Bogotá, considerada una de las ciudades más biodiversas del mundo, viene impulsando estrategias ambientales para proteger su riqueza natural, reducir la contaminación y enfrentar el cambio climático. Estas acciones fueron destacadas en la COP16 como ejemplo de compromiso con la sostenibilidad.
“Colombia es el segundo país más biodiverso del planeta y Bogotá, como su capital, es un reflejo de esta riqueza natural”, afirmó Adriana Soto Carreño, secretaria distrital de Ambiente. Con 4.533 especies, incluidas 239 endémicas de flora y 29 de fauna, Bogotá es un modelo de coexistencia entre biodiversidad y urbanización.
Por esto, la administración distrital ha identificado tres áreas prioritarias para sus acciones: suelos, agua y aire. “A través de estas estrategias podemos disminuir la contaminación, incrementar los índices de biodiversidad y aumentar la resiliencia frente al cambio climático,” explicó Soto.
Restauración de suelos en los Cerros Orientales
En la estrategia de suelos se priorizan la Reserva Forestal Cerros Orientales, con 13.306 hectáreas, estas áreas enfrentan riesgos de incendios forestales por especies exóticas y aumento de temperaturas. Para mitigarlos, se restaurarán 1.300 hectáreas con especies nativas, incluidas 42 hectáreas afectadas por incendios este año, mejorando el ecosistema y la calidad del aire en el suroccidente de Bogotá.
El plan de restauración, cubrirá el 10% de la reserva, superando las 159 hectáreas restauradas en el periodo anterior. La iniciativa, apoyada por la CAR, entidades distritales, el sector privado y comunidades locales, busca garantizar su sostenibilidad.
Carlos Devia, docente del Departamento de Ecología y Territorio de la Universidad Javeriana, explica que reemplazar especies como pino y eucalipto por vegetación nativa aumentará la biodiversidad y la oferta hídrica. “Este cambio también creará una barrera natural contra incendios y permitirá aprovechar la madera para fines estructurales, como mobiliario y senderos”, aseguró.
Por otro lado, Bogotá implementa la transferencia de derechos de construcción, permitiendo que propietarios de áreas estratégicas, como el área de ocupación pública prioritaria de los Cerros Orientales y la Reserva Thomas van der Hammen, cedan voluntariamente sus terrenos para restauración a cambio de certificados de edificabilidad en zonas de Vivienda de Interés Social (VIS).
Este mecanismo, sin costo directo para el Distrito, facilita la conservación de más de 2.600 hectáreas en áreas críticas. Según Patricia Bejarano, de Conservación Internacional, “redirigir la construcción hacia otras áreas protege suelos estratégicos para la restauración, fortaleciendo la resiliencia climática y la biodiversidad”.
Con 96.8 mil millones de pesos destinados a restaurar áreas vulnerables, Bogotá avanza hacia esta meta, posicionándose como referente en innovación ambiental y equilibrio entre desarrollo urbano y conservación ecológica.
Conservación de cuencas estratégicas
Del mismo modo, la capital trabaja en restaurar y conservar cuencas que abastecen los embalses del Sistema Norte, claves para el suministro de agua. Según Bejarano, estudios con el WRI muestran que invertir en soluciones naturales en la cuenca del río Bogotá trae beneficios financieros y sociales.
“Las acciones para la adaptación climática, enfocadas en regulación hídrica y biodiversidad, dependen de mejorar las condiciones de vida campesinas. Esto refuerza la seguridad hídrica de Bogotá y beneficia tanto al ecosistema como a las comunidades rurales”, afirmó Bejarano.
La ciudad cuenta con 17 reservas de humedales que suman 901 hectáreas. De estas, 667,4 hectáreas en 11 humedales que son hábitat de la Tingua bogotana y otras 143 especies de fauna, han sido reconocidos por la convención Ramsar como humedales de importancia internacional.
La deforestación en la Amazonía impacta el agua de Bogotá. Según la Ministra de Ambiente, Susana Muhamad, en el primer trimestre de 2024 la deforestación aumentó 40% respecto al mismo periodo en 2023, afectando los “ríos voladores” que abastecen páramos como Chingaza, de donde viene el 70% del agua de la capital.
Para enfrentar esta problemática, la capital destina 24 mil millones de pesos para conservar 10.500 hectáreas en cuencas del sistema norte. En alianza con Conservación Internacional y el Fondo Verde para el Clima, se involucrará a 2.100 familias en prácticas sostenibles, buscando garantizar agua a largo plazo y fortalecer comunidades rurales.
Del mismo modo, el saneamiento hídrico avanza con la PTAR Salitre, que trata el 30% de las aguas residuales y beneficia a 3.5 millones de personas. Con la entrada de la PTAR Canoas, que procesará el 70%, Bogotá y Soacha tratarán el ciento por ciento de sus aguas. También se promueve el ecourbanismo en 624 proyectos nuevos, logrando ahorros del 41% en agua y 21% en energía mediante sistemas eficientes y uso de aguas lluvias y grises.
Aire más limpio para Bogotá
Para mejorar la calidad del aire, la administración implementará las Zonas Urbanas por un Mejor Aire (ZUMA), junto con proyectos como Foncarga, la Línea 1 del Metro y la creación de bosques urbanos. Estas acciones combinadas pretenden reducir las emisiones contaminantes y generar espacios más saludables para los ciudadanos.
Devia destacó que la calidad del aire es clave para la calidad de vida urbana. Aunque Bogotá está por debajo del límite de 50 microgramos/m³ de la OMS, presenta indicadores preocupantes. “Gran parte de esta contaminación proviene de fuentes fijas y móviles. Es crucial impulsar la transición energética y plantar árboles, aunque su crecimiento también depende de la contaminación atmosférica,” explicó. En su opinión, la solución debe combinar transición energética y redes densas de árboles en condiciones óptimas.
El suroccidente de Bogotá, por ejemplo, con el 35% del PM2.5 de la ciudad, enfrenta altos niveles de contaminación y vulnerabilidad socioeconómica. Para abordar esto, la administración ha lanzado estrategias integrales, como las ZUMA (Zonas Urbanas para un Mejor Aire) en el occidente, que incluyen pavimentación, regulación de tráfico pesado y creación de bosques urbanos, beneficiando a 35.000 personas y con un costo de 1.287 millones de pesos. Ya está en proceso de implementación la primera, y el objetivo es consolidar dos al final de la administración.
Otra estrategia es la de Bosques Urbanos, que planea tres nuevos pulmones verdes en Kennedy y Fontibón, impactando a 1,7 millones de habitantes con una inversión de 820 millones de pesos. Estos bosques mitigarán el cambio climático y ofrecerán espacios recreativos. “Es fundamental un monitoreo efectivo para medir el impacto de estas acciones en la calidad del aire en zonas críticas como el suroccidente,” señaló Bejarano.
Por su parte, Foncarga espera reducir en un 16% el material particulado, renovando 195 vehículos antiguos con una inversión de 5,6 millones de dólares. Este programa favorecerá al 80% de los propietarios y consolidará un transporte más limpio. Y la Línea 1 del Metro ayudará a reducir los gases de efecto invernadero, según la administración distrital. Además, sus columnas podrían incorporar recubrimientos vegetales, mejorando la biodiversidad y mitigando el calor urbano.
Estos proyectos muestran cómo Bogotá puede combinar el crecimiento urbano con la conservación ambiental. “Buscamos construir una ciudad resiliente y preparada para enfrentar el cambio climático”, afirmó Soto. El objetivo es dejar un legado que integre a Bogotá con su entorno natural y la proyecte como un modelo global de sostenibilidad.
*Contenido elaborado con el apoyo de la Secretaría de Ambiente de Bogotá.