta Martínez, quien relata que con esa idea comenzó a contactar gente. “La voz se corrió y empezaron a llegar poco a poco guitarras y violines al barrio San Martín. Las redes sociales también nos han ayudado”.
Elui Maldonado, 21 años, es uno de los músicos del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela que escogió Colombia como destino para emigrar. Viajó desde la Isla de Margarita, otrora destino turístico de los colombianos, para asentarse en Mompós con su familia hace tres años. “Es un lugar hermoso, de gente buena”, comenta.
Mientras estudiaba cocina en la Escuela Taller conoció a Martínez, quien meses después lo invitó a participar en Bibliobarrio como maestro de violín. “Yo creo que lo que más los motiva es la idea de que algún día podrán ser un gran violinista o que llegarán a dominar bastante bien el instrumento”.
Jorge Alberto Bisbal tiene 10 años de edad, es el mayor de tres hermanos, una de 4 y otro de 8, y es uno de los estudiantes de violín de Maldonado. Su mamá, Keyla Martínez, quien ha vivido toda su vida en el barrio San Martín, dice que nunca había visto algo igual allí. “Los niños han aprendido mucho y tienen en qué invertir el tiempo. Jorge Alberto está encantado y ha avanzado mucho. Yo lo veo muy alegre“.
La mayor satisfacción, dice Matínez citando a los niños, es que la pasen “bacano”. De hecho, no tiene previsto que sea un proyecto a largo plazo; su plan se enfoca en hoy y se centra en la posibilidad de compartir su pasión por la lectura y las artes, al tiempo que contribuye con la educación de los niños del barrio donde creció; al menos ofrecerles una base que los impulse a seguir. “Ellos han estado marcados desde que nacieron con esta situación, también tienen conciencia de que poco a poco se van llenando de conocimiento y que si quieren cambiar su vida tienen que continuar con las lecturas, formarse en un oficio. No se pueden quedar con la idea de estancarse y ser pobres toda la vida”.
Además de los talleres educativos, Martínez ha procurado ofrecer una merienda a los niños y adolescentes, de entre 8 y 15 años, que participan en las actividades. “Al inicio hacíamos una pequeña atención, por ejemplo, de gelatinas con galletas, un juguito de guayaba con pan; pero en el camino alguien se maravilló al ver lo que estábamos haciendo y quiso participar a través de la donación de meriendas”. Las clases de los profesores también se pagan gracias a la ayuda de terceros, “se les da una contribución, un ingreso solidario, porque no estamos en la capacidad de pagarles lo que les corresponde por su talento”.
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