Muy pocos saben que para fabricar unos jeans se necesitan entre 7.500 y 10.000 litros de agua. Este cálculo incluye todo el proceso, desde el cultivo del algodón hasta el teñido y el acabado de la prenda. El impacto ambiental de esta industria ha llevado a sus principales actores a adoptar prácticas más responsables y recurrir a la tecnología para reducir el consumo de este recurso, la emisión de gases de efecto invernadero, el uso de energía eléctrica y la generación de desechos a gran escala.
De hecho, en Antioquia, un innovador proyecto está transformando la industria textil y contribuyendo significativamente al cuidado del medioambiente. Se trata de la planta de reciclaje Enka de Colombia, en donde se recolectan las botellas de plástico desechadas para someterlas a un riguroso proceso de reciclaje y de transformación para crear hilos y fibras textiles, que son utilizadas por diseñadores y marcas comprometidas con prácticas más responsables. El uso de estos materiales no compromete la calidad de las prendas y les permite a los consumidores disfrutar de ropa de calidad fabricada de manera sostenible.
A finales de los años noventa, las textileras del mundo recibieron una noticia inesperada: la incursión de China en los mercados de fibras sintéticas, aprovechando el vencimiento de las patentes mundiales para producir poliéster y nailon, dos de las fibras sintéticas más utilizadas por la industria de la moda. Los asiáticos establecieron compañías con producciones a gran escala, lo cual generó una crisis textil sin precedentes.
En Colombia, esta situación obligó a la planta Enka a reestructurarse con visión de futuro. “Requeríamos un cambio completo, no había internet, enviamos a personas a varios países a estudiar tendencias y creamos una carpeta con 100 proyectos viables. Nos enfocamos en la economía circular y la sostenibilidad como pilar estratégico de crecimiento. El mundo veía basura donde nosotros vimos oportunidades”, recordó Álvaro Hincapié Vélez, presidente de Enka de Colombia.
En 2014 abrieron la primera planta de transformación de botellas transparentes usadas, luego crearon otra para producir ecofibras y geotextiles con botellas de colores. En 2018 fundaron la fábrica que convierte las tapas y etiquetas de gaseosas en empaques flexibles, incluso para alimentos, aprobadas por el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) y por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés).
Recientemente, en 2023, consolidaron la planta de reciclaje PET botella más grande y moderna de América Latina, al completar inversiones por 160 millones de dólares. Hoy, son uno de los mayores transformadores de PET reciclado en el mundo. Más del 70 % de lo que producen lo hacen con materiales recuperados de la basura posconsumo en el país.
Con los pies en la tierra
Conscientes de la contaminación que genera la industria de la moda en el planeta, empresarios de todos los tamaños buscan reducir su impacto ambiental. Pachas es un emprendimiento pereirano que desde 2018 produce zapatos fabricados a partir de lonas de PET reciclado, algodón recuperado y fibra de cáñamo: “Y para las suelas usamos caucho natural, reciclado, residuos de la producción del café y corchos de botellas de vino”, explicó Santiago Botero, cofundador de la fábrica de calzado.
Hoy Pachas cuenta con un equipo de 24 personas, cinco puntos de venta físicos y un e-commerce por el que venden a toda Colombia, una evolución que habla del interés de los consumidores colombianos en adquirir productos hechos con responsabilidad. Aunque para Botero personas de todas las generaciones tienen algún tipo de interés por la moda sostenible en el país, un estudio de GlobalWebindex reveló que seis de cada diez mileniales están dispuestos a pagar más por productos ecológicos y sostenibles, cifra que va disminuyendo gradualmente entre la generación Z (58 %), la generación X (55 %) y los baby boomers (46 %).
“Las nuevas generaciones, Z y Alfa, piden a gritos la responsabilidad socioambiental no solo a partir del producto, sino desde la humanización y las buenas prácticas laborales. Revisan las etiquetas, compran productos con menor huella ecológica y ropa usada. Por lo tanto, mitigamos el impacto al planeta o estaremos por fuera del mercado”, advirtió Luisa Zea, gerente de producto y mercadeo de Protela Textiles, una empresa que ha logrado importantes reducciones de consumo de agua, energía, desechos y emisiones de efecto invernadero en la producción de su línea de telas sostenibles (30 % de su portafolio).
Los desafíos
Para Sofía Arango, especialista en Tendencias y Sostenibilidad de Inexmoda, es fundamental integrar la sostenibilidad de manera transversal, es decir, ajustar la infraestructura de las empresas para impactar de manera positiva en lo ambiental, social y económico. “Este es uno de los mayores desafíos que tienen en la actualidad las empresas de moda en Colombia”, precisó.
En la reciente edición de Colombiamoda 2024, se mostraron diferentes alternativas de innovaciones en materiales para elaborar prendas de vestir. Algunos casos puntuales, precisó Arango, fueron Fabricato, que trabaja con algodón recuperado, textil con fibra de cáñamo y elastómero biodegradable; y Artextil, que elabora colores o teñidos reciclados. El 80 % de sus residuos generados son reciclados (pasta de estampación, plástico, papel, ceniza de calderas y chatarra).
Todos estos esfuerzos han vuelto cada vez más relevante la colaboración entre empresas, diseñadores y proveedores. En el país existen muchos encadenamientos productivos que generan valor para promover la moda sostenible, como los desarrollados por la compañía Vicunha, con diferentes diseñadores o marcas de la industria como Camilo Álvarez o Bless HS.