¿Cuáles son los principales retos que enfrentan los líderes de la sostenibilidad hoy en Colombia?

RODRIGO BOTERO: Creo que hay algunos retos que tienen que ver con la sostenibilidad misma de las organizaciones no gubernamentales. Colombia es uno de los países que tiene una menor inversión de presupuesto dentro de estas instituciones, particularmente en las de gestión ambiental. Digamos que en países desarrollados existen partidas presupuestales destinadas específicamente a apoyar su incidencia en la política pública. Conozco los gobiernos de los últimos 25 años y no hubo alguno que no intentara callar muchas veces las voces de las ONG. En ese sentido, es fundamental entender el papel que cumple la sociedad civil organizada para una democracia, pero además fortalecer mecanismos de financiación, porque hoy las organizaciones dependen en gran medida de la cooperación internacional, un modelo con vaivenes pues puede migrar hacia otras zonas del planeta. En el caso colombiano, hay una visión muy antigua sobre las organizaciones no gubernamentales. Otro gran reto es abordar desafíos de alta complejidad en términos de los conflictos armados socioambientales que se dan en todo el territorio, algo que va en un proceso ascendente y degradativo con grupos armados que ejercen hoy poderes en diferentes zonas que fracturan el país. En ese sentido, obviamente trabajar de manera independiente para las ONG es cada vez más difícil cuando hay actores cuyo ejercicio armado no respeta ningún tipo de derechos ni de reglas fundamentales.

¿Esos retos se reflejan particularmente en las regiones?

R.B.: Hay un informe reciente de Naciones Unidas con el PNUD sobre las brechas regionales en Colombia respecto a los cumplimientos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Tristemente lo que se ha hecho es ocultar sistemáticamente durante muchas décadas que la brecha entre el desarrollo sostenible a nivel de las grandes ciudades versus regiones apartadas está creciendo, principalmente en la Región Amazónica y el Pacífico. Entrar en la periferia de Colombia es como entrar en el siglo XVIII, y uno llega a las ciudades y entra al siglo XXI. En las regiones el ejercicio de la justicia, del desarrollo económico, entre otras dimensiones, están siendo reemplazados por otras formas de organización de Estado. Eso genera un peso demasiado grande para poder superar sus crisis.

¿Y cuál debería ser el rol de las empresas para cerrar esas brechas?

R.B.: La pregunta es cómo hacemos para que, entre sociedad civil organizada, empresas y Estado podamos hacer una sinergia. Las empresas tienen ventajas comparativas, músculo financiero, conocimiento, tecnología, pero les falta saber dónde y cómo intervenir. Seguramente, también hay un asunto de cómo generar confianza para que puedan entrar en ciertos territorios. Yo creo que esa confianza la pueden lograr las organizaciones no gubernamentales.

¿Cuál sería entonces el llamado?

R.B.: Estamos en un punto de inflexión en el país. Es una responsabilidad generacional poder cambiar la tendencia de degradación ambiental, social y política. Tenemos que recuperar esos territorios que hoy están siendo perdidos para la sociedad y la ciudadanía. Tenemos que recuperar además esa esencia de país y de Estado a través de la sostenibilidad. Para eso se necesita una visión de Estado diferente que se construya a partir de la sinergia entre los gobiernos, la empresa privada y la sociedad civil. Tenemos que entrar y disputar territorios perdidos ante la ilegalidad con un ejercicio fuerte de democracia, de reconocimiento de derechos y con un ejercicio de reactivación económica legal. Esto tiene que hacerse en el marco de la sostenibilidad ambiental, porque de lo contrario ninguna de las tres anteriores puede funcionar. Mi invitación es a construir alianzas para cambiar esas tendencias en los sitios más neurálgicos.