Más de 160 familias campesinas, jóvenes, mujeres e indígenas están vinculadas a la Asociación de Cafeteros de Uribe, Meta, un grupo que le apuesta a la legalidad y a la sustitución de cultivos de coca en más de 16 veredas del municipio. Desde el 2019 han sembrado más de 436 mil árboles de café y producido más de 100 toneladas de este grano.
Uribe, ubicado entre los parques nacionales naturales Sumapaz, La Macarena, Tinigua y Picachos, ha sido protagonista de la historia y el conflicto con las Farc. En 1986 fue el escenario de los diálogos de paz entre esta guerrilla y el gobierno de Belisario Betancur; cuatro años más tarde de los bombardeos a Casa Verde, el campamento del Secretariado de las Farc y en 1998 incluido en la zona de distensión de Andrés Pastrana, junto a los municipios vecinos de Mesetas, La Macarena, Vista Hermosa y San Vicente del Caguán.
“Uribe solía ser un pueblo cargado de violencia. A nosotros nos ha tocado aguantar la guerra, somos víctimas y sobrevivientes. Con el café queremos cambiar el estigma que hay sobre el municipio, cambiar nuestra historia de cultivos de coca para que seamos reconocidos por ser cafeteros”, explica Flaminio Castellanos, líder y presidente de la Asociación.
La Asociación de Cafeteros de Uribe, Meta, se fundó en el 2011 cuando más de 100 familias se dieron cuenta de que la siembra de coca no valía la pena, había que apostarle a la legalidad. Durante estos diez años han logrado capacitar a más de 160 familias, generar empleo y trabajar por el desarrollo rural integral impulsando una cultura cafetera en el municipio. La Asocafeurmet también ha contado con el apoyo de USAID, cooperación internacional y la Federación Nacional de Cafeteros, un esfuerzo que le permitió cambiar los cultivos de uso ilícito por la producción de café.
Arlinsson Neusa, ingeniero agrónomo del equipo técnico, reconoce que “hoy en día llegar a las fincas que hace unos años tenían coca y ahora tienen cafetales es una alegría. Estamos dando a conocer otra cara de Uribe. Las personas quieren trabajar sin tener que preocuparse. El café está beneficiando y no generando conflictos, como sí lo hacen los cultivos de uso ilícito”.
Alrededor del 38 por ciento de los productores de café hacen parte de las comunidades indígenas Nasa y Páez, y el 26 por ciento son jóvenes productores, hijos de caficultores que decidieron iniciar sus propios cultivos. Castellanos también explica que a raíz del fortalecimiento de la cultura del café en el municipio, están motivando a la comunidad para producir cafés especiales.