En un país como el nuestro, donde los desafíos son constantes y las oportunidades parecen esquivas, hacer empresa es una labor casi heroica. Y no es para menos: quienes hemos decidido emprender en Colombia hemos tenido que sortear dificultades que van desde la incertidumbre económica, las complejidades fiscales hasta retos sociales y culturales profundamente arraigados.
Sin embargo, si algo he aprendido en este camino es que, aunque difícil, hacer empresa en Colombia no es imposible. Más aún, es una misión que trasciende la simple búsqueda de beneficios económicos; es una responsabilidad con el país y con las generaciones futuras.
Recuerdo mis primeros pasos como empresaria. Como cualquier emprendedor, inicié con sueños grandes de la mano de mi esposo, Alfredo Hoyos Mazuera. Las primeras caídas fueron inevitables, pero también formativas. Cada obstáculo enfrentado me enseñó lecciones valiosas sobre resiliencia, adaptación y creatividad. Hoy, al mirar atrás, entiendo que esas experiencias no solo forjaron mi carácter como líder, también me dieron una perspectiva más profunda sobre el papel del empresario en una sociedad como la nuestra.
Colombia es un país que requiere empresarios con propósito. No basta con generar empleo o impulsar la economía; somos agentes de cambio, comprometidos con la construcción de una sociedad más equitativa, inclusiva y sostenible. Esto implica adoptar prácticas empresariales responsables, promover el desarrollo integral de nuestros colaboradores, apoyar a los emprendedores locales y contribuir activamente al bienestar de nuestras comunidades. Es una misión que vale el esfuerzo por la satisfacción que genera.
Una de las lecciones más importantes que he aprendido en mi trayecto es que el éxito empresarial no se mide solo en cifras financieras. También se mide en el impacto positivo que generamos. En mi caso, encontrar un equilibrio entre la rentabilidad y la sostenibilidad económica, social y ambiental ha sido clave. Mi compromiso está con cada persona que, directa o indirectamente, se ve impactada por las decisiones de mi empresa. Este enfoque no solo me ha permitido construir una organización sólida, guiada desde el capitalismo consciente y nuestro propósito superior de alimentar con amor para contribuir al desarrollo del ser humano y transformar positivamente a la sociedad, hasta fortalecer mi convicción de que los empresarios somos piezas fundamentales en la construcción de un mejor país.
A la nueva generación de empresarios les pido que no subestimen el poder de sus sueños, pero tampoco el peso de sus responsabilidades. Ser empresario en Colombia es, en esencia, ser un constructor de presente y de futuro. Tenemos la oportunidad y el deber de transformar los desafíos en oportunidades, de liderar con el ejemplo y de demostrar que sí es posible hacer empresa de manera ética y sostenible.
Hoy, más que nunca, Colombia nos necesita. Necesita empresarios comprometidos, valientes y visionarios. Líderes que entiendan que sus empresas son parte de un ecosistema más amplio que incluye a la sociedad, el medioambiente y las futuras generaciones. Su misión es esencial.
Es cierto, hacer empresa en Colombia es un desafío. Pero teniendo claro un propósito superior, acompañado de pasión y determinación, podemos superar las dificultades y, lo que es aún más importante, podemos contribuir al sueño de construir un país mejor para todos. Mi invitación es a que cada uno de nosotros asumamos este reto con valentía, con fe y con la certeza de que nuestro trabajo tiene el poder de transformar vidas, comunidades y, en esencia, a Colombia.
*Presidenta de Frisby S.A. BIC