Sí, Colombia es una mujer. Bogotá es una mujer. La Tierra, este planeta, es una mujer. Las tres son palabras que terminan en a, son femeninas. Eso tiene que tener una razón de ser. Un significado.

En muchos municipios colombianos existe la Secretaría de la Mujer. O su equivalente. Para fortalecer la política pública en materia de los derechos humanos de las mujeres. Para luchar por conseguir y mantener la igualdad de género. Para proteger a las mujeres, mejor dicho. Como si estuviéramos cuidando el fuego desde el pasado misterioso de la humanidad. No podemos dejar que se apague nunca.

Sí. Pienso en las mujeres colombianas. Son telúricas, es decir, están atadas a la tierra. Representan una misteriosa reserva humana y vital. En medio de nuestras dificultades, son la esperanza. Las mujeres colombianas son como el trigo y como el brote de agua, nada puede secarlas.

La madre que está levantando a sus niños en Ciudad Bolívar. La mujer en Nariño que está agachada deshierbando la sementera en medio de la neblina. La que lleva las cabras al aprisco en mitad de la calina en La Guajira. La joven madre cerca al mar, que saca del pescado recién freído un poco con los dedos y lo pone en la boca de su niño apenas nacido. La estudiante que sube hasta su universidad después de haber trabajado en un supermercado o en una oficina. La joven que se ha puesto la camiseta de la selección Colombia porque juega la Selección. La que lleva a su crío más pequeño en las espaldas. La maestra que mira con amor a las niñas y los niños que llegan a la primera clase del día.

Tenemos la certidumbre de que si llegáramos a vencernos, ellas, las mujeres colombianas, tendrán todavía fuerza y seguirán adelante. Ellas son la Tierra. Su tiempo, las yemas de sus dedos sobre los árboles, sobre las frentes, es inconmensurable. Siempre estará. Lo femenino es parecido a lo infinito. En estos días tan difíciles yo me aferro a eso, a las mujeres. A su sensatez, a su fuerza, a su proceder.

La Secretaría de la Mujer. Sí. Qué bien haber pensado en eso. Qué bien tenerlo presente todos los días.

En este instante canta una muchacha afuera de mi casa. Hay un violín también y aunque parezca increíble, un corno. La muchacha está cantando “Imagine”, de John Lennon. La voz es delgadita, sensitiva, y se extiende sobre el parque, despacio, con el sol de la mañana. Y yo pienso que nada podrá vencernos si ella sigue cantando. Tengo esa fuerte sensación en todo el cuerpo. Sé que puede ser solamente una ensoñación. Pero es terriblemente real. Siento que si canta un segundo más, un minuto más, un día más, tenemos esperanza. Si las voces de las mujeres se alzan y cantan y nos consuelan.

Es como si lleváramos la savia de lo femenino a la nervadura de todos los días. A las luchas de todos los colombianos en todas partes de Colombia. Como si nos propusiéramos hacer más femenina a Colombia, en busca de otros mundos y otras posibilidades.

La Secretaría de la Mujer. Qué justo y oportuno haber pensado en eso.

*Escritor

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