Desde su llegada al Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) en agosto de 2018, Juan Daniel Oviedo Arango, doctor en economía y docente universitario, tenía claro que su misión al frente de la entidad debía ser el fortalecimiento de la institución para contribuir a la toma de mejores decisiones de política pública por parte del Gobierno nacional. Su disciplina y constancia aportaron a la construcción de nuevas mediciones y al fortalecimiento de las ya existentes para ponerlas más a tono con la realidad del país y en un lenguaje que se volvió familiar para los colombianos.

Después de casi cuatro años de trabajo intenso y a pocos días del cierre del gobierno de Iván Duque, Oviedo se siente tranquilo con la labor realizada. En esta entrevista con SEMANA analiza los grandes retos que afrontará Colombia en los próximos años: inflación, reducción de la pobreza y generación de empleo.

SEMANA: Los expertos hablan de la inflación como un fenómeno global. ¿Qué tan determinante es el contexto internacional para Colombia?

JUAN DANIEL OVIEDO: El componente logístico y los mayores costos de transporte de mercancías en el mundo están siendo determinantes en la estructura de costos de producción y, sobre todo, para los insumos que llegan al país. Hoy los costos de los fletes son siete veces más altos que en 2019. Eso genera una presión importante desde la perspectiva de los costos y está detrás de los elementos críticos asociados a la inflación de alimentos.

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SEMANA: ¿Esto explicaría el aumento constante en los precios de los alimentos durante 2022?

J.D.O.: Para analizar la inflación de alimentos debe entenderse qué está pasando con los costos de producción. Por ejemplo, en el contexto de la medición de la inflación de mayo pasado, se ve cómo en junio de 2021 el bulto de urea –que se vendía a nivel minorista en 90.000 pesos– costaba 260.000 pesos. Y la productividad en cultivos como la papa, la yuca, el tomate, la caña y el plátano, se logra con urea. Por consiguiente, ese sobrecosto se traslada rápidamente a la inflación y eso explica por qué la inflación anual de la yuca es de 137 por ciento; la del tomate del 69 por ciento y la de los plátanos del 63 por ciento.

Lo mismo sucede con el precio de alimentos para cerdos y pollos (el concentrado para pollos costaba en junio de 2021 unos 95.000 pesos y hoy se consigue en 110.000 pesos). Y en el caso de la leche, se suman sobrecostos de fertilizantes de pasto y de concentrados para el ganado. Por eso tiene una inflación anual del 37 por ciento. De igual manera, la carne de res registra una inflación anual del 26,96 por ciento, la carne de aves del 16,81 por ciento y los huevos del 16 por ciento. A esto se suma el conflicto Rusia-Ucrania. Así que es altamente probable que la inflación de alimentos no pueda corregirse a la velocidad que se esperaba a comienzos de 2022, sobre todo, porque las expectativas de estas medidas que ha definido el Gobierno de manera arancelaria para insumos y algunos bienes de consumo no han tenido un efecto drástico.

SEMANA: Además de la presión global sobre la inflación, ¿qué otros factores han sido claves?

J.D.O.: El otro canal que está afectando es la Tasa Representativa del Mercado (TRM) que indexa algunos componentes de la tarifa de electricidad y de gas domiciliario. Esto hace que el gas y la electricidad estén teniendo un comportamiento inflacionario muy importante a lo que se suman las inversiones de un nuevo operador en el Caribe, que se trasladan automáticamente a los usuarios. Es muy difícil pensar en una corrección en los próximos tres o cuatro meses del comportamiento de la inflación. Es altamente probable que pasemos a reportar que Colombia va a tener una inflación de dos dígitos y eso impactará de forma significativa el comportamiento de los mercados y de las expectativas de inflación.

SEMANA: ¿Esta nueva realidad ha cambiado los hábitos de consumo de los colombianos?

J.D.O.: Hay menor oferta de ganado para sacrificio interno y muchos hogares no pueden seguir pagando un kilo de carne a 30.000 pesos. Así que vamos a ver una gran cantidad de familias pobres y vulnerables abandonando el consumo de carne.

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SEMANA: ¿Cuáles son las ciudades del país que se han visto más afectadas por el aumento en el precio de los alimentos?

J.D.O.: En el total nacional la inflación anual de alimentos consumidos en los hogares (para mayo de 2022) cerró en 23,65 por ciento. Cúcuta tiene una inflación de alimentos del 29,66 por ciento. Siguen Tunja y Bucaramanga con inflación mayor al 25 por ciento. En contraste, las ciudades del suroccidente (Pasto, Popayán y Florencia) registraron inflaciones por debajo del 20 por ciento anual en alimentos.

SEMANA: El aumento en el valor de los servicios públicos y los arriendos también ha generado preocupación…

J.D.O.: El promedio nacional de la inflación en ambos casos es del 5,88 por ciento. Pero en ciudades como Santa Marta y Riohacha (con altos niveles de pobreza), la inflación de arrendamientos y servicios es del 11 y 9,7 por ciento, respectivamente. En el tema de la electricidad sí se necesita un gobierno que intervenga, pues a nivel nacional la inflación está en 19,63 por ciento. Sin embargo, en Santa Marta, Barranquilla, Riohacha, Sincelejo, Valledupar, Montería y Cartagena hay inflaciones en energía por encima del 25 por ciento. Así como en la pandemia el Gobierno promovió esquemas de casi gratuidad de los servicios, va a ser necesario –si queremos frenar este fenómeno en los servicios– que se establezca un mecanismo para compensar a los operadores nuevos que atienden el Caribe.

SEMANA: Por otro lado, se ven cifras alentadoras de empleo. ¿Cómo se comportará el mercado laboral durante este semestre?

J.D.O.: Hay que reconocer que estamos viendo dos problemas: el que llevábamos antes de la pandemia (municipios y zonas rurales con menores posibilidades de empleo) y rezagos en la recuperación del empleo urbano. No se puede pensar que ya todo está solucionado. La economía estaba por encima de 100 en julio de 2021, produciendo a tasas superiores a las de febrero de 2020. Pero hasta mayo de 2022, diez meses después, se logró que la población ocupada en el total nacional fuera cercana a los niveles de febrero de 2020.

Uno de los desafíos más importantes es que hay sectores que han crecido sin generar empleos. Además, el índice de las 13 principales ciudades es de 97,21, es decir, en el empleo urbano hay un desajuste importante. Así mismo, durante los cinco primeros meses de 2022 cinco subactividades económicas como transporte, el personal doméstico, restaurantes y cafeterías, limpieza y sector educativo reportaron 152.000 puestos de trabajo de más. Pero cuando miramos sectores como el de construcción, comercio al por menor en establecimientos no especializados y el agropecuario hay una reducción de puestos. Por eso, dentro de la estructura de reactivación, no podemos cantar victoria al decir que ya tenemos las mismas 22,3 millones de personas ocupadas.

SEMANA: Otro asunto fundamental es la reducción de la pobreza. ¿Qué puede esperarse para 2022?

J.D.O.: La que más me preocupa es la pobreza extrema, directamente asociada al tema de alimentos. Sabemos que tuvo una reducción entre 2020 y 2021 de 2,9 puntos porcentuales (estaba en 15,2 y pasó a 12,2 de la población). Aun así tenemos todavía 2,6 puntos porcentuales de pobreza extrema de más frente a los que teníamos en 2019. Entonces, va a ser altamente probable que el país o deje estable su número de pobres extremos, o incluso pueda verse incrementado por la inflación de alimentos. Es una alerta que hemos dado. Y es que efectivamente la inflación de alimentos ha constituido un retroceso importante sobre la evolución de la pobreza extrema. Un desafío que se viene para el próximo gobierno es cómo afinar las gafas para encontrar a esas personas en pobreza extrema en las ciudades.

SEMANA: ¿Cómo prevé que cierre la inflación este año?

J.D.O.: Es altamente probable que cierre entre 8 y 9 por ciento, casi el doble de la inflación de 2021

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