En el barrio Nuevo Milenio de Tumaco, históricamente afectado por la exclusión y la violencia, existe un espacio juvenil que busca formar líderes para el cambio social. Su historia comenzó en el 2007 con la llegada de los Misioneros Combonianos, quienes viendo las ganas de la juventud de organizarse decidieron adecuar un lugar para el trabajo comunitario permanente. Pero en vez de construir una casa cural o una iglesia, decidieron instalarse en una vivienda pequeña de este barrio de invasión, en el que habitan más de diez mil personas, y fundar el Centro Afro Juvenil.
Desde el 2012 la misionera alemana Ulrike Purrer coordina las actividades del centro. “Este es un espacio fiable para los niños y jóvenes porque aunque se cancelen las clases, haya huelgas o tiroteos en el barrio, nuestras puertas siempre están abiertas. Trabajamos con esa mentalidad. Yo recibí el reto de coordinar el espacio, pero quienes proponen lo que hacemos son los mismos jóvenes”, cuenta Purrer. Quienes asisten a este lugar además de hacer tareas, utilizar los computadores y jugar, han organizado varios grupos a través de los cuales se promueve el arte y el deporte.
La agrupación AfroMiTu, por ejemplo, escribe y produce canciones que profundizan en la complejidad de la realidad que viven y denuncian la violación de los Derechos Humanos. Desde la música también hacen un llamado a la paz y resaltan el potencial de Tumaco, intentando sacudirlo de los estigmas sociales que lo persiguen. La paz sí es posible es el nombre de una de sus canciones y a través de ella expresan el anhelo por alcanzar una paz sostenible basada en la justicia social.
Más de 110 niños y jóvenes se benefician de este espacio en el que se empoderan, sueñan con otra realidad y, desde el arte, resisten a la violencia. Purrer reconoce que “a veces nuestro trabajo consiste sencillamente en estar con la gente, darle palabras y un lugar al dolor, y buscar que los chicos, en medio de todo esto, construyan proyectos de vida diferentes, caminos no violentos y no permitan que la violencia se convierta en algo que les parece normal, sino que los indigna”.
En el grupo de danza tradicional afrocolombiana Naidí, 50 niñas y adolescentes se empoderan de su identidad y ratifican el orgullo que significa ser afrocolombianas. Para Purrer desde esta actividad están trabajando para construir paz, pues deben aprender a trabajar en equipo y respetar el espacio de las demás. En un territorio en el que los conflictos se convierten rápidamente en violencia física y muchos niños y adolescentes son agredidos en sus casas, las actividades organizadas por ellos mismos aprovechando el Centro Afro Juvenil sirven para transformar su energía en acciones positivas y sanadoras.
Otro grupo de jóvenes, entre diez y 18 años, conformaron el circo Talento Renaciente. En las marchas por la paz que se realizan en Tumaco, los zanqueros siempre van adelante y llevan carteles reclamando los derechos de la comunidad. “Es bonito ver que los chicos también disfrutan ser reconocidos en público por un arte, no porque cargan un arma o sean los que más golpean… Ellos se gozan los aplausos y el reconocimiento porque saben hacer cosas artísticas. Así poco a poco van tomando conciencia sobre las realidades sociales”, puntualiza Purrer.
Todos los 19 de septiembre en el Centro Afro Juvenil celebran la Semana por la Paz. Ese día de 2001, los paramilitares del Bloque Libertadores del Sur asesinaron a Yolanda Cerón, directora de la Pastoral Social de la Diócesis de Tumaco. Para recordarla a ella y a todas las víctimas de la violencia en Tumaco montan un camposanto en la calle principal del barrio Nuevo Milenio con cruces que llevan escrito el nombre de cada una.
“Estoy segura de que si no fuera por ese proceso continuo de ir todos los días al Centro Afro, habría más de un niño o joven en manos de algún grupo armado o estaría involucrado en el narcotráfico, pero están haciendo es arte”, destaca Purrer. Y de paso, concluye, convirtiéndose en misioneros y agentes de cambio de su propio contexto: su familia y el colegio.
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