Dalila Caicedo Herrera es una mujer apasionada por el cuidado de los manatíes, ha trabajado con más de 60 de estos individuos y ha dedicado casi 30 años de su vida a aprender y enseñar sobre los beneficios ecosistémicos de estos animales. Es bióloga marina y directora ejecutiva de la Fundación Omacha, una entidad a través de la cual desarrolla labores pedagógicas y diseña documentos científicos para evitar la persecución de las dos especies que habitan en Colombia.
“En 1989 había leído, pero no había podido trabajar con ellos, tenía un afiche de manatíes en la oficina y un día una persona me dijo que en San Bernardo del Viento habían encontrado a un animalito parecido al que tenía en la foto. Ahí me empezaron a guiar, luego rescatamos a otros dos y así continúo hasta ahora”.
Caicedo trabajó con el Ministerio del Medio Ambiente y con la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y del San Jorge (CVS), entidades que en 2005 realizaron junto a ella el diseño del Programa Nacional de Manejo y Conservación de Manatíes. Desde ese momento, empezó su labor comunitaria para contarle a los colombianos acerca de la importancia de estos animales.
Una de las historias que más recuerda es la de María del Mar, una pequeña manatí que había sido abandonada por su mamá. La rescataron, rehabilitaron y liberaron en Córdoba en 2011. Desde entonces, ha tenido tres crías en libertad y cada que nace una se la lleva a los pescadores para que la acaricien.
“Cuando uno los libera solo pide que les vaya bien, porque no se sabe si los van a cazar, pero creo que la gente cambió su chip y es satisfactorio ver que dejaste de tener un animal en cautiverio para ver a cuatro en libertad”, relata Caicedo con la voz entrecortada.
Muchos la conocen como “la mamá de los manatíes”, pues ha rescatado alrededor de 60 en todo el país y en más de tres décadas de trabajo acompañando a esta especie ha aprendido que sola no puede hacer mucho.
“Rehabilitar un manatí bebé implica un sacrificio como el de una mamá para sacar a sus hijos adelante. También significa unirse con las comunidades y las autoridades, pues mucha gente tiene que intervenir para rehabilitar un manatí de forma exitosa. Pero así es como he logrado que se enamoren de ellos”.
Los manatíes se conocen como una especie sombrilla del proceso de conservación, es decir, generan beneficios en su entorno, por ejemplo, hacen que la circulación del segmento en el agua sea más evidente y su excremento atrae peces. De esta manera, la comunidad ha reconocido que si cuida a estos animales también protege el ecosistema y va a tener más alimento.
Ángel Custodio Verdugo, habitante de Lorica, Córdoba, asegura que los talleres que se han llevado a cabo con la comunidad para concientizar a los pescadores y buscar que la caza de los manatíes no prospere ha causado un efecto positivo. “La gente ya no los maltrata y los cuidan bastante, antes de que llegara este proyecto a Lorica los correteaban para sacarlos, con Dalila hemos aprendido, con ella conocí todo lo que sé de manatíes”.
Rafael Espinosa Forero, profesional especializado de la Subdirección de Gestión Ambiental de la CVS y una de las primeras personas que trabajó con Caicedo en la década de los 90, explica que el Manatí antillano, una de las dos especies presentes en Colombia, se encuentra en el libro rojo de mamíferos amenazados
Por eso, en Córdoba llevan varios años monitoreando sus movimientos. Han logrado identificar por donde se mueve y se han convertido en pioneros en la rehabilitación de la especie, pues vincularon a las familias y a los colegios en la creación de campañas y de esta forma 26 instituciones educativas con más de 9.000 niños trabajan por la conservación del manatí en el departamento.
“Hemos liberado 14 manatíes desde 2009 y Dalila también ha contribuido, ha aportado todo ese conocimiento, esa sensibilidad, ha sido una mujer apasionada por la especie. Le pone alma, vida y corazón. Ahora hay una comunidad consciente que lo protege, y ha cambiado esa idea de cazarlo”.
En el departamento también crearon el “Club de Amigos del Manatí Cuenca del río Sinú”, un grupo con 60 niños de la región que aprenden a cuidar a los animales y su entorno. A través de este espacio, cuenta, Yenifer Mona, coordinadora de sede Caribe de la Fundación Omacha, los niños empezaron a hacer charlas sobre las enseñanzas que ha dejado Dalila Caicedo entre ellos.
“Trabajar con los manatíes da la posibilidad de que la gente se sensibilice. Dalila está contribuyendo a la conservación de los animales y su reconocimiento no está solo en las investigaciones, también en el reconocimiento que le da la comunidad”, concluye Mona.
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