Desde hace más de 100 años la historia del Valle del Cauca ha estado ligada a la producción de caña de azúcar, motivo de orgullo y parte fundamental de la vida de sus habitantes. Esta planta fue traída del exterior y aquí encontró el hábitat perfecto para crecer a lo largo del valle del río Cauca, en donde echó raíces. Su arraigo e influencia consolidaron el sector agroindustrial de la caña, un clúster con características únicas en el país que se concentra en cinco departamentos (Valle, Cauca, Risaralda, Caldas y Quindío) y abarca más de 50 municipios de la región.
Desde el comienzo, la caña necesitó de especialistas en su procesamiento y generó empleo calificado entre los pobladores, quienes aprendieron y adquirieron pronto las fortalezas que desde entonces forman parte del ADN de estas tierras. En la actualidad, según Asocaña, esta agroindustria concentra un área de 244.000 hectáreas sembradas con caña, en las que trabajan más de 4.500 cultivadores; hay 14 plantas productoras de azúcar (Cabaña, Carmelita, Manuelita, María Luisa, Mayagüez, Pichichí, Risaralda, Sancarlos, Riopaila-Castilla, Incauca, Providencia, Lucerna y Occidente), y seis ingenios con destilerías anexas para la producción de bioetanol, como oxigenante de la gasolina (Incauca, Manuelita, Providencia, Mayagüez, Risaralda y Riopaila). También cuenta con una comercializadora internacional, cuatro instituciones de apoyo para el sector (Cenicaña, Asocaña, Procaña y Tecnicaña), y más de 50 proveedores especializados (de transporte, empaques y servicios agrícolas, entre otros).
“En promedio, el sector produce anualmente 23,2 millones de toneladas de caña, 2,2 millones de toneladas de azúcar, 412 millones de litros de bioetanol a partir de caña, 173.000 toneladas de miel final, 6,3 millones de toneladas de bagazo de caña, y 1.731 GWh de energía cogenerada a partir del bagazo de la caña (57 por ciento para consumo propio y 43 por ciento va al sistema de interconexión eléctrico nacional SIN), suficiente para abastecer una ciudad de un millón de habitantes”, precisaron desde el gremio.
El azúcar llega a más de 60 destinos alrededor del mundo, con exportaciones por 679.000 toneladas anuales, en promedio, que representan para el país y, en particular para la economía de la región, 321 millones de dólares cada año. Por eso, el sector de la caña local es considerado el cuarto generador agroindustrial de divisas colombiano, después del café, las flores, el banano y el aceite de palma.
De acuerdo con Fedesarrollo, por cada peso invertido en la producción de caña de azúcar se generan 9,20 pesos más en el resto de la economía, por efectos indirectos e inducidos; y así mismo, para la fase industrial, por cada peso para la producción de azúcar, bioetanol, energía y otros, se genera un efecto extra en la economía de 4,21 pesos.
A pesar de la pandemia, en el sector se mantuvieron los 286.000 empleos directos e indirectos, lo cual es fundamental para la estabilidad regional, si se tiene en cuenta que seis de cada diez familias están vinculadas económicamente a la caña. “Además, pertenecer y hacer parte de un clúster productivo, que se centra en nuestra región por las condiciones agroecológicas, pero también por toda la adecuación que se ha hecho en vías y en infraestructura, nos convierte en factor de desarrollo. Por ejemplo, de la caña y del azúcar se derivan el clúster de muchas empresas que producen dulces o manjar blanco, entre otros productos, que no solo atienden el mercado nacional, sino que ocupan un importante renglón en la exportación local”, dijo Martha Betancourt, directora ejecutiva de Procaña, la asociación de productores y proveedores de caña de azúcar.
Un sector de avanzada
Las condiciones agroclimáticas del valle del río Cauca, el trabajo de investigación del centro Cenicaña (más del 1 por ciento de los ingresos del sector se invierten en investigación, desarrollo tecnológico o innovación) y la implementación de tecnologías y prácticas de punta por parte de cultivadores e ingenios, han llevado a Colombia a ser líder en productividad agrícola y de fábrica a nivel mundial. El país, de hecho, supera actualmente la producción de azúcar por hectárea de grandes productores como Brasil, Australia, Estados Unidos, México, India y la Unión Europea.
“Este es un sector de avanzada, que ha estado siempre a la vanguardia del desarrollo. No en vano ha podido adaptarse a los cambios y a la tecnología, gracias a que tiene muchas propiedades. De la caña nada se pierde y todo se aprovecha: como alimento animal, como mieles para la panela o para la producción de azúcar, para hacer etanol, producir energía eléctrica, ácido glicólico y ácido cítrico, levaduras y secantes para concreto, o para productos desechables biodegradables, entre muchos otros. Es la misma caña de azúcar con la que se produce panela, un alimento básico que se usa para hacer ‘aguadepanela’, una bebida deliciosa e importante en la dieta de muchos colombianos”, agregó Betancourt.
Por eso, la sofisticación natural en el procesamiento de esta planta sigue siendo un factor de mejora permanente, que induce a los productores a la investigación en busca de mejorar sus prácticas en lo económico, lo técnico ambiental y lo social. “La idea es ser más productivos por hectárea y, por supuesto, contribuir en la lucha contra el cambio climático a través de prácticas como la incorporación de los residuos de cosecha, la utilización de fertilizantes alternativos y la oportunidad de generar energía, así como el establecimiento de corredores biológicos para conservar la biodiversidad”, finalizó la directiva de Procaña, quien destacó el compromiso del sector alrededor de esta causa.
Hecho en el Valle
La incidencia del cultivo de la caña en la economía de la región es enorme. Un ejemplo de ello es la empresa familiar vallecaucana Alguimar/Balsora, que destacó el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) como caso de estudio de ‘Transformación de una finca familiar a la agroecología sostenible’.
“La caña para nosotros significa vida; es la mejor alternativa ambiental, social y económica que existe”, afirmó Guido Mauricio López, cañicultor propietario, con su madre y hermanos, desde hace más de 30 años. Su empresa Alguimar/Balsora completa desde entonces las cuatro etapas de desarrollo que permitieron la transición de la agricultura convencional a la orgánico-sostenible, “hasta convertirnos en una finca certificada orgánica UE, USA (NOP) y NM colombiana, es decir, en agricultores certificados de caña sostenible”, agregó López sobre esta organización, que el informe del BID define como “pionera en la implementación de nuevos desarrollos enfocados en la mejora continua, aumentando la productividad y rentabilidad, y, en paralelo, minimizando los impactos ambientales y sociales”.